El escritor puertorriqueño Eduardo Lalo reclamó ayer la excarcelación del prisionero político Oscar López Rivera en el marco de la vigesimoséptima lección inaugural a estudiantes de nuevo ingreso. El profesor, escritor y artista plástico invocó al hombre que durante 33 años ha respirado tras los barrotes de una cárcel estadounidense y apeló directamente al rector Carlos Severino para que el Recinto de Río Piedras se una al reclamo. "¿No estaría así señalando el camino la Universidad de Puerto Rico… para mostrar que la valentía institucional debe ser parte de la vida institucional?", cuestionó. Recibió el apoyo del aplauso sonoro de su audiencia.
Severino, quien previo a ocupar el cargo de Rector del Recinto de Río Piedras trabajaba en Vieques para impulsar el desarrollo sustentable de la zona que durante años fue objeto de experimentación radiactiva por la Marina de Estados Unidos, subió al podio y se comprometió a llevar la petición al Senado Académico y a reunir al Claustro en pleno, para que de la Universidad emane con voz firme y contundente el reclamo por la liberación de López Rivera.
Frente a una auditorio repleto y un público atento, Lalo ofreció ayer una charla dirigida a estudiantes de nuevo ingreso, en el marco de la lección inaugural, que todos los años organiza la Facultad de Estudios Generales.
Para el profesor de literatura, la Universidad de Puerto Rico, específicamente el Recinto de Río Piedras, es "una fortificación asediada o un hábitat amenazado". En ese contexto marcial, quienes debilitan la Universidad son, según Lalo, los "profesores desmoralizados que se han refugiado en la queja perpetua, la inacción y el cinismo", el "cerco burocrático" que parecen existir para impedir cualquier iniciativa, los funcionarios que llegan a puestos directivos como si este fuera el objetivo, y por último, "el mundo exterior antiintelectual, anticultural y antiuniversitario" que niega todo lo que la Universidad construye y protege.
La Universidad entonces se debilita con la visión corporativa, que se produce cuando lo académico pasó a un segundo plano y fueron los intereses administrativos y las lealtades a gobiernos de turno lo que movía el quehacer educativo. Se empezó a erosionar la cultura, y nociones como eficiencia, actualización y reestructuración "se adoptan como consignas de cambio" sin mayor contenido.
Aparte de preparar futuros profesionales dentro de sus méritos y fortalezas, la Universidad se ha encargado de custodiar "la memoria de una cultura subestimada cuando no despreciada o negada durante siglos por los colonialismos", expuso el ganador del Premio Rómulo Gallegos.
En el modelo corporativo, según Lalo, no se valora la memoria porque "el conocimiento y la interpretación del pasado abre puertas, siembra interrogantes y ofrece siempre la oportunidad de reescribir la historia y rehacer el territorio". Añadió que a través de la historia se develan los perfiles de los responsables y "se desestabilizan las ambiciones de impunidad de la historia oficial e impuesta".
"Miles de estudiantes que habían vivido insensibilizados por las ideologías y la tradición, las condiciones socioeconómicas o culturales de sus familias… descubren que hasta ahora han vivido en un mundo demasiado chico, determinado por prejuicios, por caprichos, por campañas publicitarias e ideas que no se sostienen. Confrontan con dolor pero también con gozo que el mundo no es lo que se pensaba, que es más grande y siniestro. Las preguntas no se agotan porque se ha dejado atrás por fin una infancia repleta de respuestas", explicó Lalo.
Los fantasmas de la Universidad
Lalo, comentó que la Universidad está hecha de fantasmas que recorren peldaños y edificios. Los espectros son todos los que han pasado por ella. "Al fin, a pesar del dolor de nuestras vidas, existe un lugar en el que las palabras no son mentiras sino dudas, eventos, grietas o heridas", expresó. Para el escritor, la Universidad no es un lugar de paso, sino todo lo contrario, el sitio con mayor sentido de pertenencia que conoce.
"He entregado a este lugar mis mejores años. No me arrepiento. A pesar de la precariedad, de la pequeñez, de la violencia antiacadémica y antiintelectual que se nos dirige, de la crisis real y de la provocada, éste es mi lugar en el mundo hasta la muerte, hasta que como un fantasma más recorra pasillos, alamedas, aulas en donde nació una comprensión del mundo y tantas cosas fueron posibles", enunció.
Un estudiante de nuevo ingreso se paró al micrófono, tras la conferencia de Lalo. Confesó que previo a matricularse en la universidad se había cuestionado: "¿Para qué voy a ir?". Sin embargo, agradeció la presencia del escritor. "Estar aquí y escucharlo a usted hablar de la Universidad, me ha dado el patriotismo… y quiero agradecerle porque sus palabras han llegado a mí como estudiante", afirmó.
Luego, el joven se escabulló hacia una clase, quizás a dejarse deslumbrar por el nuevo mundo de conocimientos, teorías y piezas artísticas. En unos años, cuando abandone los predios del Recinto, se convertirá en otro fantasma, otro de la larga lista de estudiantes y docentes que han dejado su huella estampada en este suelo, en esta "isla dentro de una isla", como la llama Lalo.