‘‘La desilusión es como la falsa democracia: esta en todas partes…’’
-Carola García
El ombligo, epicentro del cuerpo humano y en el caso de la actriz, locutora, escritora, productora y profesora Carola García, va mas allá de ser una cicatriz permanente, es gestor de historias. Ombligos: un cabaret de palabras y sonidos, que se presentó recientemente en el Teatro Victoria Espinosa, se trata de un bar en algún estado de conciencia. La propietaria, Rica Onfalia Star, es portal en el tiempo para que otros personajes invaden su cuerpo. Rica Onfalia, Agua Añejada, Domingo y Canina se encuentran en una sola actriz. Cada uno alojado en la misma piel pero con sus propias cicatrices.
La ruta a Ombligos Bar, es sencillamente imaginaria. Los sonidos y las luces son narradores anímicos que le revelan al público una ambientación muy íntima. La música estuvo bajo la dirección de Omar Silva, integrante del grupo musical Cultura Profética. Mientras que, sus exponentes fueron Marco Trevisani en el piano y Efraín Martínez; todos ellos maestros de la composición sonora.
Nosotros, o sea, el público, nos sentamos entre los músicos y la actriz, acompañándolos en la exploración del ombligo; pero es en realidad el cabaret que se sienta entre nosotros. Interpreto las canciones en la voz de Carola García como actos de valentía ante un gran reto artístico. Esta obra se diversificaba en pequeños mundos o inmundos: contenedores de placer, angustia, poli sexualidad, deseo y soledad. Sobretodo, me pareció que la obra trataba de la inmensidad de la desilusión: ‘‘el tiempo se encarga de destrozarnos’’ como nos dice uno de los personajes.
El ombligo, ese círculo concéntrico es transformado por Carola García en la marca de lo infinito; las orbitas, los cinturones estelares, la vía láctea. Si ese universo que comienza en el medio de uno nos devolviera la mirada, encontrarían adicciones y desesperanzas.
La anfitriona es esbelta, Rica Onfalia Star disfruta de su deseo sin inhibición. Recibe en sus huesos a la tímida Agua Añejada; caso de mujer traicionada por su mejor amiga y su ex esposo, recurre a la pelvis soleada de Domingo. Situación nada original como comenta la dramaturga saliéndose por la boca de Agua Añejada, pero es esta falta de originalidad de la vida misma la que nos hace idear mundos posibles. Luego aparece Domingo, hombre cuyo sol taíno tatuado en la ingle jamás ha sido truncado. Alardeando de su belleza innata cuenta como el sexo puede convertirse en un estilo de vida sin descartar rumbos.
Cuando Canina entra a Ombligos, queremos juzgar a la dramaturga por haber sido cruel con este personaje. Canina esta enferma, su sistema autoinmune, se destruye así mismo como una metáfora absurda. Nos cuenta que tiene las lágrimas atrofiadas; convalece de soledad. Ella busca evadir la memoria de la infancia que le trae devuelta a Agua Añejada, amiga de la infancia con la que tuvo sus primeras experiencias lésbicas. No hay otros espacios para Canina, esta adiestrada a los vacíos: al de la nada y al de los abismos.
Carola García, airosa y con sus confesiones semidesnudas en la escena del teatro contemporáneo en Puerto Rico, mira su ombligo y lo elige.