Dos días después de publicada su columna de opinión titulada: “UPR: ¿fobia al trabajo?”, tuve la oportunidad de leerla y me tocó muy personalmente por razones que explicaré más adelante. A diferencia de su posición privilegiada como reportero yo no tengo la opción de publicar una columna en el periódico internacional más grande del mundo -según usted-, de modo que recurro a este medio.
Antes que todo, me veo en la obligación de identificarme: soy un estudiante de Historia del Arte de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras y mi número de estudiantes tiene los dígitos 09 en medio. Como usted sabe, esto quiere decir que llevo desde el 2009 en el sistema, y sin poder terminar un bachillerato, relativamente, corto. No han sido las huelgas, ni cualquier otra manifestación estudiantil lo que me ha impedido terminar. Tampoco soy un estudiante irresponsable, de hecho he tenido la oportunidad de participar de congresos, simposios y otras actividades similares gracias a mis investigaciones. Mi problema ha sido económico. Pero antes de que piense que intento apelar a su piedad a base de mi historia personal de pobreza, permítame explicarle que tengo dos trabajos desde el 2011.
Mis primeros dos años de estudios fueron turbulentos, en ese entonces tenía un solo trabajo y por problemas con papeleos personales no me aprobaron la beca. El incremento de 800 dólares en la matrícula, que desató la huelga del 2010, literalmente me afectó al punto en que me dieron de baja de los cuatro cursos de un semestre. Como consecuencia, no pude tener acceso a la universidad por otro semestre, y aún cuando pude regresar solo tenía acceso a los cursos después de el resto del estudiantado, por lo que me resultaba difícil conseguir cupo. Todo por no haber podido pagar la matrícula. Soy hijo de una madre divorciada y no veo a mi padre hace más de diez años; si a esto se le suma que somos tres hermanos -yo siendo el menor- entenderá que tampoco provengo de una familia adinerada.
Llevo seis años trabajando en el cine; lo cual implica trabajar veinte horas semanales, incluyendo fines de semana, días de Navidad y otras festividades, en turnos que pueden llegar a ser hasta las 2:30 a.m. Pero esto no me alcanza a pesar de que actualmente sí recibo la beca Pell. Así que durante periodos de clase trabajo diez horas por jornal en la universidad. Haga la matemática y notará que mis ingresos son mayores a la de la mayoría de mis compañeros y compañeras, pero sucede que “la cosa está mala” en el país. Mi familia necesita de mí. Me debo a mi casa y a los sacrificios que ha hecho mi madre para que yo tenga la oportunidad de trabajar con obras de arte, como he decidido hacer. Aún así cuento con dos tarjetas de crédito (solían ser tres) que no he podido saldar desde que las obtuve. Si aún no he solicitado préstamos es porque espero graduarme este semestre y planifico continuar un postgrado que, obligatoriamente, me endeudará.
Entonces, ¿cuál es el maldito miedo del que usted habla? Desconozco su edad, pero si estudiaba cuando aún la PR 22 no se terminaba, supongo que ha llovido bastante desde entonces. Como reportero usted debería saber que en los pasados diez años el costo de vida en la isla se ha disparado y que un ‘part-time’ no alcanza para pagar hospedaje, comida, libros y/o materiales, como es el caso de los estudiantes de Arquitectura. He sido testigo de que a veces estos compañeros y compañeras duermen en sus cubículos para poder terminar sus proyectos a tiempo. Igualmente, aquellos estudiantes de Ciencias Naturales, ¿cómo van a tener doce créditos mínimo, involucrarse en organizaciones, participar en investigaciones u otros proyectos para elevar su nivel de competencia? Eso sin mencionar a estudiantes –como una amiga mía- que toman hasta veintiún créditos, siete cursos, para adelantar sus dobles concentraciones.
¿Tiene usted idea de hasta qué horas ensayan los estudiantes de Drama? ¿Cuándo se supone que los estudiantes de Historia visiten los archivos para sus investigaciones si la mitad de su tiempo están en clase y la otra trabajando? Podría continuar dando ejemplos, pero el fin es que me consta que la universidad exige mucho más que las horas contacto que se dan en los salones de clase, sobre todo para aquellos que, como yo, hemos escogido una carrera altamente competitiva.
Con su vulgar desplante y la glorificación que hace a la dificultad, olvida que la universidad está diseñada para que los estudiantes no necesiten trabajar. Quizá sus cursos de historia fueron de esos en los que se quedó dormido por haber trabajado el día antes, así que permítame explicarle que el campus riopedrense (primer recinto de la universidad, por si se le olvidaba) fue concebido de acuerdo el modelo ‘academic ville’ proveniente de los campus estadounidenses. De modo que la universidad misma se trata de un espacio diseñado, específicamente, para que los estudiantes no necesiten salir de sus confines. Si a esto le sumamos las deficiencias en la transportación pública, quizá se figure el problema en la “solución” que plantea: el mero hecho de ser estudiante dificulta el conseguir y mantener un empleo. De hecho, me consta que algunos patronos prefieren no contratar estudiantes porque cada semestre deben ajustarle el horario de trabajo.
