Año tras año, el profesor y planificador Carlos J. Guilbe realiza un interesante viaje de campo en donde se camina desde la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras hasta la comunidad de La Perla. Mi oportunidad para disfrutar de este viaje fue el pasado año en un curso de Geografía Humana.
El recorrido comenzó en la Avenida Ponce de León, con su amalgama asfixiante de gases de combustión, el sofocante calor de los vapores pos lluvia que emanaba el caliente asfalto y nuestros cuerpos sudorosos. Anduvimos hacia el norte escuchando a Guilbe describiendo aquel paisaje compuesto, con la pasión de quien ama la Geografía. Continuamos la caminata entre edificios posmodernos y antiguas casas que increíblemente siguen erguidas a ambos lados de la Ponce de León.
Atravesamos lo que los alemanes llamarían el hinterland (pobremente traducido como “área de influencia”) de la Universidad, del Hospital con sus farmacias y oficinas médicas, altos edificios empapelados cual regalito de Navidad con innumerables anuncios publicitarios, entre otros fenómenos de la ciudad. Poco a poco nos movimos de la Ponce de León a la Avenida Luis Muñoz Rivera.
Llegando al imponente Coliseo José Miguel Agrelot fueron varios los deambulantes con quienes nos topamos, andaban lentamente con sus letreros improvisados y su vasito de Burger King solicitando algún menudo a quien detuviera su marcha ante la luz roja. Del otro lado de la moneda estaban los conductores, había quien compartía algún menudito, quien texteaba o hablaba con quien sea, quien miraba al horizonte como consternado o quien simplemente maldecía al semáforo, al tapón o a lo que sea mientras tocaba con ira su bocina.
Foto por: Ricardo Alcaraz
Era una muestra de los contrastes de la ciudad, de la prisa, del ruido y de la hostilidad. Más adelante nos adentramos en el Parque Lineal Enrique Martí Coll. Recorrimos todo el paseo, ya no entre bocinas y gritos, sino entre mangles y decenas de gallinas de palo. Así continuamos el recorrido hasta atravesar el Parque Central, el área del Centro de Convenciones Pedro Rosselló y lo que en algún momento fue espacio de un conglomerado de burdeles y prostíbulos famosos como el Black Angus. “Ya casi llegamos”, pensé. Cuando se viaja en carro todo parece más cerca… pero no. Faltaban muchos pasos para llegar a La Perla. Continuamos hacia el Capitolio.
El grupo caminó ante aquella enorme estructura de mármol contando algunos chistes y riéndonos. La caminata llegó a la Norzagaray y a medida que subíamos la cuesta se acababan las risitas. La lomita de la Norzagaray era cosa seria. ¡Ahora sí! Ya casi llegamos a La Perla, pero antes nos detuvimos en el cementerio Santa María Magdalena de Pazzis. Íbamos contemplando las tumbas de algunos hombres y mujeres ilustres.
Había tumbas con grietas como arrugas con muchos años de edad y otras que parecían saqueadas. Había una tumba decorada con banderas puertorriqueñas, con banderas de Lares y del Partido Nacionalista de Puerto Rico. Era la de Don Pedro Albizu Campos. Al salir del cementerio, llegamos a La Perla y anduvimos por las estrechas calles entre niños que jugaban, ancianos que amablemente saludaban desde sus balcones, curiosos que nos observaban con detenimiento y alguno que otro perro sato o gato sanjuanero. Allí culminó nuestro viaje. Descansamos sentados ante el Atlántico, donde la brisa marina nos acariciaba y donde olvidamos por un momento el calor de la ciudad antes de volver a ella.
Estos textos fueron parte de un ejercicio del curso GEOG 3635 (Geografía Cultural) del Departamento de Geografía en el Recinto de Río Piedras que dicta el profesor Rafael Díaz Torres este semestre.