Albert Camus también fue periodista. Anarquista declarado, filósofo, dramaturgo y novelista creador de grandes obras —El extranjero, La peste— ejerció como editor del periódico Combat, vocero de un movimiento popular de izquierda no-comunista después de la liberación de París del régimen nazi. En las columnas que escribió para ese periódico sobresalen sus críticas al periodismo de su época, y sorprende la vigencia que muchas de ellas tienen ante el incremento de poder de los conglomerados mediáticos a nivel global. Esas columnas se recogen en el libro Crónicas (1944-1953).
Y aunque aún vigentes, no puede olvidarse el contexto particularmente extremo en que fueron escritos esos editoriales y columnas de opinión. Combat aparece el 31 de agosto de 1944, apenas seis días después de la entrada de los Aliados y la liberación de París del régimen del Tercer Reich. En medio de esa vorágine histórica, Camus tiene conciencia del rol primordial que jugará el periodismo en definir y guiar la nueva compostura que tomará su país.
“Los nuevos tiempos necesitan, si no palabras nuevas, al menos una nueva disposición de las palabras. Sólo el corazón puede dictar esos arreglos, y el respeto que infunde el verdadero amor. Solamente a ese precio contribuiremos, en nuestra humilde medida, a dotar a este país de un lenguaje que será escuchado”.
En primer lugar, Camus propone un periodismo que apele al sentido crítico del lector, para que éste sea un ente activo y no un simple receptor de datos que debe aceptar como verdades incuestionables. En la columna “El periodismo crítico” del 8 de septiembre de 1944 por ejemplo, establece que es preciso ocuparse del “periodismo de ideas” y que “la información tal y como hoy se suministra a los periódicos, y tal como éstos la utilizan, no puede prescindir de un comentario crítico. Es la fórmula a que podría tender la prensa en su conjunto”. Añade que el periodista puede contribuir a la comprensión de las noticias mediante un conjunto de observaciones que otorguen su exacto alcance a unas informaciones cuya fuente y cuya intención no siempre son evidentes.
“Puede, por ejemplo, al confeccionar el periódico, juntar en la misma página dos informaciones contradictorias y poner en tela de juicio a la una con la otra. Puede ilustrar al público sobre las probabilidades que conviene conceder a determinada información, sabiendo que emana de determinada agencia o de determinada delegación en el extranjero”.
Aquí Camus apela al sentido crítico del periodista y del equipo editorial de un medio al seleccionar la información y la forma de trasmitirla y presentarla. En este sentido su estrategia es alertar al lector sobre lo que Stuart Hall llamó, mucho tiempo después, el “pasaje de formas” que se da entre los momentos conectados pero diferenciados de la producción y la distribución de contenidos informativos.
Como sabemos, gran parte de la información que nutre los medios proviene de instituciones gubernamentales, fuentes oficiales y agencias noticiosas, y la mayor parte del tiempo son transmitidas al momento, sin una revisión profunda, sin un contexto adecuado y, lo más relevante en cuanto a las reflexiones de Camus, sin pasar un cedazo crítico. El problema es que sin ese tratamiento de la información, las noticias terminan transmitiéndose con aura de objetividad y transparencia y en vez de contribuir a un un cambio social productivo, terminan naturalizando eventos, estancando la historia en un eterno retorno de lo mismo.
A diario vemos en la prensa comercial de gran tirada, los mismos temas, los mismos personajes, las mismas imágenes, las mimas preguntas y, por supuesto, los mismos “acontecimientos”. Ese es el espectáculo desesperante que ya desde principios del siglo XX hacía que un escritor como Karl Kraus odiara tanto a los periodistas, a pesar de que él ejerció como tal desde su periódico, La antorcha. Kraus hablaba sobre “los hechos que producen noticias y las noticias que son culpables de los hechos”.
De esa frase de Kraus y de las críticas de Camus, se puede entender que uno de los mayores problemas del periodismo convencional es su aparente “neutralidad”, su forma a-crítica de presentar los “hechos”. Por ejemplo este titular de GFR Media: “Gozan con el sol de la Isla”, que pertenece a un reportaje sobre la industria de energía solar en Puerto Rico. Aunque el titular podría tener un tono sarcástico, en la nota no se cuestiona para nada la naturaleza de los contratos, las prácticas de estas compañías en otros países, la efectividad de sus operaciones ni se informa del hecho tan fácilmente constatable de que algunos de los administradores de esas empresas fueron donantes políticos del partido en turno que les otorgó contratos. Otro ejemplo: “Germina la innovación: El negocio de semillas modificadas encuentra en Puerto Rico terreno fértil para la expansión”. Esta nota es una mera exposición de datos y declaraciones que funge más bien como un buen trabajo de relaciones públicas a una de las industrias más cuestionadas y de mala reputación a nivel global.
