En esta ocasión me gustaría compartir una preocupación con los lectores. Principalmente aspiro a que las siguientes líneas puedan llegar a aquellos que defienden que los portones de la Universidad de Puerto Rico (UPR) se deben de mantener abiertos; es decir, quienes rechazan la paralización como un posible medio de lucha y defensa de nuestra institución.
Recientemente, he observado con mayor frecuencia dicha posición. Lamentablemente, en lo práctico la oposición parece ser a cualquier tipo de proceso de organización y movilización.
¿Campaña de desmovilización?
Hay una campaña bastante amplia en contra de dichas estrategias. Entre ellas se encuentra el gasto de recursos que se desconoce su origen para vandalizar la propiedad pública soldando los portones para evitar que se cierren; las pancartas; comunicados; entrevistas en los medios de comunicación; denegación de recesos académicos para impedir que los estudiantes se expresen junto al país en contra de los planes que buscan empeorar las condiciones del pueblo (como sucedió en varias unidades con relación al pasado 1 de mayo); entre otras acciones explícitas e implícitas.
Sin olvidar la tradicional amenaza respecto a la pérdida de la acreditación. Creo que esto ha ocurrido con más frecuencia de lo que pueda recordar y no debe sorprendernos.
A pesar de que la mayoría de las acciones antes mencionadas provienen de los individuos encargados de la administración universitaria, el discurso “antiparalización” es también respaldado por miembros de la comunidad interna y externa (entre estos personas que respeto, aprecio y amo).
Las pasadas asambleas estudiantiles de los recintos dan testimonio de eso. De forma generalizada en la mayoría de los casos se descartó la paralización. Incluso en el caso de la pasada asamblea general de estudiantes del Recinto de Río Piedras, a pesar de la acción de presentar una agenda, de modo que la asamblea estuviera orientada a los pasos a seguir en la jornada de defensa del país, la propuesta de un paro fue rechazada. Eso es un reflejo del sentir de muchos entre nosotros.
No podemos ser ignorantes de que luego de la huelga del año pasado hay muchas sensibilidades en y entre los sectores. Eso de alguna manera mantiene o ha creado que muchos estén a la defensiva cuando de paralización se habla; esto incluye a algunos de los que participaron la vez anterior.
El argumento estrella
Constantemente se escucha el mismo pensamiento. En los pasillos, plenos, asambleas y entrevistas se plantean cosas semejantes, que en esta ocasión no me propongo debatir, más bien exponer. Se escuchan cosas semejantes a: “Eso es lo que quiere la Junta [de Control Fiscal]. Le estaríamos haciendo un favor a ellos. Debemos pensar en utilizar otros métodos”.
A lo que quiero dirigir la atención es a la última idea señalada; la sugerencia de que se necesita utilizar otras estrategias, en lo cual no hay mucha controversia. Usualmente eso lo realizan expresando las limitaciones, a largo plazo, en cuanto a los resultados de los reclamos de la Gran Huelga de 2017 y otras repercusiones del proceso de paralización (en ocasiones por razones ajenas a los manifestantes).
Por cierto, no quiero dar a entender que no se lograron objetivos durante la paralización, aunque algunos involucrados no salieron completamente satisfechos del proceso. Inclusive, había consenso entre gran proporción de los movimientos de la necesidad de métodos alternativos a la paralización indefinida de labores.
Mi observación es la siguiente: muchos –no todos– que exhortan utilizar otros métodos, no plantean nada que responda a la realidad de los inmediatos y las letales medidas en contra de cada uno de los sectores de la UPR.
Más que crítica
Muchos critican que los/las pelús/as solo protestan y no presentan soluciones (lo cual no es cierto en muchos casos), pero algunos de esos críticos, que no favorecen paralizar, actúan igual como señalan. ¿De qué estamos hablando? ¿Cuál es tu propuesta?
Mi objetivo en estas líneas no necesariamente es realizar una apología de la paralización (paro-huelga-etc). No pretendo solucionar el dilema, más bien reacciono al ver un discurso incompleto de los que rechazan esos métodos e invito a que se presenten acciones concretas.
Creo que la mayoría está de acuerdo en que es necesario defender y promover una reforma que fortalezca nuestra universidad. Cruzarnos de brazos sí le hará un favor a la Junta de Control Fiscal y al Gran Capital. Necesitamos continuar el desarrollo de propuestas de acción.
El activismo con portones abiertos es bastante limitante (aquellos que han estado en ese esfuerzo lo saben muy bien); peor con una administración que no respalda que la comunidad universitaria se organice para defender la educación pública.
No obstante, de forma sistemática, es posible una acción sin paralización indefinida; la UPR Humacao el año pasado tuvo una buena experiencia de un modelo multisectorial.
Además, necesitamos reenfocarnos en los objetivos principales y comunes; sanar de las marcas de las pasadas experiencias; continuar con las acciones en la calle; proseguir con las coordinaciones multisectoriales y con la comunidad; y, como algunos han propuesto, concertar la estrategia para elevar el caso al Tribunal Federal.