El 3 de octubre de 1990, los alemanes le ponían fin a sus divisiones. Ese día, se logró la reunificación entre la Alemania Federal y la República Democrática Alemana. Nacía la nueva Alemania. Y con esto, el fin a la Guerra Fría. Pero el domingo pasado, Colombia no vivió la misma situación en el plebiscito que buscaba un acuerdo de paz tras 52 años de guerra.
Histórica, así fue la jornada del pasado domingo en Colombia. Por primera vez, los ciudadanos del país tenían el poder —a través del voto en el plebiscito— de decidir el futuro de la política nacional, de las ocho millones de víctimas de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas), de todos los colombianos, de la unión que tanto anhelaba Gabriel García Márquez.
Pero se impuso el “no”.
Con más de 40 mil votos de diferencia, el resultado final del plebiscito fue un 50.21% en contra del acuerdo de paz. Sin embargo, el 62% de los votantes se abstuvieron de ejercer su derecho.
“Colombia muestra históricamente una alta tasa de abstención del electorado en elecciones generales y procesos electorales. Más de la mitad del electorado colombiano, capacitados con derecho a votar, consistentemente no participan. En este evento es un factor que hay que tener en consideración para poder entender el porqué es que triunfa la opción del ‘no’”, sostuvo el experto en relaciones internacionales, Phillip Escoriaza.
Este acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos, se lograba tras cuatro años de intensos diálogos y negociaciones. No se esperaba esta victoria del “no”. Hasta el último momento, las encuestas ponían al “sí” en la delantera. SEMANA y RCN, en las últimas semanas de septiembre publicaron que el 66% del electorado le darían su voto en favor del acuerdo.
“Esto es un acuerdo de 300 páginas, hay muchos elementos contenidos en ese documento para crear insatisfacción en muchos sectores. Por ejemplo, la insatisfacción con que se le entregue a las FARC diez escaños en la legislatura nacional es un elemento que mucha gente está en oposición porque se ve como un premio a pesar de 50 años de lucha y guerras sangrientas”, añadió Escoriaza.
No obstante, los actos de perdón por parte de las FARC en las últimas semanas no bastaron para atraer votantes. Tampoco, que 24 horas antes de la votación el grupo anunciara que realizarían un inventario de sus recursos monetarios para destinarlos a la reparación de las víctimas, algo a lo que se habían negado porque alegaban que carecían de ellos. La destrucción, el día anterior, de más de 600 kilos de explosivos, que fue verificada por la ONU, no supuso un vuelco en los votantes.
Empero, para el analista político internacional, no mencionar dentro del acuerdo a otras organizaciones no gubernamentales, que han tenido participación en la violencia colombiana, como los grupos paramilitares de derecha, hicieron que el electorado se planteara si se trataba de una reducción amplia de guerra para una paz duradera y generalizada.
“Otro elemento es el poco tiempo que hubo, entre la firma del acuerdo oficial y esta votación. En poco tiempo de campaña, con un documento tan complejo, con un contexto de más de cinco décadas de violencia y conflicto, simplemente siete días era demasiado ambicioso para suponer que era suficiente para convencer al electorado”, apuntó Escoriaza.
La división de los afectados
Los votos de las áreas más afectadas por la guerra con las FARC, estuvieron divididos. El lugar más golpeado es el sur de Colombia. Allí, los residentes del departamento de Caqueta y Meta, aunque han vivido en carne propia el dolor, la violencia, las extorciones y los secuestros, no estuvieron dispuestos a perdonar a las FARC sin métodos punitivos como la cárcel.
No obstante, sus vecinos de Cauca, Guaviare y Sucre —también del sur— apostaron por creerle a los guerrilleros, pero son municipios que, en votos, son menores a las zonas urbanas donde la violencia se ve por televisión porque hace tiempo dejó de tocarlos personalmente.
“La instalación del conflicto armado ha involucrado dimensiones subjetivas mucho más delicadas que la misma utilización de las armas, pues ha generado un escenario de normalización de la guerra, especialmente para las zonas que no han vivido directamente el conflicto, sino que han accedido a la narración mediatizada del mismo. El componente subjetivo de las ciudades, está definido por la carga de miedo y odio aprendido socioculturalmente”, puntualizó en declaraciones escritas suministradas a Diálogo la socióloga colombiana Esperanza Milena Torres Madroñero.
La postura en contra de los acuerdos para la paz la lideró el exmandatario Álvaro Uribe con argumentos que rechazaban que los guerrilleros obtuvieran diez escaños en la Asamblea de forma directa y sin necesidad de elecciones.
