La paradoja de Jevons
Hay un aspecto de la argumentación de Jevons -la paradoja de Jevons en sí misma- que continúa siendo considerada uno de los primeros descubrimientos de la economía ecológica.[8] En el capítulo 7 de La cuestión del carbón, titulada “La economía del combustible”, Jevons respondía a la noción común de que “la caída en la oferta de carbón generará nuevas formas de utilizarlo eficientemente y económicamente”, por lo que no habría un problema en la oferta, y a partir de eso, de hecho, “la cantidad de trabajo útil obtenido del carbón podría incrementarse de muchas formas, mientras la cantidad de carbón consumido se mantiene constante o en disminución”.
En fuerte oposición, Jevons sostuvo que una mayor eficiencia en el uso del carbón como fuente energética sólo generaría un aumento en la demanda de ese recurso, no una demanda decreciente, como uno esperaría. Esto era porque una mejora en la eficiencia conduciría a una posterior expansión económica. “Es toda una confusión de ideas”, escribió, “suponer que la utilización económica de combustible es equivalente a un consumo menor. La verdad es absolutamente contraria. Como regla, nuevas formas de economizar conducirán a un aumento en el consumo de acuerdo al principio reconocido en otras instancias […] El mismo principio aplica, inclusive con mayor fuerza y peculiaridad, a la utilización de un agente general como el carbón. Es la misma optimización de su uso lo que conduce a un consumo mayor”.[9]
“No es dificultoso”, escribió Jevons, “ver cómo se presenta esta paradoja”. Cada innovación tecnológica en la producción de motores a vapor, señalaba en una detallada descripción de su evolución, había resultado en un motor más eficiente termodinámicamente. Y cada motor nuevo, mejorado, había resultado en un incremento en la utilización de carbón. El motor Savery, uno de los primeros a vapor, decía, era tan ineficiente que “prácticamente, el costo de funcionamiento evitó su utilización; no consumía carbón, porque su tasa de consumo era demasiado alta”.[10] Los modelos exitosos que eran más eficientes, como el famoso motor de Watt, condujeron a mayores demandas de carbón con cada sucesiva mejora.
“Cada una de las mejoras en el motor, al entrar en vigencia, no hace otra cosa que acelerar nuevamente el consumo de carbón. Cada rama de la industria obtiene un renovado impulso -el trabajo manual sigue siendo reemplazado por el trabajo mecánico, y nuevos proyectos que eran inviables comercialmente debido al uso de la más costosa energía a vapor pueden emprenderse”.[11]
A pesar de que Jevons pensó que esta paradoja aplicaba a numerosos casos, su énfasis en La cuestión del carbón era enteramente sobre el carbón como “agente general” de la industrialización y estímulo para industrias de bienes de inversión. El poder del carbón para estimular el avance económico, su uso acelerado, a pesar de los adelantos en eficiencia, y la severidad de los efectos que podrían esperarse ante una declinación en su disponibilidad, se debían todos a su doble rol como el combustible necesario para el moderno motor a vapor y como la base para la tecnología de altos hornos.
A mediados del siglo diecinueve, el carbón era el material clave para los altos hornos en la fundición del hierro -el producto crucial y base del dominio industrial.[12] Fue en virtud de su mayor desarrollo en esta área, como el “taller del mundo”, que Gran Bretaña representaba la mitad de la producción mundial de hierro en 1870.[13] Una mayor eficiencia en el uso de carbón, entonces, se traducía en una mayor capacidad para producir hierro y expandir la industria en general, llevando a una demanda espiralada de carbón. Como lo sostuvo Jevons: “Si la cantidad de carbón utilizada en un alto horno, por ejemplo, disminuyera en comparación con el rendimiento, las ganancias en el intercambio se acrecentarán, se atraerá nuevo capital, el precio del lingote de hierro caerá, pero su demanda aumentará; y eventualmente el mayor número de hornos hará más que reponer por la disminución en el consumo de cada uno. Y si este no es siempre el resultado al interior de una rama, debe recordarse que el progreso de cualquier rama manufacturera genera una nueva actividad en la mayoría de las otras ramas, y conduce indirectamente, si no directamente, a un aumento de incursiones en nuestras vetas de carbón”.[14]
Lo que hacía de esta afirmación algo tan poderoso en aquel entonces, era que parecía inmediatamente obvio para cualquiera en la época de Jevons que el desarrollo industrial dependía de la capacidad para expandir la producción de hierro con el menor costo posible. Esto implicaba que una reducción en la cantidad de carbón requerida en un alto horno se trasladaría inmediatamente en una expansión de la producción industrial, la capacidad industrial y la habilidad para capturar más del mercado mundial -por lo tanto a más demanda de carbón. El tonelaje del consumo de carbón por las industrias del hierro y el acero de Gran Bretaña en 1869, 32 millones de toneladas, excedió la cantidad combinada utilizada tanto por manufacturas generales, 28 millones de toneladas, y ferrocarriles, 2 millones de toneladas.[15]
Esta fue la era del capital y la era de la industria, en la que el poder industrial era medido en términos de la producción de carbón y lingotes de hierro. La producción de carbón y hierro en Gran Bretaña aumentó básicamente en tándem en este período, triplicándose ambas entre 1830 y 1860.[16] Como dijo el mismo Jevons: “Inmediatamente después del carbón […] el hierro es la base material de nuestro poder. Representa los huesos y los tendones de nuestro sistema de trabajo. Los escritores políticos han tratado correctamente la invención de los altos hornos de carbón como la que más ha contribuido a nuestra riqueza material […] La producción de hierro, el material de toda nuestra maquinaria, es la mejor medida de nuestra riqueza y poder”.[17]
En consecuencia, ninguno de los lectores de Jevons podía errar en percibir los efectos multiplicadores que una mejora en la eficiencia del aprovechamiento del carbón tendría sobre la industria, o el “aumento de incursiones” a “vetas de carbón” que esto tendería a generar. La “economía”, concluía, “multiplica el valor y la eficiencia de nuestro principal material; incrementa indefinidamente nuestra riqueza y nuestros medios de subsistencia, y conduce a un crecimiento de nuestra población, trabajos, y comercio, que es gratificante en el presente, pero que nos llevará a un final anticipado”.[18]
Nota del editor: Este texto es una mirada investigativa -desde las posturas de la economía política- realizado a la compañía Jevons de Estados Unidos y publicado en www.ecoportal.net Diálogo comparte los resultados de la investigación en una serie especial.