De una forma muy amable me ofrece jugo y agua. Nos sentamos en una terraza con piscina, billar y hamaca. Todos estos objetos, un poco abandonados, demuestran que hace un tiempo se disfrutó mucho en ellos, pero ahora todo cambió. La dueña de la casa está tras las rejas y la diversión se ha convertido en sacrificio y trabajo.
Pablo, hijo de una mujer que se dedicaba al tráfico de drogas, comenzó narrando a Diálogo que de los 28 años que tiene, vivió cerca de 22 en un residencial. Luego se mudó a la casa que habita actualmente.
El joven cuenta que tuvo una niñez muy atrevida. A la hora de jugar era “bien creativo”; las cicatrices en su cabeza son la evidencia de sus travesuras. En su infancia siempre se mantuvo con el mismo grupo de amigos en el residencial, amigos que hoy día, según contó, están todos muertos o encarcelados. “No queda ni uno, yo soy el único de mi generación que estoy aquí”, afirmó Pablo.
Sus padres se divorciaron cuando él tenía unos cinco años. Para sorpresa de muchos, según explica, su papá nunca entró en el negocio de las drogas. Su padre sabía lo que hacía su esposa y la apoyaba, pero no interfería en sus negocios.
“Siempre lo supe, pero tenía como ocho años cuando realmente lo entendí. Yo soy el mayor de la casa y siempre vi todo lo que mi mamá hacía. Yo no le decía nada porque aparte de que era un nene, pues, yo no la juzgaba”, relató el joven.
Su madre entró al narcotráfico porque lo heredó de su progenitora, la abuela de Pablo. “Es como todo, es como un negocio familiar. Mi abuela cumplió once años en prisión por eso”, comentó. Aunque se suponía que él continuara en el “negocio familiar”, Pablo eligió otro camino.
Una de las razones que lo llevó a tomar esta decisión fue ver cómo vivían sus amigos. “Yo soy bien alegre, bien sociable y bien humilde. Para eso (el narcotráfico) hay que tener una maña increíble y estar en una perse constante”, indicó.
El dinero por encima de la vida
Las personas que trabajan en el narcotráfico corren muchos riesgos. No obstante, Pablo nunca temió por su vida, pero sí por la de su mamá. “Yo siempre he sido así, yo no importo, me importa mi mamá y mis hermanos. Siempre pensaba en ese día cuando ella faltaría, ¿qué yo iba hacer?”, narró Pablo.
El joven siempre deseó que su madre dejara esa vida. En ocasiones, le pidió que se fueran a vivir a otra parte pero, según cuenta, una vez se entra en ese negocio es bien difícil salir.
“Tú te metes y ves todo bien bonito, ves tanto dinero que no te quieres ir, aunque arriesgues tu vida. Ella muchas veces arriesgó su vida”, anotó Pablo.
“En una ocasión cuando yo estaba en intermedia, mi mamá estaba caminando y vino una tipa por la espalda y le zumbó una apuñalá. Mami como que se esquivó y casi la degolla. Le espetó el cuchillo en el hombro. La llevaron al hospital, pero no sé cómo sobrevivió”, relató Pablo. “Luego mi abuela por poco la mata, le entró a tiros a la tipa. Le dio como seis balazos, pero no la mató. Era para que sintiera el dolor”, añadió.
A pesar de todo, Pablo describe a su madre como una campeona, ya que hacía todo por mantener su casa. “Nosotros somos seis hermanos y ella había adoptado a otro, más los nietos. Ella siempre se encargaba de que todo estuviera al día. Nunca faltó el cariño, a su manera, porque ella era bien seria y bien fuerte. Ella no se reía con todo el mundo”, recordó.
Ser el hijo de un narco
Muchos en su pueblo conocían a Pablo y sabían quién era su progenitora. La fama que tenía no la buscó. “La fama del hijo de un narco fue lo que me tocó”, expresó. “Me hubiera gustado que mi mamá se dedicara a otra cosa. Pero cuando te toca, te toca. Uno no puede cambiar eso y me atrevería a decir que si tuviera la oportunidad de darle para atrás al tiempo volvería a lo mismo”, añade.
“No me arrepiento ni me avergüenzo, al contrario me da muchas ganas, mucho coraje. Ella hizo de todo para que a su familia no le faltara nada y, en mi opinión, todas las mujeres deberían ser iguales. No importa lo que estés pasando, no importa la situación en la que estés, hay que echar para adelante la familia sea como sea”, recalcó el joven, quien no se quitó las gafas azules que guardaban, pero no ocultaban, el dolor de no tener a su madre.
“Ella no tenía de otra porque eso fue lo que le enseñaron, era lo único que sabía hacer. Cuando tú eres bueno en algo tienes que seguir haciéndolo, sea bueno o sea malo”, afirmó. “Es como todo, como los políticos. Un político no va a venir a hacer trabajo comunitario cuando es buenísimo estando en el gobierno siendo corrupto”, expresó.
Pablo no puede negar la falta que le hace su madre y lo mucho que le cuesta aceptar su ausencia. “Ahora que ella no está aquí, está brutal, es bien fuerte. Me estoy acostumbrando a que no esté. Ya va para un año. Todavía la sentencia está en negociaciones. Puede que le den diez años de cárcel”, dijo Pablo. “Hay una conspiración ahí que no me gusta, porque los cogieron a todos juntos (a los que trabajaban con su mamá) y a la más que quieren perjudicar es a ella”, añadió, con un poco de frustración.
Con una tristeza que no podía disimular, Pablo continuó hablando. “Me hace mucha falta. Ahora es todo yo. Tengo que ir a las graduaciones de mis hermanos. Yo soy el papá. Todo el peso está sobre mí”, declaró el joven.
“Es bien fuerte, ahora siento cómo ella se enojaba con nosotros y cuando hablamos me lo dice: ‘ves cómo es ahora, no es fácil pero se puede. Esto va a pasar rápido’. Ella tiene mucha esperanza”, aseguró Pablo. “Tenía que pasar esto para que nosotros despertáramos. Ya se acabó la comodidad y los lujos. Ahora todo es por nuestra cuenta. Al principio fue difícil pero uno se va acostumbrando, mejores cosas vendrán”, expresó.
Al culminar la entrevista, Pablo quiso recalcar su mensaje de que no todo es lo que parece. “Esta es la verdadera historia de la calle. Todo se ve bonito, te sientes el rey del mundo, pero todo tiene su final y cuando eso pase el resultado no te va a beneficiar. Yo pienso que la gente debería pensar dos veces meterse en el narcotráfico porque puedes terminar sin nada. El narcotráfico te lo quita todo”, concluyó.
Luego me acompañó hasta la entrada de su hogar, nos despedimos y se dirigió a trabajar.
Pablo es un seudónimo que se utilizó para proteger la identidad del joven.