Entre los escritores que he entrevistado, pocos han contestado de una forma tan cabal las interrogantes que tenía acerca del proceso creativo en las primeras respuestas ofrecidas. Eso me sucedió con el poeta Carlos Vicéns, quien recién publica la tercera edición de su excelente poemario Raíz de la ausencia (las primeras dos fueron en el 2009 y 2013). Toda una hazaña si se considera la dinámica acostumbrada que tiene la publicación de un libro en Puerto Rico.
Para que tengan una idea de su calidad, reproduzco unas impresiones del Catedrático y escritor Noel Luna acerca del mismo: “Raíz de la ausencia es lo que el deseo cristaliza en el lenguaje cuando ha cesado la experiencia. Su voz convoca sonidos que definen siquiera brevemente el hueco que va dejando su propia disolución. La apuesta lírica no cesa de aludir a un tú dolorosamente lejano cuya creciente evanescencia en la memoria es justo lo que vertebra el libro. […] La verdadera poesía surge cuando la experiencia no encuentra modelos conocidos para su transmisión, por lo que hay que inventarlos. Raíz de la ausencia augura una invención lírica, conceptual y lingüística a la que habrá que seguirle el rastro”. Y con ese propósito esta crónica urbana comparte su voz. El poeta Carlos Vicéns en sus propias palabras.
Carlos Esteban Cana: ¿Ha sido tu vida marcada por el signo artístico?
Carlos Vicéns: No sé exactamente cómo ni por qué mi vida ha sido marcada por el signo artístico. Comencé a leer y a escribir poemas cuando tenía quince años. A esa misma edad, también comencé a tocar piano. Todavía no me resulta suficientemente claro el motivo específico de mi inclinación hacia la poesía y hacia la música. Creo que se trató inicialmente por un impulso ingenuo y precoz.
A mis manos llegaron varios libros de poemas. Algunos que encontré en la pequeña biblioteca de la casa donde mi crie. Algunos que fueron obsequios de amistades que se percataron de mi interés personal por las artes creativas, y algunos que luego tomé prestado de la biblioteca de mi escuela superior. Entre estos libros, recuerdo las Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, el Azul y las Prosas profanas de Rubén Darío, el Extravagario de Pablo Neruda, el Trilce y Los heraldos negros de Cesar Vallejo, una antología de Alfred de Musset, una antología de Alphonse de Lamartine, los Sonetos completos de Garcilaso de la Vega, la Poesía lírica de José de Espronceda, y una antología de Julia de Burgos, entre otros. Leí estos libros con mucha ignorancia y cariño. Aunque no tenía un conocimiento culto de lo que estaba leyendo, no podía apartarme de esa lectura enajenada.
También había comenzado mi incursión, un tanto obsesiva, en la música clásica, escuchando a Bach, a Mozart, a Beethoven y a Rachmaninoff. De igual manera, no sabía bien lo que estaba escuchando, pero disfrutaba ciegamente de su efecto mágico, de ese particular estímulo de la imaginación. Esta breve nota de mis primeras experiencias con la poesía y con la música clásica resultará incompleta, pretenciosa, e inclusive un poco absurda, sin añadir a dicha nota el hecho de que estaba puerilmente enamorado, y buscaba, por mi torpe timidez, una manera más viable y especial de llegar a esa otra persona. Así fue que balbuceé secretamente mis primeros versos, y armé mis primeras piezas en el piano.
Por desgracia o sino, nunca llegué a compartir expresamente con esa otra persona, pero sí llegué, después de un largo tiempo naufragando, a mí mismo. Quizás, se trate de eso, de volver a la “otra orilla”, por usar un término que Octavio Paz menciona en El Arco y la Lira. Si vamos a hablar de marcas y signos artísticos, hay experiencias de vida que motivan fervorosamente a ensoñar, que estimulan la imaginación hasta la necesidad de manifestarla materialmente. A veces, estas experiencias son las que invitan a escribir y a realizar.