Esta posibilidad de que los guerrilleros participaran en la política; el hecho de que no pagarían cárcel siempre y cuando reconocieran sus crímenes; el que las FARC no rindiera un inventario monetario y que por ende el Estado sería el único que indemnizara a las víctimas; y que el narcotráfico sería considerado un delito político, fueron las bases que promulgó el uribismo y motivó a los votantes a decantarse por el “no”.
“La paz es ilusionante, los textos de La Habana son decepcionantes”, aseguró Uribe tras ejercer su voto.
No obstante, la socióloga sostuvo que “la mala información, la falta de formación política y reconocimiento de la historia del país, se deja observar en la precariedad de argumentos, en el nivel de debate y en el poder que asumieron los medios como configuradores de la opinión pública. Las campañas de desprestigio, así como la información errada respecto a los acuerdos circuló junto con los estereotipos y temores colectivos”.
Asimismo, el catedrático y director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, Alex Betancourt Serrano, resaltó que “la campaña del expresidente Álvaro Uribe, estuvo plagada de desinformación con respecto al acuerdo de paz y también en términos políticos fue una campaña altamente demagógica”.
Además, añadió como factor importante la cultura política conservadora de parte de la clase media alta. “Hay una cultura política conservadora de un moralismo fuerte con respecto a la subjetividad de los actores del conflicto. Los guerrilleros son vistos como enemigos del estado y enemigos de la ciudadanía. Las personas alejadas del conflicto y alejadas socioeconómicamente fueron decisivos”, aseguró Betancourt.
“Un miedo a lo desconocido”
Por otro lado, el internacionalista y catedrático de la Universidad de Puerto Rico en Humacao, Efraín Vázquez Vera, aseguró que todavía se siente “anonadado y estupefacto ante la victoria del ‘no’”. Para él, esto son “acciones suicidas colectivas” como lo sucedido en Gran Bretaña con el Brexit, en el cual el país decidió salir de la Unión Europea.
“Es una sociedad que por más de 50 años se ha acostumbrado a vivir en una guerra. Esa guerra, el que termine, significa otra Colombia, otra forma de vivir. Más que un rechazo al acuerdo de paz, yo creo que es un rechazo a lo desconocido, a esa Colombia que siempre se han imaginado, pero no saben cómo va a ser”, señaló el internacionalista.
También resaltó el hecho de que en Colombia mucha gente vive del conflicto armado. “Estamos hablando de una sociedad que está organizada alrededor de este conflicto interno. Hay mucha gente que su trabajo, su salario, su negocio, su industria, están relacionadas con el conflicto. Obviamente esa gente estaría temerosa de esa paz porque significaría perder su estabilidad”.
Tanto Uribe como Santos aseguran querer paz
“Todos queremos la paz, ninguno quiere la violencia”, aseguró el exmandatario posterior a los resultados. “Nos parece fundamental que en nombre de la paz no se creen riesgos a los valores que la hacen posible: la libertad, la justicia institucional, el pluralismo, la confianza en el emprendimiento privado, acompañado de una educación universal, de calidad, como cabeza de la política social”, insistió Uribe.
“Con afecto y solidaridad con nuestros soldados y policías, las Fuerzas Armadas de la democracia, pedimos al presidente Santos y al Congreso, que se permita un alivio judicial que no constituya impunidad”, continuó en su mensaje leído en tono pausado.
Por su parte, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, afirmó que su batalla contra la guerra seguía latente.
“No me rendiré. Seguiré buscando la paz hasta el último minuto de mi mandato porque ese es el camino para dejarles un mejor país a nuestros hijos”, aseguró Santos luego de la derrota.
“Como Jefe de Estado, soy el garante de la estabilidad de la nación, y esta decisión democrática no debe afectar dicha estabilidad, que voy a garantizar. Como presidente, conservo intactas mis facultades y mi obligación para mantener el orden público y para buscar y negociar la paz. El cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo sigue vigente, y seguirá vigente. Escucho a los que dijeron no y escucho a los que dijeron sí. Todos, todos sin excepción quieren la paz”, resaltó el mandatario quien, sin tener la necesidad, dejó la decisión del acuerdo en manos del pueblo. Una decisión que se volvió en su contra.
A esta propuesta de diálogo, Vázquez Vera apuntó que son momentos de incertidumbre tanto para Colombia como para América Latina y el Caribe. “Yo creo que ese diálogo se debió haber hecho antes. Pero es importante hacer ese diálogo, si hay que hacer un cambio en ese tratado de paz, que se haga y que se vuelva a votar”, sentenció.