Ese tipo de periodismo profesional se basa en lo que Stuart Hall llama códigos naturalizados. Sobre la operación de códigos naturalizados dice que “revela no la transparencia y ‘naturalidad’ del lenguaje sino la profundidad del hábito y la 'casi-universalidad' de los códigos en uso. Ellos producen reconocimientos aparentemente ‘naturales’. Esto tiene el efecto ideológico de ocultar las prácticas de codificación que están presentes”.
Para combatir esa parsimonia del lenguaje del espectáculo noticioso, Camus propone una estrategia similar al distanciamiento que practicó Bertolt Brecht en el teatro y Jean-Luc Godard en el cine, alertar al público de que se encuentra frente a un discurso que tiene sus propios códigos y formas de representar la realidad. Esto sería posible a través de una crítica del texto y de las fuentes, dice Camus. Y aunque parezca obvio, la realidad es que a las fuentes de información, como se ve en los dos ejemplos anteriores, si son personas, se les suele hacer preguntas, pero rara vez son cuestionadas de forma crítica. Tampoco se explica a la persona lectora la procedencia de la fuente, sus motivaciones o intereses al hablar. El o la periodista funge como mero transmisor. Son, como diría uno de los mejores profesores de periodismo de la Universidad de Puerto Rico, “grabadoras con patas”.
Camus propone otras técnicas para ejercer un periodismo crítico:
“A esta crítica directa, del texto y de las fuentes, el periodista podría agregar exposiciones lo más claras y precisas posibles que pusieran al público al tanto de las técnicas informativas… La ventaja consistiría en poner en guardia su espíritu crítico, en vez de pretender facilitarle la vida. La única cuestión está en saber si esa información crítica es técnicamente posible. Yo estoy convencido de que sí”.
Esperemos que sí, pues tal vez sea esa la única manera en que el periodismo podría ser una puerta o una ventana hacia un mundo de conocimiento en expansión, y no como el periodismo que llega a la mayor cantidad de gente que es, en la mayoría de los casos, una píldora que entumece.
Este artículo fue publicado originalmente en 80 grados.
lbert Camus también fue periodista. Anarquista declarado, filósofo, dramaturgo y novelista creador de grandes obras –El extranjero, La peste– ejerció como editor del periódico Combat, vocero de un movimiento popular de izquierda no-comunista después de la liberación de París del régimen NAZI. En las columnas que escribió para ese periódico sobresalen sus críticas al periodismo de su época, y sorprende la vigencia que muchas de ellas tienen ante el incremento de poder de los conglomerados mediáticos a nivel global. Esas columnas se recogen en el libro Crónicas (1944-1953).
Y aunque aún vigentes, no puede olvidarse el contexto particularmente extremo en que fueron escritos esos editoriales y columnas de opinión. Combat aparece el 31 de agosto de 1944, apenas seis días después de la entrada de los Aliados y la liberación de París del régimen del Tercer Reich. En medio de esa vorágine histórica, Camus tiene conciencia del rol primordial que jugará el periodismo en definir y guiar la nueva compostura que tomará su país.
“Los nuevos tiempos necesitan, si no palabras nuevas, al menos una nueva disposición de las palabras. Sólo el corazón puede dictar esos arreglos, y el respeto que infunde el verdadero amor. Solamente a ese precio contribuiremos, en nuestra humilde medida, a dotar a este país de un lenguaje que será escuchado”.
En primer lugar, Camus propone un periodismo que apele al sentido crítico del lector, para que éste sea un ente activo y no un simple receptor de datos que debe aceptar como verdades incuestionables. En la columna “El periodismo crítico” del 8 de septiembre de 1944 por ejemplo, establece que es preciso ocuparse del “periodismo de ideas” y que “la información tal y como hoy se suministra a los periódicos, y tal como éstos la utilizan, no puede prescindir de un comentario crítico. Es la fórmula a que podría tender la prensa en su conjunto”. Añade que el periodista puede contribuir a la comprensión de las noticias mediante un conjunto de observaciones que otorguen su exacto alcance a unas informaciones cuya fuente y cuya intención no siempre son evidentes.
“Puede, por ejemplo, al confeccionar el periódico, juntar en la misma página dos informaciones contradictorias y poner en tela de juicio a la una con la otra. Puede ilustrar al público sobre las probabilidades que conviene conceder a determinada información, sabiendo que emana de determinada agencia o de determinada delegación en el extranjero”.
