El pasado 4 de diciembre sería la fecha en la que integrantes de la industria del libro se reunirían en la Oficina de la representante Brenda López de Arrarás, quien preside la Comisión de Educación para el Fomento de las Artes y la Cultura de la Cámara de Representantes, para discutir detalles más específicos del Proyecto de la Cámara 1033 que propone la creación de la Plaza del Libro y del cual se han realizado vistas públicas en octubre y noviembre.
Varias entidades y personas ya han ofrecido su punto de vista mediante ponencia. El Instituto de Cultura Puertorriqueña (representado por su subdirector, Pedro López Onna y el director de la editorial, Ángel Antonio Ruiz Laboy) se opuso a la misma. En apoyo al proyecto depusieron el rector del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Miguel Rodríguez López; la escritora Mayra Santos Febres, presidenta ejecutiva del Salón Literario Libroamérica; la Compañía de Comercio Exterior de Puerto Rico (adscrita al Departamento de Desarrollo Económico y Comercio), a través de Agnes Crespo Quintana, subdirectora de la entidad y quien detalló las leyes vigentes por las cuales se pueden beneficiar las empresas medianas; y los libreros Alfredo Torres y Javier Ortiz, representando a la Asociación Puertorriqueña de la Industria del Libro (APRIL), entre otros.
Para conocer más acerca de este proyecto y del sentir de los diversos sectores, asistí a la reunión más reciente de APRIL que ocurrió el pasado 10 de noviembre en Libros AC, en Hato Rey. A continuación una crónica de lo que allí ocurrió.
Inicio
Alfredo Torres, propietario de la librería La Tertulia lideraba la reunión. Y como primer paso hizo un recuento de la primera reunión que se dio -hace dos años aproximadamente- entre miembros de APRIL con Brenda López de Arrarás, en la que ofrecieron su parecer acerca de la situación actual de la industria del Libro. Cabe destacar que las gestiones posteriores que promovió la representante, mediante enmiendas, permitieron que se eliminara al libro de nuevos impuestos por concepto de IVA o IVU.
Torres sintetizó que el proyecto propone crear una junta que dirija lo que sería una Plaza del Libro, adscrita al Instituto de Cultura Puertorriqueña. La misma sería presidida por el ICP e integrada por 5 miembros: el director del ICP, el director del Centro de Estudios Avanzados, el director del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, y dos integrantes del sector del Libro. Esa junta se encargaría de organizar el reglamento y la forma de operar de la Plaza de Libro, y a su vez identificar un edificio del gobierno que no esté en uso donde se establecería la misma.
APRIL, como entidad, representada por el propio Torres y por Javier Ortiz de la librería La Tertulia del Viejo San Juan, ofreció en su ponencia las siguientes recomendaciones para que el proyecto fuera exitoso:
- Que esta Junta en lugar de estar adscrita al ICP se adscribiera a Fomento Económico, tanto por lo cultural como por lo económico;
- Que el componente mayor de la junta sea integrada por el sector privado de la industria del Libro, gente con experiencia en gerencia, mercadeo, publicidad y administración, por el carácter comercial del proyecto;
- Que se identifique e incluya el fondo ‘semilla’ económico para comenzar este proyecto, ya sea por aportaciones o por préstamos;
- Que sea un espacio en condiciones para operar;
- Que el mismo esté ubicado en un lugar céntrico, de fácil acceso, que cuente con un estacionamiento;
- Que Plaza del Libro se forme como una cooperativa de empresas por las ventajas contributivas que esto representa;
- Que este proyecto que está pensado para el Área Metropolitana se pueda desarrollar en otros lugares y regiones de Puerto Rico.
Y antes de abrir la discusión, Torres concluyó: “Estamos hablando de un conglomerado de empresas independientes que comparten unos gastos, que van a tener, en la propuesta, el auxilio del gobierno en la etapa de arranque y desarrollo; que una vez tengan la capacidad, en lugar de pedir, pedir y pedir eso se auto-sostenga”.
La discusión
Esta parte de la reunión dio inicio cerca de las 8:00 de la noche y cuando tuve que irme a las 10:00 de la noche todavía continuaba el debate en busca de consenso. Puntualizado lo anterior, presento una brevísima síntesis de lo que se discutió durante esas dos horas.
