Convesatorio celebrado en la Sala-Teatro Beckett el jueves 10 de marzo 2011
El formato de este Conversatorio a dos voces contempla tres intervenciones: la primera intervención atiende al estado del conocimiento privilegiando los conceptos de sociedad del conocimiento, capitalismo cognitivo y la singularidad de la Universidad como lugar privilegiado de producción de conocimiento. En el camino de esta intervención precisaremos cuál es la singularidad del carácter profundamente social de la producción del conocimiento en tiempo presente y qué supone ser un intelectual en éste contexto. La segunda intervención se detiene en el estado de la defensa de la universidad desde el atributo de lo público y la urgencia de rebasar la propia noción de universidad pública. La tercera intervención, a dos voces, atenderá a la discusión de los dos sentidos en que vamos a estar trabajando el concepto de privatización.
Nuestra intención y nuestro deseo aquí es cualificar teórica y políticamente el por qué la universidad tendría que verse como una inversión y no como un gasto y contribuir a la producción de una defensa de la universidad pública sobre bases renovadas.
Hay un lugar de enunciación y un lugar de observación que estaremos privilegiando en esta discusión. Este es un foro y un discurso situado desde lo que entendemos constituye nuestra singularidad dentro de ese entramado discursivo que nombramos “comunidad universitaria”.
Partimos de la premisa de que el acontecimiento nombrado “crisis universitaria” tendría que viabilizar las condiciones para producir niveles de autooorganización más complejos de todos aquellos asuntos y sectores que componemos el sistema de la Universidad de Puerto Rico.
I. Madeline Román: Sociedad del conocimiento, capitalismo cognitivo y singularidad de la Universidad como espacio privilegiado de producción de conocimiento.
Dicen Maturana y Varela en su libro, El árbol del conocimiento que “todo conocer es un hacer por el que conoce.”; “todo acto de conocer trae un mundo a la mano.” Esto es crucial a la hora de comprender el carácter profundamente social de la producción de conocimiento. Concedemos a nuestra humanidad juntos y conociendo y, conocer, es acción efectiva, es decir, efectividad operacional en el dominio de existencia del ser vivo. Dicen Maturana y Varela también que, fue en el camino de la intensificación del dominio lingúistico, en la personalización del otro, como fuimos avanzando en conocimiento.
Ese carácter profundamente social de producción del conocimiento adquiere en tiempo presente dimensiones insospechadas e intensificadas. El fenómeno de la sociedad del conocimiento abre, para algunos, un nuevo continente de la práctica humana (Blondeau, 2004:31). La información y el conocimiento se constituyen en fuentes de riqueza.Nuestra contemporaneidad se caracteriza por una intelecto generalizado depositario de saberes ya no separables del conjunto de los seres vivos.
La productividad y la mercancía se pensaron, por mucho tiempo, sólo en términos materiales, pero hoy por hoy, las aptitudes generales, la facultad del lenguaje, la disposición al aprendizaje, la capacidad de abstracción, el acceso a la reflexión se constituyen en el nuevo continente de la producción. Las materias primas no son materia, ni sustancia, sino “símbolos, códigos, signos linguísticos y matemáticos” (Blondeau, 2004:34), y también competencias y disposiciones.
Mientras el marxismo había planteado el papel indirecto jugado por el saber abstracto en la productividad transferido a las máquinas y objetivado en capital fijo, mientras para éste, los intelectuales no participaban explícitamente en las relaciones capitalistas de producción, al presente, el saber no es sólo una potencia materializada en los sistemas automatizados (en el capital fijo) sino una potencia capitalizada por las fuerzas productivas.
Lo inmaterial tiende a desmaterializar los medios de producción de tal forma que no se puede trazar una frontera estática entre fuerzas productivas y medios de producción. Esta indistinción creciente entre fuerzas y medios es un elemento de desestabilización del conjunto de relaciones de producción. ¿Quién detenta la propiedad de los medios de producción cuando la vida misma se constituye en fuerza productiva?
A su vez, mientras la economía política clásica reposa sobre el principio de la escasez y la escasez se funda sobre el carácter destructor del consumo, la producción inmaterial reconoce, por ejemplo que, “si transmites una información no la pierdes y si la utilizas no se destruye” (Blondeau, 2004:36). Asistimos entonces a la emergencia de una economía de la abundancia por el carácter mismo de la producción inmaterial.