Aquí Camus apela al sentido crítico del periodista y del equipo editorial de un medio al seleccionar la información y la forma de trasmitirla y presentarla. En este sentido su estrategia es alertar al lector sobre lo que Stuart Hall llamó, mucho tiempo después, el “pasaje de formas” que se da entre los momentos conectados pero diferenciados de la producción y la distribución de contenidos informativos.
Como sabemos, gran parte de la información que nutre los medios proviene de instituciones gubernamentales, fuentes oficiales y agencias noticiosas, y la mayor parte del tiempo son transmitidas al momento, sin una revisión profunda, sin un contexto adecuado y, lo más relevante en cuanto a las reflexiones de Camus, sin pasar un cedazo crítico. El problema es que sin ese tratamiento de la información, las noticias terminan transmitiéndose con aura de objetividad y transparencia y en vez de contribuir a un un cambio social productivo, terminan naturalizando eventos, estancando la historia en un eterno retorno de lo mismo.
A diario vemos en la prensa comercial de gran tirada, los mismos temas, los mismos personajes, las mismas imágenes, las mimas preguntas y, por supuesto, los mismos “acontecimientos”. Ese es el espectáculo desesperante que ya desde principios del siglo XX hacía que un escritor como Karl Kraus odiara tanto a los periodistas, a pesar de que él ejerció como tal desde su periódico, La antorcha. Kraus hablaba sobre “los hechos que producen noticias y las noticias que son culpables de los hechos”.
De esa frase de Kraus y de las críticas de Camus, se puede entender que uno de los mayores problemas del periodismo convencional es su aparente “neutralidad”, su forma a-crítica de presentar los “hechos”. Por ejemplo este titular de GFR Media: “Gozan con el sol de la Isla”, que pertenece a un reportaje sobre la industria de energía solar en Puerto Rico. Aunque el titular podría tener un tono sarcástico, en la nota no se cuestiona para nada la naturaleza de los contratos, las prácticas de estas compañías en otros países, la efectividad de sus operaciones ni se informa del hecho tan fácilmente constatable de que algunos de los administradores de esas empresas fueron donantes políticos del partido en turno que les otorgó contratos. Otro ejemplo: “Germina la innovación: El negocio de semillas modificadas encuentra en Puerto Rico terreno fértil para la expansión”. Esta nota es una mera exposición de datos y declaraciones que funge más bien como un buen trabajo de relaciones públicas a una de las industrias más cuestionadas y de mala reputación a nivel global.
Ese tipo de periodismo profesional se basa en lo que Stuart Hall llama códigos naturalizados. Sobre la operación de códigos naturalizados dice que “revela no la transparencia y ‘naturalidad’ del lenguaje sino la profundidad del hábito y la ‘casi-universalidad’ de los códigos en uso. Ellos producen reconocimientos aparentemente ‘naturales’. Esto tiene el efecto ideológico de ocultar las prácticas de codificación que están presentes”.
Para combatir esa parsimonia del lenguaje del espectáculo noticioso, Camus propone una estrategia similar al distanciamiento que practicó Bertolt Brecht en el teatro y Jean-Luc Godard en el cine, alertar al público de que se encuentra frente a un discurso que tiene sus propios códigos y formas de representar la realidad. Esto sería posible a través de una crítica del texto y de las fuentes, dice Camus. Y aunque parezca obvio, la realidad es que a las fuentes de información, como se ve en los dos ejemplos anteriores, si son personas, se les suele hacer preguntas, pero rara vez son cuestionadas de forma crítica. Tampoco se explica a la persona lectora la procedencia de la fuente, sus motivaciones o intereses al hablar. El o la periodista funge como mero transmisor. Son, como diría uno de los mejores profesores de periodismo de la Universidad de Puerto Rico, “grabadoras con patas”.
Camus propone otras técnicas para ejercer un periodismo crítico:
“A esta crítica directa, del texto y de las fuentes, el periodista podría agregar exposiciones lo más claras y precisas posibles que pusieran al público al tanto de las técnicas informativas… La ventaja consistiría en poner en guardia su espíritu crítico, en vez de pretender facilitarle la vida. La única cuestión está en saber si esa información crítica es técnicamente posible. Yo estoy convencido de que sí”.
Esperemos que sí, pues tal vez sea esa la única manera en que el periodismo podría ser una puerta o una ventana hacia un mundo de conocimiento en expansión, y no como el periodismo que llega a la mayor cantidad de gente que es, en la mayoría de los casos, una píldora que entumece.
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