La crisis económica y social que atraviesa nuestro País trae como consecuencia que se utilice un lenguaje que comunique las diferentes manifestaciones que conlleva el período por el cual lamentablemente estamos pasando.
Con solo abrir u observar los titulares de los periódicos o noticiarios se contempla el tono negativo que impera en nuestra prensa, fiel reflejo de la realidad cotidiana puertorriqueña. Para ilustrar mi punto tomemos la palabra “chatarra” que ha sido titular (y que creo que lo seguirá siendo por un buen tiempo) durante el pasado año.
Dicha palabra, según el DRAE, proviene del vasco txatarra y presenta como principal definición “escoria que deja el mineral de hierro”. Es decir, que nuestro crédito es escoria y la carga semántica negativa que tiene esa palabra permea en la manera de comunicar todo lo relacionado con la misma. Como ejemplo podríamos indicar que se ha visto un aumento en los prefijos negativos como impago, insolvencia, degradación, depresión.
Toda esta negatividad es terreno fértil para los eufemismos, pues a nadie le gusta llevar tanta mala noticia. Esto lo vemos en frases como “reestructuración de la deuda”, que en palabras llanas significa no pagar lo que se acordó; o “ajustes tarifarios”, que no son otra cosa que aumentos; “reorganización fiscal gubernamental”, que puede ser indicio de despidos, reducción de jornada laboral, traslados, o cierres.
Abundan además los tecnicismos relacionados con el mundo de las finanzas, muchos de los cuales son en inglés y han sido “adaptados” al español, como “tradear”, “accionar”, “fondos buitre”, “rating”, “cash flow”, “carteras de inversión” e “instrumentos de crédito”, por mencionar algunos.
El lenguaje de la crisis viene acompañado, y esto ha sido objeto de estudio lingüístico en varios países, casi siempre con un discurso de la culpa; es como un libreto. Mi abuelita decía que la culpa era huérfana y yo sabía que tenía razón, pero nunca lo había visto tan claro como ahora.
La culpa la tiene siempre “otro” y ese “otro” pueden ser desde los gobiernos anteriores, los bonistas y las casas acreditadoras, hasta nosotros mismos, por elegir los gobernantes que nos han traído hasta aquí. Creo que esta última parte la debemos aceptar.
Ese discurso de la culpa tiene un contradiscurso que usualmente utiliza verbos como “poder”, “hacer”, “crecer” o palabras como “cambio”, “esperanza”, “nuevo”. Es un discurso positivo, muchas veces basado más en la emoción que en la razón, y es aquí donde debemos utilizar nuestro mejor criterio para que las palabras no sean solo palabras y se materialicen de alguna forma que nos pueda sacar del atolladero en que nos encontramos. Todavía no lo he escuchado pero estoy segura de que durante el año que viene, que es electoral, lo vamos a poder observar con todo su esplendor.