La primera persona que tomó la palabra fue Patricia Gutiérrez, presidenta de la Editorial Plaza Mayor, quien expresó su “preocupación, en la medida en que los editores se presenten como detallistas van a afectar al librero, y yo creo que eso no debería ser así”.
De acuerdo con Gutiérrez, un editor se supone que distribuye, “un editor es automáticamente distribuidor de sus propios fondos, de modo que todo editor tiene dos sombreros: el de editor y distribuidor. No tiene que tener el de librero. Convertirse en detallista atenta contra el librero, porque el librero se supone que sea la vitrina de los editores”.
Gutiérrez añadió que tal preocupación era una muy legítima, y puso como ejemplo que de montar un kiosko de ‘x’ pies cuadrados en Plaza del Libro, su editorial vendería en directo por lo que ganaría más; lo que a su vez representaría que el librero va a desaparecer.
En esa misma dirección, Samuel Medina, director de la librería y editorial Libros AC, manifestó que las personas que están proponiendo este proyecto no conocen cómo se mueve la industria del libro, ya que se está utilizando de referencia cómo era en el pasado, pero –puntualizó- que ya ha cambiado el contexto económico en el que estamos.
“Yo tengo más preocupaciones, a diferencia de lo que la legisladora dijo a la prensa de que no había preocupación de parte de la industria del libro con respecto a esta propuesta. Y más que hacer este comentario lo que tengo son preguntas porque la única referencia que se utiliza como modelo económico es Borders. Una propuesta de tres páginas que ni siquiera es una propuesta, es una propuesta para hacer una propuesta”, señaló.
Las intervenciones de unos y otros de los miembros de APRIL continuaron. Se abordaron temas como: la ubicación de Plaza del Libro; la escasez de puntos de ventas; el reto que representaría el establecimiento de librerías pertenecientes a la compañía de comercio electrónico Amazon; y enmiendas a la Ley del Libro que recién expiró. También se habló sobre el tipo de experiencia que recibe el público cuando visita una librería o un festival literario, que va más allá de adquirir un libro, y la limitación actual de la oferta del libro en Puerto Rico comparado con el potencial que existe.
Por su parte, Ángel Antonio Ruiz Laboy, director de la Editorial del ICP, expresó que asistió a la reunión de APRIL para escuchar y que la misma debió haberse dado antes de la que la entidad ofreciera su ponencia. También describió el proceso para convocar a quienes participaron de las vistas como uno sumamente accidentado, ya que al propio ICP llegó el aviso a última hora.
“Estamos hablando mucho del mercado del libro a nivel económico, pero no hemos hablado del mercado del libro a nivel social y cultural. Una Plaza del Libro un poco puede alejar el libro de la cotidianidad, donde el libro debería estar. El hecho de que no existan puntos de ventas, afecta o es un síntoma de una enfermedad. Y esa enfermedad es más bien que no hay un proyecto de difusión y promoción de la lectura en el País. Si ese proyecto existiera la demanda generaría más puntos de venta”, explicó.
Lo cierto es que el ICP cuenta con 3 puntos de ventas que en un momento dado fueron utilizados como tiendas de artesanías por administraciones anteriores, pero que ahora –y gracias a la visión de Ruiz Laboy de difundir el libro puertorriqueño- son librerías. Aunque es una red limitada al Viejo San Juan, Ponce y Utuado. En este punto, la posición de la agencia durante las vistas fue clara en cuanto a que los fondos propuestos para Plaza del Libro deberían destinarse a la Editorial con el propósito de crear puntos de ventas adicionales y contar con mayor presupuesto a la hora de comprar libros a las diversas editoriales existentes; también que se promoviera una ley de incentivo para fomentar el surgimiento de nuevas librerías y fortalecer las existentes.
El debate aquella noche en Libros AC no parecía tener fin. Antes de despedirme, sin embargo, pude escuchar lo que manifestó Ángel Antonio como cierre de su intervención: “Las tres direcciones que hay que trabajar son: atender el mercado del libro puertorriqueño; generar más puntos de ventas; y desarrollar un proyecto de fomento de la lectura”.
La historia, por supuesto, no acaba aquí. Por nuestra parte, seguiremos informando.