Han pasado treinta años de aquellos días intensos en que preparábamos una propuesta que daría lugar a Diálogo. Su lema inicial, pensado para hacer frente a las crecientes desilusiones con la prensa comercial, evocaría consignas del pasado y del futuro. TODO ES POSIBLE SI EXISTE COMUNICACIÓN, leía el encabezado justo debajo del logo, un nombre que comenzaba con una cariñosa D, de estatura y musculatura respetable, seguido de un despliegue en cursiva para configurar la idea de un “diálogo”… ¡en la acción! Rompíamos de paso con los encuadres de un conservadurismo que ya le había hecho mucho daño al periodismo en Puerto Rico.
Entre mayo y agosto de 1986 trabajamos afanosamente de la mano de David Ortiz Angleró y luego con la confianza de Fernando Agrait, recién designado presidente de la Universidad de Puerto Rico. El primero, un reconocidísimo declamador, locutor, poeta, de tradición sindical e independentista, sería el portavoz de la propuesta. Agrait encarnaba entonces la esperanza de una renovación universitaria. No me consta que su paso por la universidad haya despertado simpatías arrolladoras. Ningún presidente lo ha logrado. Es probable que hoy pocos se acuerden de él e incluso de David como gestor de un periódico, pero entonces su voz podía distinguirse desde hacía muchos años en innumerables promociones, querido y admirado por su talento como declamador y locutor entre mucha gente de los más variados perfiles políticos o sociales.
De algo estoy absolutamente seguro: sin el compromiso Agrait, sin el entusiasmo de David, nada hubiera sido posible.
Soplaban aires de renovación en el verano de 1986. Las vistas de Maravilla y luego el caso de las carpetas apuntaban a un nuevo ambiente político y cultural. Una crisis y una oportunidad, para nosotros no había descanso. Kike Estrada tendría a su cargo plasmar mediante un diseño gráfico lo que describíamos en la propuesta como una revista universitaria moderna, ágil, a distancia de los “ladrillos académicos”, abierta al mundo de la cultura y de la ciencia pero accesible como un periódico. Diálogo llegó a imprimir en algún momento hasta 40 mil ejemplares.
Desde un principio tendría vocación nacional y masiva. Su norte era ofrecer contenidos diversos y también diferentes de la prensa comercial, al mismo tiempo que multiplicaba sus fuentes de autores y autoras: no solo periodistas sino también escritores, científicos, artistas. No solo “noticias”, también ensayos, reportajes y artículos a fondo alcanzarían las portadas.
Nació con un reportaje investigativo sobre el SIDA, acosado el país entonces por un aparato gubernamental insensible y una cultura de silencio que nos venía impuesta de Estados Unidos. “SIDA: una batalla contra la ignorancia”, leía el título, frase que muy bien podría leerse como un programa de nuevo periodismo.
La pobreza, la llamada criminalidad, la prisión, el estado colonial, el imperialismo y también la belleza encarnada en la danza y el ballet, en las letras y la filosofía, en proyectos innovadores de educación y desarrollo, desfilaron como temas centrales.
La idea de Diálogo nacía entre gente comprometida con su independencia editorial. Y fuimos a tal punto consecuentes que el Tribunal Supremo resolvió en 1995 a favor de esta publicación cuando se intentó manipularla desde la Comisión Estatal de Elecciones. El caso como tal es un legado importante, muy importante, porque enriquece la noción de “independencia editorial”, un principio siempre acosado por la indebida injerencia de fuerzas políticas y económicas, por no hablar de propietarios y funcionarios incapaces de cumplir lo que pregonan en sus defensas pomposas e inconsecuentes de la libertad de prensa.
La revista nació con ángel. Miramos a nuestro alrededor. Languidecían, es cierto, las esperanzas de romper el cerco trazado por la prensa comercial, como si esta fuera la única manera de proponer un periodismo de relevancia pública y masiva. Muchos otros lo habían intentado. Con un perfil más político, La Escalera, Avance, Claridad y En Rojo, Pensamiento Crítico. Y desde espacios de la literatura y las artes, Sin Nombre, Zona de Carga y Descarga, los intentos fugaces desde el feminismo, el movimiento obrero y estudiantil, y los siempre ninguneados proyectos culturales de los diarios comerciales. Del exterior resonaban los nombres de Marcha y Brecha, y la prensa alternativa estadounidense, atrevidos e innovadores como el Village Voice o de larga tradición intelectual pública como The Nation.
La revista nació con ángel. Desde un primer momento contamos con la ayuda y la inspiración Arcadio Díaz Quiñones y Fernando Picó. De notables científicos como José Miguel García Castro. De gente noble y dedicada como Margarita González, entonces asistente de David, y Delvis Grisselle Ortiz, ayudante de Agrait para Comunicaciones, a quienes se suma la primera promoción de Diálogo, su ¡primera plantilla!: Kike Estrada y Rosi Mari, Lillian Irizarry, Ricardo Alcaraz, Odalys Rivera, Dayani Centeno, Mario Roche, Lizette Cabrera, Mary González Nieves, María Mercedes Grau, Armindo Nuñez, Manuela García, Dory Belvis, Elí Irizarry y Elizardo Martínez. De Mayagüez, Margarita Santori y recursos de muchos otros recintos y universidades privadas (Diálogo se distribuía también allí). Mención aparte merece Rosario del Pilar Meléndez (Charo), pues ella era la custodia de los fondos, administradora y faro de la prudencia (esa amiga a veces escurridiza que debe acompañar todo empeño periodístico).
Si me preguntaran qué modelo representa Diálogo, diría que un verdadero periodismo alternativo. Qué recuerdo de Diálogo en tres palabras, diría independencia editorial, calidad y diversidad, transparencia.
Hoy tiene la vitalidad de un periódico que se renueva constantemente. Ojalá las nuevas administraciones valoren bien lo que representa, porque todos y todas esperamos más.