Hacía mucho calor en la autopista Luis A. Ferré, para ser poco más del medio día. Ya se acercaba la hora de reportarme en la oficina y yo estaba a mitad de camino de mi destino, sin una noción muy clara de cómo llegar. Cerca de la salida antes del Señorial Plaza, estaba tratando de leer los letreros cuando por esas cosas de la vida, mi visión periférica notó un bulto pegado a la barrera a mi izquierda. No había necesidad de que mis ojos cayeran en ese punto para saber lo que era, pero no pudieron resistir. Con su pelaje sucio, tostado por el sol y sangre seca, con las patitas tiesas hacia arriba y con su cara anónima congelada en una expresión indudable de dolor y hasta, para mí, de traición, yacía un perro muerto.
Como en una película que comienza por el final y retrocede al principio, mi mente imaginó decenas de estampas simultáneas sobre su vida: dónde habría nacido, quién lo habría adoptado y quién, si alguien, lo habría abandonado a su suerte. “Otro más”, diría cualquiera sin prestarle otro pensamiento, pero yo no pude evitar guardar unos minutos de silencio enjugados en lágrimas. “Está en un mejor lugar”, me traté de decir, con la mente y los ojos nublados de tristeza, “ya no está sufriendo”. Con ese pensamiento me tranquilicé. Pero surgió una duda: ¿Y los demás? ¿Qué hay de todos los que andan en basureros o callejones buscando qué comer, tomando agua estancada en las cunetas llena de asfalto y suciedad? ¿Qué hay de los que están por venir a sufrir?
Se estima que en Puerto Rico existen mas de cien mil perros que viven en las calles, según un artículo publicado por Primera Hora. Muchos de ellos viven de lo que encuentran en los alrededores, otros perecen atropellados por conductores en las calles y autopistas o son víctimas de abusos inhumanos, como ocurre en la infame playa Lucía, “Dead Dog Beach” en Yabucoa, escenario de distintos tipos de maltratos a los canes. Una suertuda, pero reducida minoría logra ablandar el corazón de alguna persona que decide darle un hogar. ¿El resto? Terminan, si tienen suerte, en algún santuario que cuide de ellos mientras encuentran una familia que les adopte, o en algún albergue, donde podrían correr el riesgo de ser “puestos a dormir”.
El director del Albergue de Animales Villa Michelle en Mayagüez, Eugenio Crespo, dijo a Diálogo que solo una minoría de los perros rescatados y puestos en buenas condiciones logran la adopción. Sin embargo, el grupo restante queda en espera o es posible que sean puestos a dormir por falta de recursos para mantenerlos. Solo en Villa Michelle se pueden recibir aproximadamente unos quince mil animales de gran parte del área oeste, muchos de ellos en malas condiciones.
Pero, ¿por qué hay tantos perros en las calles? Yamaris Torres, una de las colaboradoras en el santuario San Francisco de Asís en Mayagüez, uno de los tres santuarios “no kill” en la Isla, indicó que una de las razones es el abandono de los animales por parte de sus propios dueños. Torres afirmó que ha habido casos en que algunas personas después de años de relación con un perrito deciden que no pueden tenerlo más, ya sea por mal comportamiento o por no tener los recursos necesarios para cuidar de él, y recurren a los albergues y/o santuarios para dejar allí a los que son en esencia sus “hijos caninos”, o en otros casos los sueltan.
Ambas partes concuerdan, en que estos hogares para animales están sobrepoblados, y que no hay fondos ni espacio suficiente para mantener la afluencia de animales abandonados.
En Puerto Rico hay muchas organizaciones sin fines de lucro, como las ya mencionadas, que tienen como misión intentar aliviar la situación de muchos animales abandonados, proveyendo alojamiento temporero, buscando fondos a través de ventas, donaciones y haciendo actividades como el Sato Show que hará Villa Michelle el 16 de febrero en el Parque de los Próceres en Mayagüez, que fomenten la educación en la ciudadanía. ¿Y entonces, por qué cada día parecen haber perros “por un tubo y siete llaves”?
Torres indicó que muchos de los perros que sueltan no son castrados, lo que contribuye a la reproducción descontrolada de los animales. Afirmóque la esterilización y la educación con respecto al cuidado de un animal son las claves para frenar la incidencia de perros en las calles, punto en el que Crespo concuerda. Es más, Crespo enfatizó que parte del problema es que hace falta una campaña de esterilización en masa y no segmentada y limitada a unos pocos animales esparcidos por la Isla. La esterilización puede fluctuar entre $40 y $80. Sin embargo, en la Isla se realizan, varias veces al año, clínicas de vacunación y esterilización especialmente para esterilizar mascotas a bajo costo.