Sé que mucho ha pasado desde que se fundó la universidad. Pero el hecho de que la UPR se encuentra entre las mejores cien universidades de Latinoamérica no se debe a que sus estudiantes se dediquen a sus estudios parcialmente. Quizá de usted haberse dedicado por completo a los libros no sentiría la necesidad de emplear palabras soeces para fortalecer sus débiles argumentos. Pero, repitiendo, las cosas han cambiado muchísimo desde que usted estudiaba y, sin embargo, la estructura de la universidad sigue siendo similar: busca que el estudiantado se consagre al estudio, como los monjes de clausura en el medioevo (de donde evolucionó la estructura actual de la universidad, por si no comprende la referencia).
La debacle económica en la que los políticos nos han sumido, y el cómo afecta al estudiantado sencillamente no la podemos confrontar consiguiéndonos un ‘part-time’. Se lo aseguro, yo que tengo dos y muchas veces tengo que dar un tarjetazo para la gasolina de mi carro (mientras rezo para que no se me dañe porque entonces sí se me forma un lío), de modo que pueda llegar de Carolina a Río Piedras de lunes a viernes. Y, que conste, no me da ningún orgullo decirlo; si hubiese tenido la oportunidad me habría dedicado 100% a mis estudios. Pero sucede que los residentes de Carolina -como muchos de otros pueblos aledaños a San Juan- no tenemos el beneficio de solicitar residencia en el campus como bien pudo haber hecho usted, evitándose los viajes.
No señor, no le compro su supuesto martirio y manipulación de la verdad: usted también tenía oportunidades a las que decidió no acogerse en su gesta pseudo-heroica de “hay que partirse el lomo”. Aún hoy, estoy segurísimo de que un obrero se sacrifica mucho más que usted día a día y, a juzgar por la columna a la cual respondo, aporta bastante más a nuestra sociedad. ¿Acaso no se da cuenta de que su opinión constituye una gran queja de su parte mientras jura que nunca se ha quejado? Quizás si hubiese leído más y estacionado menos vehículos, lo entendería mejor.
Pero me quedó muy claro el motivo de su publicación, de corte claramente estadista, solo buscaba politiquear antagonizando al estudiantado de la UPR. No menciona, por ejemplo, que muchos trabajamos en la misma universidad y que no estamos protestando únicamente por los aumentos sino porque los recortes afectarían nuestra posibilidad de trabajar tanto como la de cientos de profesores. Curiosamente, obvia que no todos los estudiantes reciben becas, en especial los que están cursando estudios graduados. Todos pagamos el IVU, ¿no merecemos que se invierta en algo más que en “asesores”? De este mismo dinero –suyo, mío y de todos los puertorriqueños- se alimenta la universidad. Mismo dinero que desangran los políticos dándoles contratos a expolíticos, en los cuales el pueblo decidió no confiar en las urnas.
En cualquier caso, ¿no le parece una mejor idea costear la educación de decenas de estudiantes antes que pagarle a la hija iletrada de Jorge de Castro Font para que “asesore”? ¡Ah! Pero a usted le parece más importante sugerir que ese dinero “gringo” es necesario, con un falso disimulo francamente ridículo. Esto, cuando todos sabemos que este dinero proviene de los impuestos que todos los ciudadanos estadounidenses tenemos que pagar; tema en el cual los puertorriqueños no hemos tenido ni voz, ni voto desde 1898. No, esas cosas no las menciona. Opta por hacer del estudiantado una masa homogénea de bebés llorones independentistas que parangona con el dios azul del Olimpo “trabajador”: Alex Delgado. Decide hacerse el bravucón falseando la libre asociación y la independencia como alternativas viables y tira al medio que Estados Unidos es la primera potencia mundial. Esto último, sin especificar que este título únicamente se le debe a su poder militar; un poder que succiona tanto dinero del presupuesto de la nación que el presidente actual está cortándole dinero a cuanta agencia puede.
¡Gran solución la que nos da usted! Que busquemos un trabajo ‘part-time’, uno en el que hoy legalmente nos puede hacer trabajar por diez horas con un descanso de treinta minutos para luego ir a coger cuatro clases mínimo y salir a hacer proyectos, a ensayar o la práctica del equipo para tener una oportunidad de estar entre esos que tanto laureábamos durante las últimas semanas. ¡Estupendo consejo! Porque, claro, el problema económico del país, que imposibilita que el estudiantado reciba los fondos necesarios para dedicarse a los estudios de modo que podamos realizar labores extracurriculares para hacer de la UPR una institución de altura, eso es culpa nuestra, ¿no? ¿Nosotros traqueteamos con los fondos públicos, tomamos prestado y desaparecimos miles de millones de fondos públicos? No, señor, usted con esa columna no hace más que defender disimuladamente a los verdaderos responsables de nuestros problemas en el país.
Precisamente por posturas como las suyas los ‘millennials’ cada vez creemos menos en instituciones como la que le da carta blanca para hablar de temas que no le competen. Uno esperaría que, siendo usted periodista, se dedicara a investigar aquello que aqueja al país. Sin embargo, aquí está, atacando al porcentaje más pobre del país. El porcentaje que lucha por su crecimiento personal, por salir de su situación económica y/o elevar su nivel educativo; aquel pequeño porcentaje sobre el cual descansa el futuro incierto de nuestro país. ¡Ah! Pero, si son los azules quienes hacen los recortes, hay que defenderlos, ¿no? Yo no defiendo a rojos, azules o verdes, claramente nos hace mucha falta trascender la política partidista tanto como a personas como usted, que no hacen más que atrasar más a nuestro país con todo y su supuesto arduo trabajo. No sea hipócrita, señor Delgado. Sus argumentos son tan pesados como su apellido.