La súbita partida del historiador Fernando Picó ha conmocionado el mundo de la academia a la que perteneció desde el 1972.
Tanto la comunidad universitaria del Recinto Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPRRP), como la clase intelectual del País se mostraron sobrecogidos, pues el “hombre de la guayabera blanca” —como se le distinguía por los pasillos de la Facultad de Humanidades— y quien transformó la historiografía puertorriqueña, falleció durante la mañana de hoy en su hogar, la Residencia San Ignacio en Río Piedras.
Comprometido con los más vulnerables
Juan Hernández Cruz, miembro de la Academia Puertorriqueña de la Historia, destacó el compromiso social que Picó tuvo con “los de abajo; los pobres, los presidiarios y la mujer”. Manifestó que el fallecimiento de Picó es “una gran pérdida para el pueblo de Puerto Rico y los compañeros de la Academia de la Historia de Puerto Rico”.
Por su parte, Alfredo Torres, quien fuera propietario de la librería La tertulia, una figura muy conocida en el mundo de los libros y quien en los últimos años compartiera muy de cerca con Picó, declaró que “el sistema de la Universidad de Puerto Rico pierde a uno de sus más grandes intelectuales, alguien que verdaderamente representa lo que es ser universitario y trabajar en la academia”.
“Puerto Rico pierde al intelectual más importante de los últimos 40 ó 50 años”, afirmó. Torres agregó que Picó “fue un trabajador incansable y en sus trabajos transmitió la sensibilidad que tuvo con los marginados en la sociedad. Esto se puede observar en su trabajo en las cárceles”.
Igualmente, resaltó su rol como mediador en conflictos huelgarios. “El [Picó] fungió como un árbitro imparcial e inteligente; defendiendo una posición de avanzada en todo momento”, aseguró.
Sobre este aspecto comentó, además, la doctora Silvia Álvarez Curbelo. La historiadora, quien también fuera colega de Picó por muchos años, destacó que el fallecimiento de este extraordinario historiador se da en el contexto de una universidad que apenas ha concluido un proceso huelgario.
“En su libro Las vallas rotas podemos entender el perfil universitario profundo de Fernando Picó. En ese momento de la huelga 1980-1981. Fue un evento muy complejo donde hubo gran violencia y uso de la fuerza por parte del Estado y parte de la fuerza universitaria. La figura de Picó representó, junto a un grupo de profesores, ese factor que se enfrentó a la violencia y a la barbarie del poder”, señaló. Recordó que él y muchos profesores tuvieron la capacidad para poner su vida, su persona e integridad en riesgo en aquel conflicto huelgario.
“Pero había que hacer ese muro de contingencia para que las autoridades desatadas en esa violencia terrible no se enfrentaran con los estudiantes. Así que ese momento ejemplifica ese espíritu de consideración, de abrir corazones, de no aceptar violencias gratuitas por parte del poder que siempre caracterizó a Picó y su amor a sus estudiantes”, explicó.
“Siempre había una palabra amable y siempre había una palabra de darle una segunda, tercera y cuarta oportunidad para los estudiantes [ríe a carcajadas]. Aunque uno le dijera: ‘Ese estudiante no hace nada’. El decía: Sylvia, esa es la vida”, narró la también historiadora numerada en la Academia Puertorriqueña de la Historia.
“Su misión, su labor de tantas décadas con los confinados. Fuimos muchos los que fuimos a la cárcel [a impartir clases a los confinados] y los que siguieron yendo”, rememoró al destacar el compromiso de Picó con su vocación de maestro tanto en la universidad como en la cárceles y barrios.
“Si alguien entraba en el Archivo General de Puerto Rico iba a encontrar a Fernando Picó rescatando la historia de algún pueblo de Puerto Rico, con su guayabera blanca y su bolígrafo en el bolsillo de ella”, dijo aludiendo a la vestimenta que tanto lo distinguió.
El analista político e historiador, Néstor Duprey, también reconoció el trabajo investigativo que hacía Picó en el Archivo General y en la UPR.
Duprey comunicó a través de su red social que “la patria pierde un maestro como historiador y hombre de fe en el padre Fernando Picó. Un ejemplo de dedicación, humildad y compromiso. Quien vio al padre Picó investigando en el Archivo general, en CPR [la sala de Colecciones Puertorriqueñas] en UPRRP tuvo una enseñanza de disciplina y rigor con el ejemplo”.
