Uno de los íconos del reggaeton, David Sánchez Badillo conocido como “Tempo” recibió una sentencia de 24 años en prisión, luego de ser declarado culpable de conspiración por poseer y distribuir heroína y marihuana. Pero, ocho años más tarde y luego de admitir su culpabilidad, puede quedar en libertad en los próximos años con un acuerdo entre Fiscalía Federal y su defensa para reducir su sentencia de 24 a 14 años. Si cumple con las horas de servicio y otros requisitos podría culminar su sentencia en tres años.
Las fotografías de los artistas y familiares felices que estuvieron presentes en el Tribunal Federal clamando su libertad y proclamando su inocencia fueron publicadas a todo color e incluso en página completa en algunos rotativos. Las citas de los raperos comprometidos con la causa casi eran la entrada de las historias. ¿Perpetuamos el melodrama mediático y nos hacemos cómplices del crimen organizado y sus consecuencias en la sociedad? O, por el contrario, ¿nos deberíamos indignar ante este despliegue?
Definitivamente “Tempo” es un ícono de la “cultura popular”. Ese cantante, cuyas letras pregonaban una oda al narcotráfico, ha generado movimientos, editoriales y hasta juntes con el estribillo: Liberen a Tempo. Es un personaje del pueblo, de ese pueblo marginal que lo aclama. Seguramente del mismo que aclama a Coquito. El sociólogo de la comunicación Héctor Sepúlveda explica cómo históricamente el pueblo y las clases marginadas buscan su propia representación ante el poder a través de sus propios líderes y cómo entre éstos se colaron “los bichotes del punto”. Según Sepúlveda estos representantes de las comunidades del margen ante el poder también han logrado, con su trabajo, construir verdaderos íconos mediáticos de representación de las nuevas utopías del talento de dicha marginalidad.
“Hay un mapa sencillo: poder, margen y medios. El margen se refiere a estos nuevos representantes y su manejo de los medios (de comunicación) para el protagonismo de su identidad. No son otra cosa que representantes mediáticos de dichas comunidades”, sostuvo. Indicó que “Coquito” fue el primero en destapar esa caja de Pandora. “El poder por fin se ha percatado de este aparente absurdo y eso explica porqué Coquito fue eliminado y Junior Cápsula correrá la misma suerte”, señaló.
Para el catedrático de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, esta situación mediática ocurre en dos vías “por el espectáculo mediático que el gobernador Fortuño y sus jefes federal – policiaco han protagonizado en las comunidades (de las que provienen estos individuos). Sepúlveda planteó cómo el teórico Niklas Lumann hablaba del poder como medio de comunicación. “Sin embargo, dicho poder es mayor comunicante cuando es mediático, cuando se materializa y se hace social a través del medio de comunicación masiva. Es por eso que el poder busca tanto al medio, se deja y gusta ser seducido por éste porque sabe que se hace más grande y más poderoso”, señaló.
¿Y cómo responde los medios a esa seducción? Es de todos conocido el papel que juegan los medios de comunicación en la legitimación y la difusión de los valores a través de su cobertura de la información y la formación de la opinión pública. Sin embargo, por años ha sido un debate la manera en que plantean las representaciones de la violencia a través de éstos y el impacto que estas representaciones tienen en el individuo.
¿Cuánto aporta a la sociedad la gran cobertura de las expresiones triviales de los artistas sobre el caso “Tempo” y los detalles sobre las “parejas consensuales” de “Junior Cápsula”? ¿Cuánto la cobertura detallada de todas estas situaciones de crímenes y de otros tantos sucesos violentos fomenta la agresividad, el desasosiego y hasta la banalidad?
Es cierto que la cobertura responsable de estos eventos lleva a informar al público sobre las situaciones actuales y hasta al descubrimiento de pruebas sobre esquemas en que algunos políticos están involucrados. También es cierto que no se puede responsabilizar sólo a los medios de comunicación. Es una cuestión social y todos: el gobierno, la empresa privada y los individuos tienen que tomar cartas en el asunto. Sin embargo, sería preferible que el Cuarto Poder, aunque sea un negocio, proponga alternativas, promueva y fomente una cultura de integración e inclusión que promulgue los principios de convivencia.