Recientemente se presentó el libro “Casa del silencio” de Natalia Ortiz-Cotto en la Casa Ruth Hernández en Río Piedras. Un recital que se caracterizó por un balance entre lo tradicional y lo innovador. En la primera parte los escritores Janette Becerra y Stefan Antonmattei compartieron reflexiones acerca de la obra. Por su parte, Carlos Roberto Gómez, director de Isla Negra Editores, tuvo unas breves palabras de elogio para la autora y este nuevo poemario que se suma a su catálogo. La velada fue una celebración de principio a fin (hubo exhibición de arte, baile, performance y humor), en gran parte gracias a los artistas del Circo Nacional de Puerto Rico y la música de la banda Makula Barun. Y en medio de la efervescente noche festiva la poeta y este servidor fuimos dando cauce inicial a esta conversación que compartimos hoy.
Carlos Esteban Cana: Por qué privilegiar una poesía, llamémosla minimalista… una poesía que casi musita… se expande en susurros…
Natalia Ortiz-Cotto: Porque dice más de lo que su forma muestra. Porque en su minimalismo hay un mundo (o varios)… Porque tiene fuerza y una voz particular. A las cosas importantes le construyen monumentos, templos… Yo le he construido a mi poesía una casa.
Carlos:Para llegar a tal simpatía por esa clase de poesía intuyo que hubo mucha lectura, que la búsqueda no ha sido de la noche a la mañana… ¿Qué nos puedes decir de eso?
Natalia: Ha habido mucha lectura sí, pero en este caso, la forma me ha escogido, no la he escogido a ella. En un ejercicio de libertad, hace más de 15 años, la encontré. Tanto me liberaba de ciertas ataduras cuando entré a estudiar mi bachillerato, como liberé a mi poesía de estructuras y métricas. No creo en forzar al arte, a la literatura. Son lo que son. Es más sencillo aceptar eso y luego partir a explorar. A la poesía la dejo ser libre en todos los sentidos. Si deseo plasmar un sentimiento, una idea y me siento a escribir y solo nacen 4 versos, pauso. Si escribo dos páginas, también. Luego los miro nuevamente y si el poema me lleva a cultivarlo más, lo hago, si me pide dejarlo ser, lo dejo. Claro, entonces parto a trabajarlo, a editarlo… pueden pasar meses y hasta años, cuando lo vuelvo a retomar. No toda mi poesía es tan minimalista, pero sí Casa del silencio, porque así tenía que ser.
Carlos: Antes de hablar acerca de Casa del silencio en su totalidad, vayamos por las partes que integran esa estructura de versos. Contagio… ¿por qué contagio? Toparme de entrada con esa primera parte, sus piezas, devela… ¿hay temor en ese contagio o se trata de un artificio de la poeta, un intento descriptivo para nombrar lo experimentado.? Un contagio que de entrada parece estar vinculado a linderos amorosos cartografiados…
Natalia: Contagio… Contagio es artificio, temor, intento… El contagio es lo primero que viene. Vas a entrar a una casa llena de historias ocultas entre sus paredes. Yo vivo en esa casa. Es mi casa. Hace mucho tiempo fui contagiada por una voz, una voz que ha tomado muchas formas desde entonces, que ha hecho en mí lo que ha querido. Así como una enfermedad que no pudiste evitar su llegada y que no puedes controlar. Hay temor, sí. Enfrentarse a algo que te consume no es sencillo. Enfrentarse a una gran pasión, a lo que puede salir de allí, eriza la piel. Si no te da miedo, no es lo suficientemente grande – dicen algunos. Intento nombrar, dividir, descifrar… Y todo, de una forma u otra, viene a estar ligado al amor – y el amor es algo que toma muchas formas y nombres…
Carlos:Continuemos con la próxima parte. Se titula Ruido. ¿Por qué ruido?… Si en esa segunda parte, el lector percibe que hay un espacio de privilegio al silencio…
Natalia: Es ruido porque es lo que sucede en tu cabeza, lo que sucede en la piel. Aún en el silencio, todo habla. Todo estremece. Todo inunda. Como la oscuridad está llena de luz… Está el espacio de privilegio al silencio, pero es imposible callar la mente, callar al corazón, es imposible no sentir y eso habla, explota. La voz es más fuerte en el silencio.
