Nota del Editor: Diálogo presenta en edición especial algunos de los textos escritos por los participantes del taller de Literatura y Escritura Creativa: Desde Adentro, impartido en la institución 945 del Complejo Correccional de Guayama. Hace un año, trece confinados se reencontraron con el lenguaje y como parte de la exploración de la palabra se convirtieron en escritores. Para algunos de estos confinados, esta es la primera vez que uno de sus escritos se publica de manera oficial, a excepción de Aníbal Santana Merced que ya cuenta con su primer libro. En los siguientes días, compartiremos esta muestra con nuestros lectores en la sección de Escribanía.
No quiero escribir sobre…
Jesús Rodríguez Maldonado
No quiero escribir sobre la poca fe que tengo en las autoridades, las que obedezco por rutina y no por convicción o porque me hayan dado ejemplo alguno.
No quiero escribir sobre la víctima que fui, ni del victimario en el que me convertí por el prejuicio de quienes creían saberlo todo, pero en sus mentes tan cerradas no pudieron discernir los quilates del diamante que podría salir de aquel carbón que pisotearon a su antojo.
No quiero escribir sobre la niñez que nunca tuve y que jamás tendré, ni de los juguetes con los que jugaba porque no eran para niños. Los que guardaban debajo de mi cama los muchachos del punto con el consentimiento de mi madre.
No quiero escribir sobre los muertos que vi partir, ni de los vivos que vi morir, ni de las confesiones que hacían los autores de aquellos crímenes quienes dormían en la sala de mi casa luego de completar su misión. Haciéndome cómplice siendo yo apenas un niño.
No quiero escribir sobre mis fracasos en la vida, el no haber sido un buen hijo, un hermano ejemplar, un esposo responsable ni un amigo. Esto es algo de lo que en verdad me avergüenzo, porque tuve la oportunidad de serlo pero escogí ser quien fui.
No quiero escribir sobre las vidas que arrebaté, ni de las familias que destruí, ni de las personas que lastimé incluyendo a seres que aún amo.
No quiero escribir sobre lo difícil que se me hizo elegir entre la vida de un amigo querido y la de mi hermano mayor, aunque al final la sangre haya pesado más que el agua y el desenlace resultara ser fatal.
No quiero escribir sobre la adicción de mi padre, ni de las tantas veces que ingresó en prisión, ni de las muchas ocasiones en que prometió ir a buscarnos para llevarnos a pescar y a comer pero jamás llegó. Ni lo difícil y doloroso que fue crecer sin su protección, lo que me obligó a defenderme e influyó en que me convirtiera en el monstruo que fui.
No quiero escribir sobre Tata, la crakera del caserío, aquella que pesaba poco más de ochenta libras… sí, la cojita que andaba en bóxers y un tshirt to’ apestoso que le hacía los manda’os al corillo. Quien no empece su condición de adicta nunca permitió que yo me acostara sin comer, aunque poco a poco fue arrojando su vida en brazos de la muerte hasta dejarme huérfano de madre.
No quiero escribir sobre la mucha falta que me hace mi mamá Tata, la mujer que me cargó nueve meses en su vientre, me dio a luz y me regaló el amor que nadie jamás ha sabido darme. Mi mejor amiga, quien me hacia reír y era mi confidente, la mejor de todas. Tampoco quería escribir sobre lo doloroso y frustrante que fue para mí el no haber estado a su lado en los últimos momentos de su vida.
No quería escribir sobre estas cosas no por desconfianza de ustedes, amados lectores, si no porque jamás en lo que tengo de vida me habían preguntado. Confío en que sabrán guardar mi secreto.