¿Por qué distinguimos capitalismo cognitivo de sociedad del conocimiento? Porque mientras el capitalismo cognitivo produce una economía de lo inmaterial desde lógicas financieras en las que se inscriben los fenómenos de concentración monopolista de la información, mientras éste se mueve, por ejemplo, en la dirección de ponerle un cerco jurídico a la propiedad intelectual, la sociedad del conocimiento apunta a una fuerza donde los bienes inmateriales se constituyen en mercancías vivas, en propiedad social y en bien común de la humanidad desde una movilización constante y colectiva de las inteligencias. La distinción entre el desarrollo de la sociedad de conocimiento y capitalismo cognitivo es importante como manera de poder discernir entre lo que aparece como amenaza para la producción de conocimiento de aquello que lo libera, puesto que uno y otro se encuentran imbricados. Desde el momento en que la innovación tecnológica, el diseño, la creación cultural y la producción de los afectos se tornan hegemónicos frente a la producción de bienes materiales, la universidad aparece como un lugar central en el proceso de valorización. Por eso, el capitalismo cognitivo la quiere aprisionar; éste descansa y se dirige a la expropiación del conocimiento como bien común.
La producción intelectual tiende a convertirse en la forma general y organización de la producción de riqueza. Es por esto que la Universidad tendría que verse como una inversión y no un gasto social. Se trata del reconocimiento de que la Universidad produce verdaderas constelaciones conceptuales que funcionan por sí mismas como “máquinas productivas”.
Mientras la Universidad se constituye en un espacio libre producción de ideas, el capitalismo cognitivo quiere subsumir, rentabilizar, ahogar su potencialidad o bien reconducirla desde lógicas rentistas. Esta es la amenaza que se cierne sobre nosotros y sobre nuestro contexto de trabajo inmediato.
La sociedad del conocimiento produce conocimiento a todo lo largo y ancho de lo social pero el conocimiento que actualmente se encuentra amenzado es el que se produce desde el espacio concreto que llamamos universidad en tanto espacio donde asumimos la actividad del pensar como forma de vida consistente.
En este sentido, y como hemos planteado en el documento de La universidad que queremos, aunque las nuevas tecnologías han conmocionado a la universidad como entidad territorial representada por el concepto de campus, a nuestro modo de ver, esta territorialidad del proceso de estudio, la co-presencia y la comunicación presencial, siguen siendo vitales en la producción y el avance del conocimiento.
El contexto inmediatamente precedente a la crisis que estamos atravesando opera como un obstáculo también a la hora de producir maneras de incidir en la crisis misma. Y esto porque el cuadro de transformaciones por el que transitamos tiene ya una historicidad, tanto independientemente de la presente crisis como en conjunción con la misma. Por eso es que no nos instalamos en la defensa de la Universidad previamente o hasta ahora existente. La imposición de la educación masiva universitaria, el abandono de otras posibles vías de estudio, las transformaciones en el contexto del trabajo, la devaluación creciente del conocimiento mismo producido desde las universidades, nuestra imposibilidad hasta ahora de deslindar la Universidad de la economía, han ido constituyendo también a la Universidad en un refugio de poblaciones sobrantes abonando a un imaginario de universidad enteramente desacoplado con el proyecto de Universidad que queremos.
A su vez, hemos señalado que la Universidad se encuentra amenazada por una serie de poderes internos y externos. Entre los poderes internos se encuentran la tendencia a la concentración y centralización de las decisiones académicas en instancias decisionales no académicas, la conducción de la actividad intelectual desde racionalidades cada vez más utilitarias, el recrudecimiento de los procesos explotativos vía la asignación de más y más trabajo administrativo a los profesores, y la imposición de una lógica productivista a la actividad intelectual e investigativa, que aniquila las posibilidades de los espacios reflexivos necesarios para la producción del conocimiento mismo.
Entre los poderes externos destacamos –aparte de la crisis por la que transitamos y la inminencia de una nueva ley universitaria– se encuentra la lectura de algunos sectores sociales y de gobierno en torno a que la Universidad no está rindiendo su trabajo o que no se coloca “al servicio del país”. Aún cuando reconocemos que dicha lectura no define una universidad, el que produzcamos un conocimiento, para algunos no rentable, no mercadeable o no susceptible de “solucionar” los problemas del país, delata los términos y las formas en que esa máquina de dominio intenta impugnar la singularidad del espacio universitario al tiempo que expresa un imaginario político local que aún no se ha acoplado del todo con el propio avance la sociedad del conocimiento o bien que intenta acoplarse subsumiendo la Universidad de manera burda, abierta y descarnadamente.
