Hay músicos y hay músicos. Y está Ángel “Chuco” Quintero. Su trabajo, todo, nos ayuda a comprender no las notas que antes alguien amagó, sino las huellas o el porvenir de estas. También los cruces, el fermento que las hizo posibles, así como las razones por las que se instalan para siempre en el cuerpo y la memoria.
Esta vez le tocó el turno nada más y nada menos que a Ismael Rivera. Saoco Salsero: El swing del soneo del Sonero Mayor; sociología urbana de la memoria del ritmo es la nueva publicación del sociólogo. Por ello, la pasada semana se llevó a cabo la presentación del texto en el Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.
Una mesa con mantel rojo. Un florero con rosas: rojas, amarillas, rojas. De a poco la gente abarrotó las instalaciones para escuchar con la risa dispuesta y los ojos grandísimos a los presentadores Jaime Córdova, amigo de la infancia de Maelo, y a la doctora Zaira Rivera. Antes, de unas bocinas sonaron varias canciones de Ismael Rivera, incluso un cover de El incomprendido en el saxofón de Miguel Zenón.
Don Jaime Córdova, risueño, hizo lo impensable. Al amparo de su memoria prodigiosa, cinceló en una presentación cargada de anécdotas que parecieron dibujar un filme de su infancia, el contexto socioeconómico y político en el que compartió salón, compañía y amistad con Maelo. En sus palabras, el Sonero Mayor daba indicios de lo que vendría después.
Los cines, el boxeo, los puestos de dulces, el estudio arduo, los cómics, los límbers, las tardes alrededor de una vellonera, las tardes en las barberías, las tardes al sol, las tardes, las tardes, formaban parte del inventario cotidiano de ambos. Buen día, relató Córdova, Maelo sacó las agallas para cantarle a una maestra que partía de su escuela el bolero Cuando vuelvas. A su parecer, el Sonero Mayor se convirtió desde entonces, aunque mucho antes, en “una persona que enriqueció la vida de los demás’’.
De otra parte, la doctora Zaira Rivera arrancó su alocución con varias memorias de su cocolería innata en una urbanización de clase media en Bayamón para entrar de lleno al trabajo de Quintero. Así, pues, dejó claro que el texto partió de un ensayo previo que sirvió a modo de germen para la travesía que emprende Quintero en El swing del soneo del Sonero Mayor y que está compilado en su libro Cuerpo y cultura: Las músicas mulatas y la subversión del baile.
A su parecer, Quintero traza de manera clara las convergencias de los barrios en Santurce y posiciona la figura de Maelo como testigo privilegiado. “Establece la relación simbiótica entre la cultura urbana y la música popular. Es decir, los sonidos y el swing de los soneos de Maelo se convierten en los móviles para reconstruir no solo la memoria de un ritmo musical sino también el contexto social e histórico donde se conforma esa expresión cultural en Puerto Rico”, leyó Rivera.
El trabajo ponderado del sociólogo se adentra en las mixturas afro en Santurce para entenderlas mejor, al punto que va tras las huellas de varios apellidos que predominaban en la época en que Maelo se curtía. “La acostumbrada sensibilidad de Quintero muestra el carácter político de esos afro saberes en el interior de la historia de Santurce”, dijo Rivera. A su vez, Quintero realiza una relectura de los clásicos puertorriqueños y se interna en la etimología del swing. Este, incluso, halla sus raíces en Inglaterra asociado a las luchas agrarias, pero también se traslada a las comunidades negras en los Estados Unidos, al jazz, y a Puerto Rico en el gesto de batear en el béisbol. Además, dejó entrever Rivera, se instala en el cuerpo negro o en las fusiones urbanas.
“Es que me siento bien con los negritos”
Eso le dijo Maelo al director de la Orquesta Panamericana. Y Quintero, sagaz, lo consigna en el libro. De esa forma le explicaba su renuncia para integrarse al conjunto de Cortijo y su Combo. La Panamericana, muy por el contrario al combo de Cortijo –resaltó Rivera– tocaba en hoteles lujosos, opulencia que contrasta con la música de Cortijo y que mezcló la plena y la bomba de forma inusitada.
En el libro de Quintero, pues, se apuesta por contextualizar las mutaciones del Santurce de los 70 para explicar la proliferación de la música del Sonero Mayor. La tradición sindicalista, los movimientos humanos, el proyecto modernizador, el béisbol, todo importa. El mismo año que nace Cortijo y su Combo, recordó Rivera, los Cangrejeros de Santurce ganaron el Campeonato de la Liga Invernal y la Serie del Caribe. Los mulatos de Cortijo eran, en cierto sentido, los mulatos de los Cangrejeros.
“¿Y por qué lo consideramos todavía como el Sonero Mayor?”, ha de ser la pregunta que gravita en todo el texto. Las razones podrían ser variopintas. El soneo de Maelo, más allá del sabor innato, la picardía, el fraseo rítmico o las mezclas con otros géneros, ha trascendido la barrera del tiempo para formar parte de la banda sonora de una legión no sólo antillana, sino continental. Las caras lindas están a la vuelta de cualquier esquina.