Nota del Editor: Diálogo presenta en edición especial algunos de los textos escritos por los participantes del taller de Literatura y Escritura Creativa: Desde Adentro, impartido en la institución 945 del Complejo Correccional de Guayama. Hace un año, trece confinados se reencontraron con el lenguaje y como parte de la exploración de la palabra se convirtieron en escritores. Para algunos de estos confinados, esta es la primera vez que uno de sus escritos se publica de manera oficial, a excepción de Aníbal Santana Merced que ya cuenta con su primer libro. En los siguientes días, compartiremos esta muestra con nuestros lectores en la sección de Escribanía.
Memorias de niñez
Osvaldo Álamo Carpio
Aquella mañana desperté como siempre en la cama de Mami, así llamaba a mi bisabuela. Su cama estaba coronada por un mosquitero color amarillo que como ella decía evitaba que cualquier insecto me mordiera. Durante unos minutos me quedé contemplando casi hipnotizado como aquel lienzo ondulaba por el viento que entraba por las ventanas. Al salir de aquel embrujo me lancé de la cama y pude sentir como me acariciaba el rostro a manera de bautizo aquel remendado mosquitero. Como cada mañana divisé a Mami en la cocina colando café. El aroma inundaba toda la casa. Al verme me dijo: vete y pídele la bendición a tu Pai. Corrí hacia su cuarto para cumplir con aquella orden. Papi, quien en verdad era mi bisabuelo, era un hombre alto o por lo menos así lo recuerdo, de tez blanca, bigote muy bien cuidado y robusto de cuerpo. Tenía un corte y estilo de caballero quizás adquirido por aquellos años que sirvió en el ejército. Era muy serio y todos lo respetaban. Después de muchos años supe que fue por ese respeto que mis padres, Osvaldo y Laura, no se atrevieron a llevarme con ellos cuando se fueron a vivir a Estados Unidos. Era muy consentidor conmigo y no me extrañó que al verme abriera sus brazos para que me le acercara.
Pero esa mañana tenía algo diferente, sus ojos estaban llenos de lágrimas y su abrazo me dijo que ya nada sería igual. Puso sus manos ásperas de tanto trabajo en mis mejillas y me observó como nunca nadie lo ha vuelto hacer, se dibujo una sonrisa triste en sus labios. En mi corazón inocente algo se rompió y escuché su voz que me dijo: ¿sabes que te amo, verdad?, sólo moví mi cabeza en señal de aceptación. Me dio un beso en la frente y salí de su cuarto sin mirar atrás. Recuerdo ir donde Mami y decirle que Papi la llamaba aunque no era cierto, sabía que algo no estaba bien. Al salir del cuarto, vi en el rostro de Mami la desesperación. Me vistieron y me llevaron donde una vecina quien me cuidó toda aquella mañana. Al llegar la tarde vi a Mami caminar por el caminito que conducía a aquella casa. Salí corriendo, al llegar al frente de ella, se desplomó y cayó de rodillas frente a mí, me abrazó hasta casi dejarme sin aire y me dijo al oído: Papi se fue, se fue…
Al pasar de los años supe que fue un ataque cardíaco lo que terminó con su vida y que aún en sus últimos minutos se acordó de mí, durante todo el camino hacia el hospital sólo mencionaba mi nombre y le hizo prometer a Mami que siempre me cuidaría.
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