Carlos:En Ruido se percibe una epifanía que experimenta la voz lírica… una epifanía corporal, que a la vez da la sensación que le trasciende…
Natalia: La voz se ha proliferado, ha tomado nuevas formas, cuerpos, aunque sigue siendo. El tiempo ya es otro. El cuerpo es quien recibe todo, quien ha recibido todo y quien lo traduce.
Carlos:La poesía se encoge/ por no saberse sometida a la línea/ que se traza entre la sombra/ y el porqué. En esta pieza que cierra la segunda parte encuentro ecos de una imposibilidad que, hasta cierto punto, asocio a linderos propios del inconsciente… lo intuyo por su título (DE) PRESIÓN, acaso algo de eso motivó su creación…
Natalia: Este poema recorre diversos caminos, diversos mundos que me pueblan. El de la poesía, el de las memorias vividas y no vividas, el de los deseos que fueron y los que no enfrenté. El título sí va de la mano con lo que motivó su creación. En un momento la poesía fue exigua en muchos sentidos… y había (hay) tanto que decir, que solo ganó el silencio.
Carlos:Ahora que entramos de lleno en esa palabra: creación… ¿Cómo llega un poema a su punto final? Una pregunta que me sirve de entrada para que compartas algo de tu proceso creativo…
Natalia: Como mencioné al comienzo, dejo a la poesía ser, la dejo libre. No la fuerzo… ¿para qué forzarla? Hay una conexión, un estrecho lazo entre el poema y mi ser. Tienen su propio lenguaje, un entendimiento que no sé cómo describir. Solo sé (aunque con escalofríos a veces) que ya ha llegado su fin.
Sobre mi proceso creativo: aunque soy muy disciplinada y estructurada en la vida, siento que debiera serlo más con mi escritura, que es mi gran pasión, que es el trabajo que amo, lo que me hace ser. Leo y escribo donde siento hacerlo, cuando siento hacerlo (la mayor parte del tiempo). Puedo estar en una barra viendo alguna banda de rock y saco felizmente mi libreta y me pongo a escribir. Me gusta el ruido, la música, la multitud para poder aislarme en mis mundos. Prefiero la noche. Durante el día me gusta la luz natural, estar afuera, respirar naturaleza para escribir. Hay días en que soy muy rápida, desplazo mi bolígrafo (ballpoint fine) y todo fluye con ligereza. Otros días se me hace difícil sacar todo de mi cabeza… la conexión entre las ideas y mis dedos queda interrumpida, quedo algo así como desconectada del mundo, y no puedo traer las palabras a la vida. Se quedan nadando en mi cuerpo. Mi cabeza no se detiene, siempre está creando… imagino que por eso no siempre coopera.
Carlos:¿Cómo llegó Natalia Ortiz-Cotto a la poesía? ¿Cuáles fueron esos primeros libros y personas que sirvieron como catalizadores para que hoy, años después, puedas presentar a los lectores esta Casa del silencio?
Natalia: La poesía llegó a mí, me eligió. Fue y siempre ha sido algo natural.
Participé en certámenes de oratoria y en pequeñas obras de teatro en la escuela desde primer grado. Eso me abrió al mundo de lo que pueden lograr las palabras. Ya en escuela intermedia, comencé a experimentar con la poesía. Recuerdo terminar los exámenes de matemática y ponerme a escribir. Tendría entre 11, 12 años. Durante el noveno grado fue mi despertar. Tuve un excelente maestro de español y fue él quien me impulsó a seguir la poesía como algo serio. Algo vio en mí, en mi escritura. El señor Alonso. Fue un sacerdote que dejó la iglesia y el celibato. Desde ese momento comencé a escribir con intención. Tenía entre 13 a 14 años. Comencé a participar en certámenes de poesía y obtener premios por mis escritos. Así continué hasta entrar al bachillerato a los 17 años. En ese momento entro en una nueva fase: ser libre, ser yo. Así mismo liberé a mi poesía de estructuras, métricas, temas… la hice libre. Ya en la universidad, Janette Becerra, me abre las puertas del Círculo Literario de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Cayey. Ella, Susette Acevedo, José Rosado, Tomás López Ramírez, Edgardo López Ferrer, José Olimpo, Ángel Matos, y varios otros cuyos nombres se me escapan, pasan a ser piezas claves en mi desarrollo como poeta, como escritora y en mi amor por la literatura.
