viernes 22 de noviembre
Cuando cruzo el umbral del salón de ensayos, ubicado en el séptimo piso de Ballet Concierto de Puerto Rico (BCPR), poco después de las tres de la tarde, sé que la clase de la compañía ha finalizado. Los bailarines están desparramados a través del salón; algunos conversan, otros meriendan o simplemente descansan con los ojos cerrados. El Cascanueces se encuentra a la vuelta de la esquina y ya el cansancio se está apoderando de ellos, pues ha sido un semestre de intensa faena.
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Es el punto crítico de la producción: ahora es el momento en el que los cuerpos están más vulnerables, de exámenes finales para muchos de los bailarines, por lo que la tensión se siente en el salón de ensayos. La hora cero se acerca, es momento de deshacerse de todas las imperfecciones que restan antes de llegar al teatro.
Han sido tres meses de arduo trabajo para Ballet Concierto. Esta es su producción más grande, con un elenco de más de 150 personas. El clásico ha sido llevado a escena por los pasados 33 años, y además de llevar el peso de este legado, se encuentra un camino lleno de sacrificios y retos que todos los involucrados recorren con la esperanza de hacerle justicia a una de las piezas más trascendentales en el mundo del ballet.
A pesar de las presiones que conlleva esta producción, El Cascanueces sigue teniendo el elemento mágico que no cambia no importa cuántas veces los artistas lo bailen: la pieza marca “el principio de la Navidad”, según dice Claudia Martínez, miembro del cuerpo de baile.
Cuando Víctor Gilí, maître de ballet de la compañía y quién por 20 años fue primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba, entra al salón, todos los bailarines se preparan para comenzar a ensayar.
“¿Con qué empezamos?”, se escucha a alguno de los bailarines preguntar. “Muñecos”, responde Gilí.
Aquellos bailarines que tienen los roles de “Colombina”, “Arlequín” y “Gitana” de la primera escena del primer acto se ponen de pie. Sin hablar y haciendo señales, entre ellos deciden qué elenco va a comenzar el ensayo.
La música de Pyotr Ilyich Tchaikovsky llena el salón y el ambiente se mantiene ameno. Gilí provee sus correcciones y los bailarines toman nota de éstas. Para el ex bailarín cubano es importante buscar que el proceso de ensayo “no sea militar”. Gilí también sugiere cambiar ciertos detalles en algunas coreografías, como parte de retar a sus bailarines y hacerlos crecer como artistas.
Durante las próximas tres horas, se ensayan los “Muñecos”, el pas de deux del “Hada Grajea” y su “Caballero”, el rol de la “Española”, las demi-solistas del Vals de las Flores, el baile de los “Rusos” y los “Marzapanes”. Con excepción de los “Muñecos”, todas las demás son partes del segundo acto, cuya dificultad excede por mucho al primero.
Algunos bailarines prestan atención al compañero que está llevando a cabo su variación. Otros ensayan simultáneamente la misma coreografía en los laterales o en la parte de atrás, sin estorbar el espacio de ensayo. Unos cuantos se dedican a repasar sus propias variaciones y otros estiran o hacen ejercicios mientras esperan su turno.
Me parece que la dinámica entre algunas bailarinas es fascinante y compleja por demás; de la misma forma que se aconsejan y se ayudan mutuamente para mejorar algunos pasos, también existe un sentido de competencia entre ellas, particularmente cuando comparten los mismos roles.
También me cautiva como, aunque se interpreten los mismos personajes y la coreografía sea exactamente igual para dos bailarines, cada uno aporta su toque único. De eso se trata ser artista.
martes 26 de noviembre
El reloj marca las 7:40 de la noche cuando comienza el ensayo del segundo acto de El Cascanueces. En el séptimo piso hay cerca de 70 personas: el elenco principal, estudiantes, ensayadores, vestuaristas, padres ayudantes y alguno que otro acompañante. El ensayo pretende ser lo más similar posible a la puesta en escena; no hay espacio para errores.
La presencia de tantos estudiantes me hace recordar lo que varias bailarinas me comentaron en mi última visita. “Uno se retrata en ellos porque así comenzamos todos”, relató Ángela Cosme, solista de BCPR. “De la misma forma que yo miraba, hay muchachas que te están mirando a ti”, dijo por su parte Alice Ayala, miembro del cuerpo de baile.
Es evidente que existe un sentido de responsabilidad cuando se trata de las próximas generaciones y es por esto que la actitud de muchos miembros de la compañía difiere un poco de la actitud relajada que demostraban al ensayar solos.
Este año, muchos de los bailarines tienen como reto interpretar roles por primera vez, comenta Carlos Cabrera, director artístico de BCPR. Hay estudiantes desempeñándose en roles que usualmente se asignan a la compañía y miembros de la compañía a cargo de personajes que se reservan para bailarines en un lugar más alto de la jerarquía. Es cuestión de darle una oportunidad, asegura Cabrera, como se la dieron a él, quién fue bailarín principal de Ballet Concierto en el pasado.
En este ensayo, a nueve días de que la producción estrene en el Centro de Bellas Artes, hay gente que está aprendiéndose nuevos roles. Hay bailarines lastimados y se han reorganizado los elencos por quinta ocasión, según Cabrera.
El ensayo fluye por la primera media hora sin contratiempos. Luego, las cosas comienzan a cambiar. Hay algunas dificultades con ciertos vestuarios. Un problema con la utilería hace que la “Árabe” casi se accidente. Una de las “Flores” sufre una caída en el último tramo del vals y el ensayo se paraliza. En un suspiro, la joven es atendida y sacada fuera del salón para ocuparse de su tobillo y velar que no sea nada grave. En el pas de deux se detiene la música cuando el “Caballero” no logra hacer una de las alzadas correspondientes.
Si hay algo sorprendente, es la profesionalidad con la que se maneja cada incidente. Cada bailarín debe estar preparado para que cualquier cosa suceda en escena y este punto se enfatiza durante todo el ensayo. “Sigue” y “si te pasa no puedes hacer eso” son algunas de las frases que tanto Cabrera como el resto de los ensayadores dicen cuando alguno de los bailarines comete un error, por más mínimo que parezca.
Para alguien que no esté familiarizado con el “tras bastidores” del mundo del ballet, podría resultar una sorpresa que todas estas cosas sucedan. Sin embargo, la realidad es que este tipo de ocurrencias son el pan nuestro de cada día para los bailarines. Aun cuando el ballet estriba en la búsqueda de la perfección, el proceso no lo es.
Todo lo que sucede antes de subir a escena es parte del encanto del ballet: todos los sacrificios, el esfuerzo y la pasión son los elementos necesarios para contar una historia a través del movimiento. Al final del día, para Ballet Concierto de Puerto Rico es imperativo transmitir la magia de este clásico. Después de todo, el ballet es mucho más que simples pasos.
*La periodista Frances Solá colaboró con esta crónica.
“El Cascanueces” se presentará los días 6, 7 y 8 de diciembre del 2013 en la Sala de Festivales Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes de Santurce.