Ser intelectual en este tiempo supone denunciar todos los rostros que asume esta expropiación del conocimiento como bien común del lado del capitalismo cognitivo, la defensa de la universidad como lugar privilegiado de producción de conocimiento y la actividad del pensar como forma de vida consistente.
II. Marlene Duprey: Estado de la defensa de la universidad Pública
¿Qué significado podría tener entonces decir, que defendemos una concepción del conocimiento como bien común distinguible de lo público; y una defensa de la Universidad Pública desde bases renovadas?
Primero hay que reconocer que eso que por mucho tiempo hemos llamado lo público, o el bien público, como nos sugiere Xavier Mendoza en Las transformaciones del sector público en las sociedades avanzadas: del estado del bienestar al estado relacional, “de ser un instrumento privilegiado para la resolución de los problemas sociales, ha pasado a convertirse en uno de los principales problemas de las crisis contemporáneas”. Este hecho nos conduce ineludiblemente a relacionarnos con el cambio. El sector público e encuentra sin lugar a dudas ante un proceso de transformación significativa que nos convoca a examinar el alcance, los límites, y los desafíos de dichas transformaciones.
Dentro de los estudios de las formaciones del Estado, hay quienes plantean que el rol del Estado en las sociedades modernas avanzadas se puede analizar a partir de dos grandes modelos de referencia que son el Estado Liberal y el Estado del Bienestar. En la propuesta neo-liberal contemporánea se intenta hacer retroceder las fronteras del estado en su versión asistencialista, reservando para sí su gestión punitiva, y legislativa.
Otras opciones alejadas de esta salida neo-liberal, como las planteadas por Mendoza entre otros, hacen enfásis en que lo que entra en crisis no es el Estado de Bienestar sino la manera en que históricamente se ha construído esa sociedad de bienestar.
En esa línea Mendoza sostiene que se puede afirmar la aparición de unas formas de Estado que se pueden denominar Estado Relacional. Estas formas de estados emergentes son el efecto de las propias limitaciones del estado del bienestar para dar respuesta a las demandas de una sociedad cada vez más desarrollada, compleja e interdependiente, cuya dinámica ha puesto de manifiesto la necesidad de replantear las relaciones entre los ámbitos público- privado, y entre Estado y lo social.
Es de conocimiento común que el origen del Estado benefactor surge como el efecto de responder a las crisis ciclicas del Capital y el Mercado, así como de la necesidad de una redistribución de la riqueza como requisito indispensable de la propia dinámica de expansión de los mercados capitalistas. Sin embargo, las premisas que han condicionado y construído explícita e implítamente al Estado Benefactor se plantean hoy día como parte del problema inherente a la transformación de lo público.
Mendoza por ejemplo nos recuerda que en estas premisas se ha mantenido la separación de los ámbitos público y privado y se ha sostenido una concepción de lo público entendido como la búsqueda del interés general como un patrimonio exclusivo del Estado. Otra de las premisas del Estado Asistencial, también cree en la bondad intrínseca de la intervención pública y el la capacidad del Estado para resolver por sí solo los problemas sociales. De ahí el paternalismo y el populismo que lo ha caracteriza. También se creía que la producción directa por el Estado era y sigue siendo la mejor garantía y la manera más adecuada de hacer llegar a todos los ciudadanos los bienes sociales. Esto ha generado una clara desconfianza hacia la sociedad civil y el mundo empresarial.
De ahí entonces que gobernar en el contexto de las políticas keynesianas se conviertiera en un discurso del gasto derivando en una lógica economicista que creó la denominada crisis de la deuda pública, y el desajuste en las políticas fiscales.
Los problemas de viabilidad económica que caracteriza a la crisis del Estado Asistencial, traducidos en el problema de la presión fiscal de las capas medias de la sociedad en sostener la estabilidad social , así como aquellos problemas de insatisfacción social creciente con el buen funcionamiento de los bienes y servicios públicos así como la constante crítica a la cristalización de una cultura de dependencia, entre otros problemas, muestran la impotencia del Estado en resolver por sí solos los problemas.
A partir de esta situación que no podemos negar en la contemporaneidad Xavier Mendoza, Pierpaolo Donati entre otros, proponen moverse hacia la idea de un Estado Relacional que se aleja de la salida neo-liberal, pero que reconoce que ya no podemos seguir concibiendo al Estado Benefactor desde las viejas premisas de separación de lo público-privado, ni de el Estado como único garantizador del bien común.