Primeros libros… Las obras de Lloréns Torres, de Julia de Burgos, de Palés Matos, El cantar del Mio Cid…. esos son los que más lejos llegan en mi memoria. Ya luego entran hacia mis años de escuela superior Clara Lair, García Lorca, Neruda, Benedetti… Poetas puertorriqueños (que no recuerdo bien sus nombres) cuyos libros compraba en Ferias del Libro o cuando pasaba por la librería del Instituto de Cultura Puertorriqueña en Viejo San Juan, que estaban en liquidación y costaban hasta $1. Donde quiera que veía mesas con libros, me detenía a comprar alguno de poesía…
Carlos:Continuemos ahora con la tercera y última parte del poemario. La misma se titula Destrucción. En esta parte la voz revela cierta levedad y movimiento, ante el encuentro…
Natalia: En este viaje ya ha habido de todo, así que ¿qué queda? Se es más ligero cuando uno se abre, cuando aceptas, cuando fluyes hacia lo que eres. Hay un encuentro con el ser, con la esencia… con todo lo que hace a la poesía. Es una entrega.
Carlos:Aquí el silencio se hace más presente, incluso se hace luz y tiene sonido… Podríamos hablar de una omnipresencia del silencio… y de lo que permite…
Natalia: Todo habla en el silencio, todo habita en estos silencios así que, ¿por qué no escucharlo? Todo lo que soy, lo que he sido y sentido. La voz, las voces, los circunscritos… En la poesía soy.
Carlos:Si hablábamos antes de que el silencio adquiere algo, llega a tener luz… Sin embargo, la estructura que resulta de ese silencio -esa casa- está oscura, a media luz…
Natalia: La casa adquiere luz, pero no completa. El conocimiento es luz. Pero no puedo iluminarla del todo porque luego estaría mostrando demasiado. Tal vez haya algo de control por mi parte… Hay cosas que funcionan mejor a media luz. Donde la imaginación y las experiencias adquieren un papel importante en el juego. En esta casa que he construido, destruido y reconstruido, cuyos cimientos más antiguos van desde el 2000/2001 hasta el 2013, vivo.
Carlos:En ese binomio del tiempo y el destiempo veo una pareja que danza… ¿Acaso uno y otro son necesarios para establecer el ritmo de este silencio enunciado por las memorias hilvanadas a mordidas?; quizás evocadas por quien contempla las propias cicatrices… el ala rota después que se experimentó el vuelo…
Natalia: Sí fueron y son necesarios el tiempo y el destiempo… En la piel se quedan muchas cosas, en las cicatrices (las que te impusieron y las auto impuestas), en las marcas, en la tinta que me mueve. Lo que no sucede también queda allí. No hago más que rememorarlo todo desde el silencio. En esta destrucción he compuesto la voz que me pertenece, la he reconocido.
Carlos:Y llega la voz poética en el transcurso natural a no mirar el silencio como algo exógeno, fuera de sí… en ese transcurso, quizás también como resultado del tiempo/destiempo, se hace consciente de que es su silencio, se apropia del mismo…
Natalia: Hay aceptación, reconocimiento. No es fácil verse completo, mirarse sin filtros… La voz es silencio en sus múltiples formas y el silencio es poesía.
Carlos:Acaso a la salida de la Casa del silencio, el lector no se encuentra con una especie de oxímoron… y menciono esto debido a que esa voz lírica que privilegia en estas páginas, el silencio no es sino a través de lo que se emite que puede manifestar los contornos de esa silenciosa estructura. Es imposible no hacerlo, ya sea con un trazo minimalista si se quiere, con palabras saladas bañadas de rabia/ palabras (de) sangradas en un océano pero siempre y únicamente a través del pensamiento que se hace lenguaje, la poesía que, a fin de cuentas, trae la secuencia infinita/ en lo que se ha convertido (recordar, recordarle, y en primera persona) recordarte… Y por eso, también, esa última página: LA DESTRUCCIÓN.
Natalia: Podría ser un oxímoron, no lo sé… La casa fue construida con cautela. Los poemas son, tienen sus vidas y cuerpos, y los silencios que los componen, traen mucho consigo. Es mi exhortación al lector a que los descifren, que los decodifiquen, que se encuentren como me he encontrado yo. Como me encuentro cada vez que los leo. El lenguaje es la vía que utilicé para pintar la casa, para ocultar o mostrar esos silencios. Las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia, como bien escribió Pizarnik. Para construirme hubo destrucción, hubo rompimientos, cicatrices, manchas… y al final lo que buscaba, siempre había estado allí.