El 2009 resultó ser una promesa fatula de parte del director surafricano, Neill Blomkamp, cuando en su debut fílmico, District 9, le aseguró a todos una carrera de ciencia ficción fresca e innovadora. Cuatro años después, Elysium, terminó siendo una plaga en la filmografía de Blomkamp de la cual se ha arrepentido públicamente. Es por esto que le tocaba a Chappie convencernos entre lo que puede ser la genialidad de un joven cineasta o el desastre inminente de un repertorio que comenzó en alto. Al parecer, la primera opción nunca existió.
En el 2016 del mismo universo Blomkampiano de District 9, Chappie presenta a un grupo de malhechores, interpretados por la banda de hip-hop surafricana Die Antwoord, que decide secuestrar a Deon Wilson (Dev Patel) y uno de sus autómatas programados como fuerza policiaca para que sea reprogramado como delincuente. Estando trabajando en un programa de inteligencia artificial para sus creaciones, Wilson le instala el software al robot que le da la habilidad de aprender como un humano, tener su propia consciencia y, consecuentemente, convertirse en Chappie.
El filme pinta un principio lleno de propaganda robótica con el estilo genial de “mockumentary”, tal y como District 9, que pierde su mérito y se vuelve completamente absurdo para su segundo acto. Desde que abandona este género de documental ficticio y se convierte en una narrativa de ciencia ficción común, Chappie luce como una estampida de tropiezos de parte de Blomkamp.
El sentido de déjà vu que deja el filme en relación con otros cortes de ciencia ficción es lo más que frustra de Chappie. Blomkamp tiene una visión diferente del futuro; la tiene dentro de su campo visual y lo sabemos. Además, su integración del humano dentro de la cultura extraterrestre o robótica le da una multitud de opciones para terminar con una película excelente. Sin embargo, lleva la historia hacia una película que no queremos ver (o que ya hemos visto) para entonces fastidiarnos con un puré de todas las ideas que pudieron ser Chappie pero no lo fueron.
Antes de cualquier tema que aborda el filme, Chappie puede ser una mejor película si atendiera sus ideas de crianza o de diálogos religiosos entre creador y creación. Esta cinta cinematográfica también ofrece vistazos en lo que puede ser una exploración de un robot y su consciencia. En cambio, lo que vemos es la manera torpe en que un autómata aprende a ser “gangster” y su relación con la cultura criminal de Suráfrica, a cuyo líder, interpretado por Brandon Auret, le colocan subtítulos durante sus diálogos a pesar de expresarse en un inglés que se entiende perfectamente bien.
Encima de ese lío dentro del guión, se encuentra la historia de Vincent Moore, interpretado por Hugh Jackman y su “mullet”. Moore y sus celos de oficina presentan un antagonista totalmente unidimensional que quizás profundizó la totalidad de la película un poco. Más bien está incluida simplemente para mover la trama en donde ni la actuación de Jackman le añadió un toque interesante a la película. Al igual, Sigourney Weaver, cuyo personaje encabeza la compañía que emplea a Moore y a Wilson, podría ser una representación universal de líneas de diálogo extremadamente débiles en escritura y en entrega actoral.
Lamentablemente, son los miembros de Die Antwoord: Ninja, Yo-Landi y Amerika, quienes se tornan protagonistas de esta historia, cumpliendo algún sueño de Blomkamp desde que se convirtió fanático de la banda. Es así ya que ni el mismo Dev Patel logra brillar bajo la presencia de Chappie, cuya voz es de Sharlto Copley, actor recurrente en el trabajo de Blomkamp.
Es Chappie el único que entrega los pocos momentos memorables de la película. El equipo de efectos especiales se merece el reconocimiento por la presencia magnífica del robot en pantalla. Asimismo, el personaje en sí es una mente completa en espera de exploración que entrega los momentos más graciosos de la película. Pero recuerdo, estos momentos son a raíz de la participación incómoda de Chappie en la cultura callejera de Suráfrica.
Chappie es un tipo de Pinocho robótico que pudo haber llegado a ser mucho más que un niño real en busca de diferentes formas de crecer en el mundo contemporáneo. Sin embargo, esta idea se convierte en una imagen trillada del robot por lo que se refleja más la estrella torpe de Short Circuit, Johnny 5.
Es penoso ya que es evidente que Blomkamp quiere rescatar la ovación que recibió con District 9. Chappie es, en fin, el mundo cinematográfico del debut de Blomkamp mezclado con las malas decisiones que trajo el fallecimiento crítico de Elysium. Las visiones espirituales, filosóficas e interesantes que puede divulgarnos Chappie se pierden en un libreto tonto que busca atraer al público con pistolas, explosiones y un autómata que le enseñan a ser “cool”.