Los profesores que integran el Cuerpo de Decanos del recinto riopedrense fueron otros de los integrantes de la academia que lamentaron el deceso inesperado del historiador y profesor distinguido.
“Picó fue uno de los miembros más distinguidos de la Universidad de Puerto Rico. Ejemplo de un cabal universitario por su compromiso y dedicación con su cátedra y con los estudiantes. Se distinguió grandemente por su calidad humana”, expresaron a través de un comunicado de prensa.
“Perdemos a un incansable defensor del derecho de la población penal a su rehabilitación a través de la educación. Es una enorme pérdida para la institución y para el País. Lamentamos profundamente su fallecimiento y extendemos nuestro más sentido pésame a sus familiares, amigos y colegas”, puntualizaron.
Por su parte, el sacerdote Jorge Ferrer, director del Instituto de Bioética Eugenio María de Hostos del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR y gran amigo de Picó, resaltó la labor social del sacerdote jesuita.
“Fernando no solo hizo una gran obra intelectual y toda su aportación a la historiografía de Puerto Rico, sino también una gran obra social teniendo en cuenta, primero su presencia, sus años de vida y de trabajo en Caimito, y después todo el trabajo que Fernando ha hecho en las cárceles con todo el proyecto de educación universitaria para los confinados”, indicó.
“Un elemento que se debe destacar de la persona de Fernando es su enorme compromiso por la justicia social. Ahí también hay un foco también de su dimensión cristiana. Quizás la manera en la que Fernando expresaba más su religiosidad era precisamente ese trabajo por los pobres, por los presos con la gente más marginada. Esa dimensión de compromiso social de Fernando se destaca”, señaló.
“La mejor manera de honrar la memoria de Fernando es tomando la bandera de ese compromiso con las poblaciones, miembros de nuestra sociedad más vulnerables, más débiles. Ese es el camino para una sociedad más fraterna y humanizada”, abundó.
Por otro lado, la profesora de Comunicación Tele-Radial de la UPR en Arecibo, Anilyn Díaz Hernández, compartió que trabajó con Picó en el ‘Annenberg School for Communication’ de la Universidad de Pennsylvania para el verano del 2015, mientras ella dirigía el programa.
Comentó que le sorprendió la lucidez y la forma en que narraba la historia de la Isla. “Lo hacía con arte y pasión, pero al mismo tiempo con una humildad tremenda, con la que envolvía al público y convencía. Sin duda, un ser humano excepcional”, expresó en declaraciones escritas a este medio.
Le dedicarían el Festival de la Palabra
La escritora Mayra Santos Febres, quien se encuentra en París, Francia, comentó con tristeza a Diálogo —vía telefónica— que el fallecimiento del también sacerdote jesuita significa la pérdida de “uno de los más grandes historiadores”. La escritora reveló que el Festival de la Palabra había comenzado a preparar un homenaje para Picó porque estaban temerosos de que un suceso similar fuese a pasar.
“Sobre la historiografía puertorriqueña, él fue quien empezó a trabajar una edición histórica más específica para contar historias. Ofreció una visión de mundo bien diferente a la que teníamos antes y nos apena mucho, pero a la misma vez reconocemos la enorme contribución que ha hecho a Puerto Rico”, dijo Santos Febres.
Según algunos de los discípulos y seguidores de este extraordinario académico consultados por Diálogo, el profesor e investigador del Departamento de Historia del recinto riopedrense ayudó a cuestionar la manera en la que está escrita la historia de la Isla.
Ese fue el caso de la profesora de la Facultad de Estudios Generales, Libia González, quien expresó que “hay maestros y hay maestros. Yo siento una profunda deuda y una gratitud infinita por el hombre, historiador y jesuita quien me enseñó por primera vez que la historia estaba mal escrita sin las mujeres, los niños y niñas, sin los campesinos, sin los estudiantes estudiantes, sin los trabajadores, sin la gente a la que llamamos común”.
“Con ese gran hombre de mirada perdida en la infinitud del horizonte visité fincas, cafetales, cuevas y el Archivo General de Puerto Rico. A él le debo parte de mi tesis de maestría y una importante lección de perdón y generosidad. A él también le debo mi primera fascinación por la historiografía francesa y el eco de su voz en mi memoria diciéndome ‘Libia, qué cosa.. la vida’. Descansa Fernando”, puntualizó.
Picó fue especialista en Historia Medieval, un investigador incansable y, entre otras cosas, se destacó por sus libros Historia general de Puerto Rico y Puerto Rico, tierra adentro y mar afuera.
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