Nota de la editora: Este texto forma parte de una serie especial en la que Diálogo investigó el uso de redes sociales y plataformas web para la prostitución y los encuentros sexuales casuales. Para leer la primera parte, titulada "Vender el cuerpo en Facebook" puede acceder aquí.
“Damos servicios a toda la área metro. Te enviamos las fotos de las chicas y tú eliges cuál quieres. Son $160 dólares por hora”, con voz sutil, una mujer joven dirigió la llamada telefónica, indicando que era ella quien coordinaba las citas con los posibles clientes de sus “empleadas”.
Las chicas de la agencia consultada por Diálogo garantizan una “noche que nunca olvidarás”. La mayoría de sus anuncios en Craigslist PR y Backpage PR son imágenes de mujeres con el rostro borroso y en ropa interior. Según indicaron, sus edades fluctúan entre 22 a 29 años. En cada foto subida a la plataforma web muestran sus mejores atributos con tal de vender sus servicios eróticos.
Este tipo de agencia utiliza un intermediario quien se encarga de coordinar las citas de las trabajadoras sexuales. De la misma manera en que ha evolucionado “el oficio más antiguo del mundo”, de forma paralela ha incrementado el número de agentes encargados de hacer sus citas a cambio de una parte de la ganancia por medio de plataformas web.
Página en Facebook de una agencia que publica fotos de semi desnudos de sus trabajadoras sexuales en Puerto Rico.
Según la investigación de Scott Cunningham, Prostitution 2.0: The Changing Faces of Sex Work, se estima que un 93 por ciento de las trabajadoras sexuales que buscan clientes por Internet no necesitan la ayuda de un intermediario. Sin embargo, las que sí dependen de un intermediario o pimp lo hacen porque no se sienten seguras o no adquieren muchos clientes.
El intermediario, que por lo general es hombre a diferencia del caso de la agencia consultada por Diálogo, le ofrece seguridad física al momento del encuentro con el cliente. No obstante, se han documentado casos de abuso sexual y físico de parte de estos agentes. El estudio Pimp-Controlled Prostitution de la Universidad de Toledo, indicó que los intermediarios tienden a ser agresivos con las trabajadoras sexuales y que por lo general ellas tienen que soportar el maltrato de parte del cliente, así como el de su “protector”.
El tema de la seguridad para algunas trabajadoras sexuales entrevistadas por Diálogo causó en las mujeres incomodidad. Fabiola, una joven cosmetóloga que promueve sus servicios sexuales a través de la web, aseguró que se siente segura a la hora de su encuentro con su cliente. Sin embargo, al preguntarle cuáles eran las medidas de seguridad que tomaba a la hora de la cita, finalizó la entrevista.
¿Prostitución o explotación sexual?
Ninoshka, nombre ficticio para proteger su identidad, trabaja como cuidadora de ancianos los fines de semana y de lunes a viernes es trabajadora sexual a tiempo completo. La joven siempre se anuncia a través de Craigslist PR y Backpage PR y atiende al menos cinco clientes diariamente que buscan sus servicios eróticos. Ninoshka generalmente gana $2,500 semanales.
“Las fotos de Craigslist no las subo yo. Las sube mi relacionista público ”, explicó Ninoshka. A preguntas de quién era este intermediario y cuánto le cobraba por publicar sus anuncios, la joven decidió no contestar y culminar la entrevista.
La investigadora de la Fundación Ricky Martin sobre la Trata Humana en Puerto Rico, Luisa Hernández, explicó que la relación entre el intermediario y la trabajadora sexual debe ser considerado como explotación sexual.
“En las redes sociales tú no ves quién está citando. Aunque ellas (las trabajadoras sexuales) dicen que son independientes, deben tener algún intermediario que se encargará de hacer la transacción. Ellas se sentirán más seguras cuando tienen a alguien que las guíe”, indicó Hernández, quien también es profesora de Sociología de la Universidad de Puerto Rico.
Los intermediarios tampoco son los únicos en generar ingresos a cuenta de los servicios de las trabajadoras sexuales, según el reportaje The New Prostitutes del diario The New York Times, en el 2010, el portal Craigslist generó al menos $44 millones en la venta de anuncios para adultos. Para esta fecha, según el reportaje, el costo de un anuncio erótico rondaba entre $5 a $10.
En peligro los menores de edad
“Yo sospecho que en este fenómeno (la prostitución a través de anuncios en Internet) hay muchas menores metidas en esta industria sexual. Como es a través de la pantalla de las redes sociales, pueden aparentar tener mayor edad. La redes sociales han transformado la prostitución y facilitado el acceso a la industria”, indicó Hernández.
En octubre de 2013 arrestaron a dos hombres en Pensilvania por reclutar adolescentes y prostituirlas a través de anuncios en Craigslist. Según el diario The Times Tribune, los hombres contactaron a las adolescentes a través de Facebook utilizando una identidad falsa y el día que decidieron encontrarse las raptaron. En el testimonio de una de las víctimas, la joven relató que fue abusada sexualmente por uno de los hombres que luego le tomó fotos desnuda para subirlas a Craigslist y a Backpage para vender sus servicios sexuales.
