Si es cierto que a veces la vida bajo el sol pasa lentamente y el ser humano la adorna con conversaciones contextuales casi interminables, hay seis chicas en una azotea argentina que retratan estos lapsos agridulces de la existencia de manera cautivadora.
Mejor dicho, así lo encuadra ambiciosamente Gustavo Taretto en su segundo largometraje, Las insoladas. Luego de los premios que recogió por Medianeras, su debut encantador, Taretto logra llegar a su altura anterior con métodos no tan populares.
En el medio de la Argentina de los años 90, Sol (Maricel Álvarez), Karina (Elisa Carricajo), Vicky (Violeta Urtizberea), Lala (Luisiana Lopilato), Valeria (Marina Bellati) y Flor (Carla Peterson) componen nuestro grupo de protagonistas, unas amigas que se broncean como parte de su ritual de calentamiento previo a una competencia de salsa para diletantes.
Si la marihuana, el hambre, la deshidratación y el alcohol no es bastante para desincronizar a este sexteto, la insolación las llevará por momentos claves en un día caluroso donde dialogarán sobre su posición en el universo, el comunismo, la sicología, el capitalismo, la pornografía y el sueño de poder viajar a Cuba, para pasar quince días en un edén caribeño.
Aunque el largometraje nos presenta a estas féminas como los personajes principales de la historia, vale mencionar la presencia del gran astro caluroso y la arquitectura de Buenos Aires como dignas de crédito actoral.
Los edificios de Argentina, imagen omnipresente en la trama de Medianeras, vuelve al escenario de Taretto como recordatorio de que el sueño de un paraíso costero se encuentra tan lejos en términos de planificación como físicamente. En un segundo plano, la capital de Argentina se convierte en la prisión industrial que prohibirá a las féminas conseguir lo que quieren.
En un momento agradable, los primeros minutos de la películaorganizan varios tiros de rascacielos para exponer irónicamente a la metrópolis con una versión de “Here Comes the Sun”de The Beatles en ritmo de chachachá hasta llegar al techo que albergará a las compañeras por ese día sofocante.
Ya para el final del filme, el sol es un tropo trabajado como el foco que alumbra las tablas donde ellas presentan sus dolencias y dudas sobre el gran drama que es la vida.
Taretto nos entrega unas técnicas que últimamente han acaparado todo tipo de arte. Por más increíbles que sean las casualidades que aparecen en los alrededores de Las insoladas, es claro que el director busca llegar a un tipo de realismo digno de Richard Linklater, en el cine, o Ivo van Hove, en el teatro.
Las insoladas resulta ser más una comedia en la que inciden temas importantes de la sociedad, que un largometraje realista del cual el contexto habla más que las escenas. Sin embargo, las tomas largas de Taretto y su atención al detalle en las gotas de sudor y en los cuerpos pegajosos, evidencian su intención de llegar al realismo.
Al tener como objetivo este tipo de realismo, Taretto favorece un tiempo desacelerado a diferencia de la velocidad que en realidad amerita una película como esta. Cualquier miembro del público que entre al filme con el fin de reírse un rato con seis amigas nuevas, se encontraran que Las insoladas es una propuesta mucho más retante en temática y ritmo.
No obstante, cabe mencionar que Taretto sí logra algunas cosas al explorar este nivel realista. Cada una de estas mujeres son víctimas del sistema de gobierno argentino que, para esa década, operaba de tal forma que no posibilitaban escapes caribeños de dos semanas. Las insoladas, además de calar hondo en la psiquis y el espíritu humano, es una crítica.
Este reproche al sistema socio-económico argentino de los años 90 es acompañado por la cinematografía de Leandro Martínez quién satura los colores del mundo de las compañeras con el fin de separarlas del clima frío y gris del Buenos Aires aburrido.
Como otro aspecto positivo, las seis mujeres se complementan maravillosamente para sacar una que otra sonrisa durante todo el filme. De alguna manera causarán envidia en su público por la relación tan linda que hay entre ellas.
Ninguna supera a otra, balancean sus destrezas para mantener la atención del espectador y conservan el nivel de autenticidad que necesita el estilo de Taretto. Esto llega a su cima en una escena tan conmovedora como divertida en la que las chicas bailan al son salsero de “Qué pasa loco” de Isaac Delgado.
El mundo se identificará con Las insoladas. Nadie ha esquivado los arranques filosóficos que nos entrega la vida en destellos sorprendentes. El problema existe en que ese mismo público a veces no aprecia que retraten sus vidas con tal exactitud y detalle en pantalla.
Nunca sabremos si el grupo de protagonistas llegará a Cuba, pero esto es lo interesante. La vida real aburre, pero cuando llegue el momento de visitar las costas caribeñas (o el destino de su selección) no habrá nada que explote esa burbuja de felicidad que engendró una insolación en diciembre.