Adentrarse en los laberintos de la historia para reescribirla desde la ficción no es tarea fácil. Tomás Reyes pasea su narrativa entre las ciencias sociales y las metáforas. A modo de científico-poeta, el autor reescribe el Puerto Rico urbano que precede a la estampa campesina clásica. En éste, su primer libro, titulado Entre la Carne y el Espíritu, expone a los personajes de sus cuentos a la dualidad. Siempre condenados a ese debate eterno sobre el bien y el mal en el cual se incorporan otros cuestionamientos como los de la identidad individual y nacional. Casi todo el libro se pregunta por el límite entre los valores aprendidos en sociedad ante las convenciones de una realidad voraz del individuo.
Tomás Reyes alimenta su voz narrativa con términos etnográficos. Su formación como psicólogo industrial aporta al estilo de abordar los temas. Para el autor, la literatura cumple con una función social. Por lo tanto, las reflexiones sobre quiénes somos como nación están muy presentes. Él retoma un Puerto Rico moderno, a través de la musicalidad de la trova urbana que de cierto modo se comunica con la trova jíbara. Retoma, revisa, reinterpreta la ciudad en diálogo con hechos históricos. Entre la Carne y el Espíritu parece la continuación de textos como La Charca de Manuel Zeno Gandía o La Carreta de René Marqués. Reyes expone lo que ocurrió después con una clara conciencia del Caribe.
La ciudad agolpada en la isla es el escenario principal de todos sus cuentos. Sus personajes caminan por caseríos, filas de oficinas gubernamentales, andan por los arrabales, entran a la cárcel; no se trata de idealizar al puertorriqueño sino de exponerlo en sus situaciones cotidianas, comenta el autor. Sus personajes cuentan las luchas de supervivencia en la búsqueda de ese espacio entre el cuerpo y el alma. En ocasiones, esta exploración social y ontológica se enfrenta al erotismo.
En el cuento Ella, el cuerpo es la maldición y la salvación mientras una mujer se defiende del hambre y de los invasores de su país. A diferencia del cuento Albertina, el cuerpo es atacado por alguien externo, los colonizados se presentan como enfermos por el colonialismo. En cambio, en La novena convención, la voz narrativa propone sanar a través de la resistencia.
Todos los relatos están enfrascados en la dualidad del amor y la muerte, el deseo y el ser, el caribe y el invasor. Tomás Reyes encuentra esa escisión que también es política en Puerto Rico y encamina sus personajes a la redención.