Carlos Esteban Cana: ¿Necesitas distancia o soledad para realizar tu obra?
Carlos Vicéns: El filósofo francés Gaston Bachelard, en su libro La poética de la ensoñación, menciona que la ensoñación creadora es un fenómeno de la soledad. No es que esté completamente de acuerdo con Bachelard, pero sí creo que hay una soledad o una distancia involucrada en el proceso creativo.
Por mi parte, no creo que se trate literalmente de un aislamiento o un distanciamiento, sino más bien de una aproximación íntima, de un acercamiento particular al ser. El mundo de hoy está colmado de constantes distracciones, lo que es natural, pero el asunto consiste en que muchas de ellas son desviaciones que privan el contacto con lo profundamente íntimo, o digamos, con lo que es. Hay soledades y distancias cuyos motivos son precisamente ese reencuentro y esa restauración de la intimidad propia, que se ha tornado ya en un mundo lejano.
No obstante, la obra también necesita experiencias con la vida otra, experiencias sociales, experiencias que amplifiquen la significación de esas soledades y esas distancias. En fin, creo que para imaginar y concebir, hay que experimentar la vida, oscilando entre la sociedad y el desapego, entre la experiencia convencional y la experiencia solitaria. Eso sí, no se trata de un requisito o de una condición artística. Cada artista encuentra su ritual, o su respectivo precepto filosófico para llevar a cabo su obra.
Carlos Esteban Cana: ¿Puedes describir tu poética, la materia prima con la que haces tu obra?
Carlos Vicéns: Todavía no creo haber descubierto ni descifrado una poética propia. Eso puede requerir una suma considerable de años. Se trata de una incesante búsqueda, de un continuo estudio de las conductas creativas que se manifiestan al escribir. No siempre he escrito de la misma manera, ni de los mismos temas, por lo que ha sido un proceso. No sé si como estoy escribiendo ahora, escribiré después. Claro está, sí hay constantes y retornos conceptuales que he podido observar en el transcurso de todo lo que he escrito hasta el momento, pero tampoco me preocupa tanto estar consciente de ellos, por lo menos ahora mismo.
Carlos Esteban Cana: En un mundo como el nuestro, ¿tiene lugar el arte, la palabra, la creación?
Carlos Vicéns: El arte, la palabra y la creación, no sólo tienen un lugar, sino muchos en el mundo. Donde haya malestar en la sociedad, donde haya falta de libertad de expresión, donde haya sed y hambre, donde haya sueño y realidad, donde haya deseo de presencia, donde haya vida y muerte, habrá poesía, habrá música, habrá imagen. La poesía es un espejo sintomático, más allá de su entorno social, cultural y político, de su entorno humano. El hecho de que se viva, de que se lata en un mundo relativamente modernizado (relativamente, porque depende donde te encuentres en el mundo), no implica que el arte, la palabra y la creación no tengan un lugar propio. Inclusive, no se trata sólo del lugar, sino también de las experiencias y las necesidades constantes de cada ser humano dentro y fuera de ese lugar. Quizás, me refiera a las experiencias universales, pero también, a las que se suelen ignorar como ínfimas.
Carlos Esteban Cana: ¿A qué aspiras con tu arte?
Carlos Vicéns: Cuando intento escribir poemas, al igual que cuando toco el piano, aspiro ciegamente llegar a algo o alguien, sin saber exactamente a qué o a quién. Ese llegar no tiene una expectativa literal, ni un rumbo fijo. Es un “Vuelo ciego”, como se titula un hermoso poema de Idea Viraliño. No escojo voluntariamente lo que aspiro con el arte. Vivir lo escoge por mí, lo cual no es menos. Sería idóneo aspirar a la libertad, al amor, a la justicia y a la paz, sin embargo, no sabría por dónde comenzar a buscar más que en la vida misma, y en sus experiencias.