A Nicanor Parra lo han matado más de una vez. Está un poco sordo. Sufre de asma. Cuando el oxígeno escasea, va a la costa, inhala el aire salobre de cara al mar. Todavía lee con la ayuda de una lupa. Y escribe. Reúne las voces de sus nietos, de niños, de seres anónimos, y las anota en cuadernos de tapas negras. Vive en Las Cruces, pueblo diminuto que ubica a doscientos kilómetros de Santiago de Chile. En abril de 2010, en medio de un acto protocolar, el ex presidente Sebastián Piñera se sumó a la lista de sus asesinos. Dijo que Parra, Nicanor Parra, el hombre que han matado más de una vez, estaba efectivamente muerto. Que junto a Vicente Huidobro y Pablo de Rokha, Nicanor también nos había dejado.
Nicanor Parra nació hace cien años. El mismo en que estalló la Primera Guerra Mundial. Vivió la segunda. Puede que llegue a la tercera. Tenía veinticuatro cuando se inventó el bolígrafo. Cincuenta y nueve cuando suicidaron a Salvador Allende. Nicanor Parra nació y la población de su país rondaba los tres millones trescientos mil habitantes. Hoy sobrepasa los diecisiete millones. ¿Qué cosas caben en cien años? ¿De qué está hecho el tiempo de un hombre al que han matado más de una vez?
–El mejor premio es borrarse del mapa. Pero a mi abuelo le complica morirse y dejar un cuerpo. Dice que hay que vestir a ese cuerpo, maquillarlo, transportarlo. Mejor desaparecer nomás.
Quien habla es Cristóbal Ugarte, “Tololo’’, nieto de Nicanor. Fue él quien estuvo encargado, a petición de su abuelo, de recoger el Premio Cervantes que le otorgaron en 2011. La entrevista, aparecida en el diario La Tercera, lleva por título “El poeta escondido” y describe con detalle la decisión de Parra de convertirse en un anacoreta desde que se mudó en los noventa al lugar donde reside.
Habría que añadir un par de datos. Nicanor Parra arribó al mundo el 5 de septiembre de 1914 en San Fabián de Alico, un pequeño pueblo cercano a Chillán. Es el mayor de nueve hermanos. Estudió Matemáticas y Física. Cosmología y Mecánica Avanzada. Fue profesor. En el recuerdo de sus alumnos, sus clases adquieren un tizne legendario. Es, quizá, el poeta chileno políticamente incorrecto por excelencia. En la década de los treinta publicó su primer libro: Cancionero sin nombre. Fue Parra, Nicanor, el hombre que han matado más de una vez, quien alentó a su hermana Violeta a recorrer el país. A buscar la música que se perdía, la música hecha por hombres y mujeres que a nadie importaban. Cuando Violeta se voló la cabeza de un disparo en 1967, su hermano eligió no hablar.
Antes, sin embargo, mucho antes, su vida se partió en dos. Y con su vida, la poesía en lengua española. En 1954 apareció por primera vez Poemas y antipoemas, ese libro que representó un quiebre o, más que un quiebre, una brisa renovadora no ya sólo en la poesía chilena, sino a nivel continental. A partir de esa fecha, Nicanor Parra le devolvió a la poesía el tono bajo, mundano, humorístico, claro, y poco rocambolesco que se alejó de cierto nerudismo que imperaba a mitad del siglo pasado. No en balde, Parra se ha transformado para generaciones más jóvenes en un autor de culto. En él ven al rockstar y al poeta que mezcla el chiste, las matemáticas, la muerte, el amor, la política, el sexo. Al final, todo es antipoesía.
En una entrevista contenida en su libro Plano americano, la periodista Leila Guerriero cuestiona a Nicanor acerca de su parecer sobre la compilación que hiciera la editorial Galaxia Gutenberg de la totalidad de su trabajo.
–¿Está contento con las Obras completas?
–Estoy sorprendido. Yo leo esos poemas y no me siento el autor. Pienso que nunca fui el autor de nada porque siempre he pescado cosas que andaban en el aire. Se decía eso: cosas que andaban en el aire.
“Autor de nada”, pescador del aire, Nicanor Parra tiene a su haber un sinnúmero de premios entre los que destacan el Premio FIL de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, así como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Sobre este último –fiel al humor que posee como estandarte–, se refirió de forma escueta del siguiente modo:
–No es la primera vez que me dan un premio que no merezco y espero que no sea la última […] Me querellaré contra quienes resulten responsables.
En Parra, sin embargo, no todo es humor. El crítico neoyorquino Harold Bloom desdeña la lectura blanda de quienes se acercan a la obra de Nicanor atisbando sólo la superficie.
–Los suyos no son antipoemas, como dicen, son poemas. Son meditaciones, a veces alegres, pero frecuentemente muy plañideras y tristes. Y él tiene mucho autoconocimiento, conoce sus propias limitaciones.
En 2004 apareció Lear Rey & Mendigo bajo el sello Ediciones UDP. Nicanor Parra fue el encargado de traducir a Shakespeare. Desde la década de los noventa inició lo que muchos consideran la mejor traducción que se ha realizado en lengua española del clásico inglés. Sobre el trabajo puntilloso de Parra, el escritor argentino Ricardo Piglia aseveró que este le “asegurará a Parra un lugar de honor en una Enciclopedia biográfica de traductores inmortales”.
El día de hoy se realizarán homenajes, lecturas, actos que ensalzarán la figura del hombre que han matado más de una vez y, sin embargo, nada será suficiente. Ya lo dijo Roberto Bolaño. Como un grito de guerra, un rugido del más allá.
–El que sea valiente que siga a Parra.