Hernández explicó que casos como lo que ocurrió en Pensilvania se denominan como trata humana. La investigadora indicó en su estudio La Trata Humana en Puerto Rico, publicado en 2013, que casi un 90 por ciento de las mujeres que deciden prostituirse fueron abusadas sexualmente durante su infancia.
La profesora aseguró que las redes sociales pueden facilitar el acceso a depredadores y pedófilos, que crean perfiles falsos para contactar a menores de edad y así abusar de ellos. “Lo sexual siempre está a la vista de lo criminal. El sexo y el crimen siempre van a estar vinculados”, expresó.
En la investigación Homelessness, Survival Sex and Human Trafficking, realizada en 2013 por Covenant House New York, muchos de los casos de prostitución en menores de edad fueron por causa de engaños, chantajes o para adquirir dinero rápido. El estudio reveló que muchas de estas adolescentes carecían de un adulto que las guiara o estuviera supervisando su interacción por las redes sociales.
“No se trata de controlar el cuerpo de las personas, sino de prevención. Me preocupa qué se hace con los niños y las niñas. Esto (la prostitución) en las redes se nos fue de las manos. Las redes son bien difíciles de controlar”, dijo.
Según la investigadora, debe comenzarse a orientar a las personas sobre este tema. Actualmente en Puerto Rico se han documentado casos de adolescentes que han desaparecido de sus hogares a causa del mal uso de las redes sociales. Aunque no existen estadísticas, en términos sexuales son más los niños que son explotados sexualmente y sometidos a la trata humana.
Cambio en el perfil del cliente
“El que quiere encuentra y no hay cosa más fácil que escribir dos o tres palabras claves en Google para conseguir lo que estas buscando, en este caso una prostituta”, expresó Juan Carlos Pedreira, experto en redes sociales.
De la misma manera que el ciberespacio crea una herramienta para las mujeres y hombres que desean vender sus servicios sexuales, también le ofrece una oportunidad de mantener constantemente actualizado al cliente. Son miles los blogs dedicados a escribir sobre el mundo del sexo pagado. Los clientes puertorriqueños también cuentan con su espacio virtual, se actualiza diariamente, contiene una “membresía premium” y permite al usuario comentar en las reseñas.
Página de dominio público que se encarga de hacer reseñas de trabajadoras sexuales en Puerto Rico.
“Este nace de la necesidad de tener un espacio donde podamos comentar, sugerir, compartir y escudriñar el desempeño de una Masajista, no con la critica pesada y morbosa, mas bien con una critica constructiva dirigida a mejorar su desempeño y a mejorar la relacion con su Cliente”, esto se puede leer en la bienvenida del blog. (Nota: el texto contiene errores ortográficos)
El espacio fue fundado en abril de 2012 y sus administradores, quienes permanecen en el anonimato, se encargan de publicar reseñas de las “chicas que ofrecen masajes y también para las escorts”. Por otro lado, invita al cliente a escribir sobre sus experiencias con las chicas y calificar el desempeño de estas en una escala del uno al diez. Además, divide el blog en secciones como: “Nuevas And Hot”, “Regresos Esperados”, “Recomendaciones De La Semana” y “Quickies”. También presenta un banco de perfiles con toda la información de contacto y fotos de estas mujeres.
Una reseña de la página que incluye el uso de “estrellas” para calificar el servicio de la trabajadora sexual.
Según se lee en el blog, su propósito es “obtener la orientación necesaria para saber escojer con certeza con quien nos queremos atender y por qué, porque nuestras citas a ciegas no deberian ser como el resultado suertudo de lanzar unos dados haber si tengo suerte”. (Nota: el texto contiene errores ortográficos)
El cliente que busca servicios sexuales a través de Internet no es el mismo que busca servidoras sexuales en la calle.
“El tipo de cliente también cambia. Posiblemente el tipo que buscaba en la calle tenía mucho menos escrúpulos a diferencia del que busca en Internet, este debe ser más sofisticado. Deben ser hombres funcionarios, profesionales o casados”, explicó la socióloga.
Según Hernández, las mujeres que venden sus servicios a través de Internet tienden a tener más educación que las de trabajan en la calle. Esto se debe a que el tipo de cliente que busca sexo por Internet es más exigente.
“Esta clientela más sofisticada va a buscar una mujer que también llegue a su nivel de sofisticación. Son de diferentes clase sociales. En términos físicos cuidan de su cuerpo porque saben que esto es lo único que tienen para vender. Deben tener diferentes niveles de necesidades, las que se prostituyen en la calle generalmente solo lo hacen para adquirir drogas”, añadió Hernández.
El riesgo de brindar servicios sexuales por las redes sociales no es necesariamente el mismo que las mujeres que deciden prostituirse en la calle, pero aún así el peligro permanece. Atrapadas en las redes del peligro y el crimen, Fabiola y Ninoshka cuentan con su propio servicio de protección para, al menos, cuidar aquello que les produce dinero: su cuerpo.