Por: César Emil Concepción
Una realidad contemporánea innegable es que los espacios digitales se han convertido en lugares donde ocurren enfrentamientos de poder. Algunos ejemplos de esto son los casos reseñados por Castells en su libro “Networks of Outrage and Hope”: Tunisia, las revoluciones en Egipto, los Indignados en España, Occupy Wall Street y más cercano a nuestro contexto local y con variantes muy particulares, el Boicot a La Comay. Una de las características principales de estos movimientos es que dan la impresión de que no tienen un liderato formal y que su génesis es orgánica. Sin embargo, entre más leo sobre el asunto me convenzo que la realidad es otra.
Actualmente existen debates al respecto: mientras Castells (2012) expresa que la “insurgencia no comienza con un programa o estrategia política”, Fuchs (2012) argumenta que dichos movimientos tienen soft leaders que orquestan los medios sociales para lograr sus objetivos. Al adentrarme en el Boicot a la Comay un análisis obligado para entender su economía política es tratar de identificar los grupos de interés dentro de este movimiento que logra tener repercusiones materiales sobre el canal que lo transmitía, las compañías que lo auspiciaban y la eventual cancelación del programa.
Aunque existía una relación de amor y odio con respecto a La Comay, el programa tenía el índice de audiencia más alto en su horario, mostrando así que las discusiones que se presentaban en esa hora eran pertinentes para una gran parte de la población puertorriqueña. Bien es cierto que el discurso que presentaba atacaba a muchas personas, entre ellos altos funcionarios políticos, personalidades con altas influencias–léase inmune a la ley–pero también tenía un discurso altamente sexista y homofóbico que angustiaba a gran parte de la población.
Debido a estas inquietudes, en múltiples ocasiones se presentaron querellas al canal y a la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés), creando así un agresivo tango entre La Comay y los activistas de la comunidad LGBTT. Por alrededor de 14 años de transmisión esa fue la dinámica entre estos grupos hasta que ocurrió el asesinato de José Enrique Gómez Saladín. La figura y nombre de Gómez Saladín se convirtió en reclamo de paz y alto a la violencia en Puerto Rico bajo la campaña #TodosSomosJoseEnrique. Así pues, cuando La Comay reseñó el asesinato y vinculó sexualidades con actos criminales muchas personas se sintieron indignadas al enfrentarse con esa contradictoria realidad.
Ante esta ventana de oportunidad Pedro Julio Serrano, activista de derechos humanos y comunidad LGBTT, así como uno de los cabilderos principales en contra de La Comay, se convirtió en uno de los soft leaders del boicot utilizando su presencia en los medios como herramienta principal. Además de documentar todo el cabildeo en su página web, también logró auspiciar en los medios la página en Facebook que creó Carlos Rivera dedicada al boicot. Esta página se convirtió en el instrumento principal del boicot al materializar la indignación de manera cuantitativa (el conteo de likes y los comentarios) que posteriormente sirvió como puente para ejercer presión sobre los auspiciadores del programa.
Mi trabajo no espera someter juicio moral sobre La Comay ni los esfuerzos en su contra, sino que con estas breves líneas espero que logremos ver cómo se sobreponen uno sobre el otro. Como señalan Castells y Fuchs, los movimientos sociales surgen cuando las personas tienen emociones fuertes sobre un tema o se sienten indignados sobre algo. En este caso, tanto La Comay como Pedro Julio Serrano lograron conectar los distintos nodos emocionales esparcidos que existían dentro del pueblo y así crear complejas redes de movilización social. Ambos lograron orquestar movimientos sociales muy efectivos con repercusiones materiales. Por un lado, La Comay se convirtió en el árbitro principal en el caso de Lorenzo, mientras que Pedro Julio Serrano se convirtió en uno de los árbitros del Boicot a La Comay. Mientras la primera utilizaba los medios tradicionales para lograrlo, el segundo utilizó las nuevas tecnologías de información, ambos con intereses políticos particulares, demostrando así que los nuevos movimientos sociales tienen continuidad pero también fisuras con respecto a sus maneras de movilizarse.
Este texto forma parte de nuestra republicación del blog del curso COPU 6515 Economía política de la información, parte del Programa Graduado en Comunicación de la UPR Río Piedras