A principios de octubre de 2013 unos amigos nos invitaron a mi esposo y a mí a participar de un evento para cruzar la isla en bicicleta de norte a sur y de regreso. De inmediato les dije, “Estarán ustedes locos. No me monto en una bicicleta desde que tenía como 15 años” y estaba a punto de cumplir 49. Tratando de convencernos nos explicaron que nos registraríamos en un curso de entrenamiento y que en un periodo de tres a cuatro meses seríamos capaces de lograr completar el evento. En los últimos tres años yo había estado varias veces en emergencia con espasmos severos en el cuello debido a estrés del trabajo. Se me ocurrió que tal vez envolverme en esta actividad me ayudaría a liberarlo y como consecuencia evitaría mis espasmos.
Decidimos intentarlo y fuimos a la reunión de orientación para el entrenamiento. Nos encantó todo lo que escuchamos y pensé pedirle a mi esposo una bicicleta como regalo de cumpleaños, que celebraría a finales de octubre. Comencé el entrenamiento sin bicicleta. El entrenador, muy amablemente me prestó una. La memoria es algo increíble. No me dio trabajo recordar cómo correr, sin embargo me monté un tanto nerviosa por los carros, los hoyos y los otros ciclistas. Pero poco a poco me fui sintiendo cada vez mejor y más confiada.
Luego de varios meses de entrenamiento, tanto teórico como práctico, finalmente me matriculé en el evento para cruzar la isla en bicicleta. Participé en la categoría de principiantes y para mi sorpresa, y la de muchos, logré completar la mayor parte del evento de interminables subidas y bajadas. La adrenalina y el sentimiento de logro fueron extraordinarios.
Llevo exactamente 2 años y cinco meses practicando este excelente deporte y a pesar de que sigo con el mismo estrés de trabajo no he tenido que regresar a la sala de emergencias. Cuando siento que mis niveles de estrés están afectándome, me monto en la bicicleta junto a mis compañeros ciclistas y libero toda la tensión acumulada. El ciclismo no solo me ha ayudado a liberar mi estrés, sino también me ha ayudado a mantenerme en un peso saludable, compartir excelentes experiencias con mi esposo y a conocer personas que disfrutan al igual que yo de este deporte.
En estos últimos dos años he visto como ha aumentado el auge en Puerto Rico por este deporte. He tenido la oportunidad de visitar en bicicleta sitios que no he visitado nunca en carro. He recorrido gran parte de nuestra hermosa Isla y la estoy disfrutando desde otra perspectiva. He participado en eventos en y fuera de la Isla. He tenido la grandiosa oportunidad de dar la vuelta a la Isla en dos ocasiones, la última el pasado enero de 2016 junto a más de 500 ciclistas, la mayor parte de ellos visitantes de fuera de la Isla. Una aventura que jamás se olvida.
Existe una gran camaradería entre los ciclistas que generalmente no se ve entre los conductores. Si vas corriendo y te encuentras ciclistas en el camino, nos decimos “buenos días” y “vayan con cuidado”. Si encuentras un ciclista varado, le preguntas: “¿necesitas ayuda?” y de ser necesario te detienes a ayudarlo. Mucha gente me pregunta si no me da miedo correr en la carretera. Desde el año 2009 han ocurrido más de 65 muertes de ciclistas en la carretera. No obstante, pienso que dejar de correr no es la solución a evitar la muerte de más ciclistas. La solución es que todos, ciclistas y conductores, conozcamos la Ley y la respetemos. Mucha gente desconoce la existencia de la Carta de Derechos del Ciclista, incluida en la Ley Núm. 22 – Ley de Vehículos y Tránsito de Puerto Rico.
Al igual que yo, muchos de mis compañeros ciclistas han entrado a este deporte por razones de salud. Ruedo con ciclistas que tienen más de 60 años que desean mantenerse en salud y extender su calidad de vida. Muchos de ellos excelentes corredores. También ruedo con personas que combaten el lupus, la fibromialgia, pacientes de cáncer, pacientes renales, operados de rodilla, diabéticos, sobrepeso y hasta Parkinson. He visto sus transformaciones y cómo este deporte les ayuda cada día. Personas que luchan por estar en pie, en lugar de estar tirados en una cama. Sería excelente que nos pusiéramos en el lugar del otro y aprendiéramos a apoyarnos y ayudarnos. Yo por mi parte, como buena ciclista, me he convertido en mejor conductora. Solo espero que todos hagamos lo mismo para que podamos seguir disfrutando de este hermoso y sano deporte que a tantos nos apasiona.