Si decimos que las cintas de Spiderman, Superman y The Avengers son el mismo plato de comida soso, Deadpool es el mismo plato pero con sabor —y muy, muy picante. Desde el inicio de su campaña publicitaria, este filme prometió ser algo nuevo en el atestado universo de los superhéroes. Aún cuando sigue la fórmula de las películas de este tipo, Deadpool difiere de las demás por un gran sentido de humor paródico y por su protagonista, Ryan Reynolds, cual pez en el agua en el género de la comedia.
En esta historia, Wade Wilson (Reynolds) —un exmilitar separado deshonrosamente del ejército— trabaja como mercenario en Nueva York. Wilson conoce Vanessa Carlysle (Morena Baccarin), una joven prostituta, y tienen una larga y apasionada relación hasta que este es diagnosticado con cáncer terminal. En busca de una cura, Wilson abandona a Carlysle y se somete a un experimento clandestino llevado a cabo por Ajax (Ed Skrein). El fin del experimento es otorgarle poderes al ser inyectado con un suero que contiene genes mutantes. Para activar la mutación, los niveles de estrés son maximizados por varios métodos de tortura. En un momento del experimento Wilson se burla de Ajax, y este lo castiga con una tortura tan extrema que Wilson termina desarrollando poderes de recuperación y regeneración, pero queda con al piel cicatrizada permanentemente. Luego de una explosión, Wilson se enmascara y asume la identidad de Deadpool para localizar a Ajax con el propósito de arreglar su piel, regresar a su amada y vengarse.
El personaje de Deadpool pertenece al universo de los X-Men. El súper —o deberíamos decir, anti— héroe había estado anteriormente en la pantalla grande en X-Men Origins: Wolverine (2009). En este filme, el personaje fue reducido a otro antagonista para Wolverine (Hugh Jackman) y hasta el mismo Reynolds reconoce que no se le hizo justicia al personaje.
En teoría, hemos visto esta historia varias veces: el origen de un superhéroe y su lucha por vengarse de los responsables de su condición trágica. Mas si bien la historia es la misma, la narrativa y el personaje son completamente originales. Aun cuando ostenta capacidades sobrehumanas, Deadpool no es un superhéroe ya que no intenta proteger ni salvar a nadie, sino vengarse —y en el proceso, asesinar a sangre fría y hacer chistes. También tiene un sentido de humor muy oscuro y sexual, algo completamente ajeno a las adaptaciones de historietas de Marvel y DC Comics. Capitán América no es capaz de relacionarse con una prostituta. Thor no habla de la masturbación. Deadpool también es de los pocos largometrajes del género de los súperheroes que alardea un rating de R, lo que le da espacio a ser más violenta, sexual y cruda.
Reynolds, quien es recordado por sus roles en comedias como Van Wilder (2002) y The Proposal (2009), no es una estrella muy conocida. Realmente, la mayoría de su filmografía deja mucho que desear. En Deadpool, sin embargo, el actor utiliza el humor sarcástico que pulió en las pasadas comedias, detalle que abona un particular encanto a la trama. Son pocos los actores que podrían incorporar los elementos físicos con el humor que el rol exige, pero Reynolds lo ejecuta a la perfección.
Algo muy particular a Deadpool es la narración. El divertido libreto, escrito por Paul Wernick y Rhett Reese, hace muchas referencias a pasadas cintas de superhéroes, incluyendo la fracasada Green Lantern (2011), protagonizada por el mismo Reynolds. El libreto invita a su público a burlarse de los clichés de las películas de superhéroes, con la ironía —a propósito— de no escapar de ellos. A la vez, la dirección de Tim Miller —que cuenta en Deadpool su primer largometraje— hace un excelente trabajo al presentar la historia de forma no linear y llena de sorpresas.
Aunque su trama sea una ya conocida, Deadpool le da vida nueva a este conocido cuento. Esta adaptación milagrosamente logra hacer algo nuevo en este género tan agotado. Gracias a Reynolds y a un astuto libreto, Deadpool es una aventura que todos, y no solo fanáticos de los súper-antihéroes, podrán disfrutar.