En ese sentido Estado Relacional es una idea que trata de explicar una realidad emergente y por supuesto depende de ciertas condiciones de posibilidad. No es un modelo cerrado sino algunas propuestas para moverse en una dirección distinta al modelo del estado Benefactor moderno/keynesiano, y que permitan cierto nivel del debate. Podríamos hablar del Estado con mayúscula como el gestor de la administración pública, pero también su otro correlato el estado relacional en minúsculas, como aquellas condiciones de posibilidad necesarias para relacionarnos con estas nuevas transformaciones.La primera premisa de la que se parte es del reconocimiento de que el Estado no es autosuficiente y que por lo mismo el estímulo de la participación y la politización ciudadana y colectiva es crucial para promover la Universidad que queremos.
Ahora bien, las formas emergentes del Estado Relacional sitúa las relaciones entre los ámbitos público-privado, entre Estado y sociedad, en el terreno de la co-rresponsabilidad colectiva. Para Mendoza “la corresponsabilidad significa primero la existencia de objetivos comunes, la asunción de responsabilidades concretas y la articulación efectiva de esas responsabilidades. Este sostiene que “en un contexto plurarista, en el que el control jerárquico no es posible y la contestación y la crítica son legítimas y deseables, lo que estimula a la sociedad civil a colaborar con el Estado es el grado de coincidencia en los objetivos de una determinada política pública y en la manera de implementarla”.
Nosotros sabemos que en un contexto polarizado como la actual crisis en la UPR, estos dos requisitos fundamentales el de co-responsabilidad y el de la articulación de objetivos básicos en los que todas las partes puedan coincidir está virtualmente bloqueado. Bloqueado por elementos ideológicos, partidistas, egocéntricos, por resentimientos de distinta indole, por intransigencias de todo tipo, por mencionar solo algunos.
Un aspecto importante de una posible nueva articulación en clave de co-responsabilidad entre los sectores público y privado en el contexto universitario es que el protagonismo debe corresponder a las necesidades específicas del las exigencias universitarias. Es decir, el problema no debe ser tanto, si la propuesta es de naturaleza pública o privada, sino más bien en su capacidad para dar respuesta de la forma más adecuada y efectiva a una determinada necesidad de la comunidad académica. ¿Cómo traducimos esto al ámbito universitario si no es a partir del reconocimiento de que la privatización; “la bestia” como dice Wendy Brown, ya está adentro?
Me parece que la posibilidad de respondender a nuestras necesidades académicas dentro de esta propuesta de “un estado relacional” solo puede producirse si se combinan la cooperación y competencia que son inherentes a estas formas de estado relacional como aspectos no excluyentes sino cuya integración pasa a afirmarse como condición necesaria para alcanzar la afirmación de una singularidad institucional como es la Universidad de Puerto Rico en tanto institución privilegiada de Educación Superior.
Desde mi perspectiva los análisis sobre el Estado relacional, la co-responsabilidad, cooperación y competencia son tres principios fundamentales que bien podemos ensayar en la defensa de la Universidad pública desde bases renovadas.
En cuanto a la responsabilidad que corresponde al claustro de la Universidad de Puerto Rico me parece pertinente el ensayo que escribiera el profesor Juan Carlos Quintero a propósito de la actual crisis universitaria titulado Para la catástofre, y publicado en Diálogo Digital en el que afirma que:
Responsabilizarse es responder éticamente ante un daño recibido o hecho, no moralizar el espacio y el tono de la discusión para que refulja allí mi “agudeza”. Quienes deseen lidiar con una reconfiguración efectiva de la Universidad de Puerto Rico (en efecto, de cualquier universidad contemporánea) necesitan ponderar los efectos, pero sobre todo la reproducción de una lógica institucional que vacía proyectos, desactiva esperanzas y obstruye los relevos, la discusión de ideas y la potencialidad de lo que pueden hacer y decir otros cuerpos. Esta lógica es una continuidad histórica y no sufre alteraciones con el péndulo electoral.
Lo anterior es un llamado a examinar la cultura política de la Universidad de Puerto Rico como ethos ineliduble para su fortalecimiento como Institución de Educación Superior. Con este llamado de fondo sostengo que la legitimidad de la actuación del Estado en su modelo o vertiente Relacional (en mayúscula y en minúscula) como nos señala Mendoza, “tiene que fundamentarse entonces en el requisito inexcusable de su legalidad, en los principios de eficacia social, y sobre todo de corresponsabilidad de sus miembros. Esto viene determinado por su capacidad de interlocución”, y de apertura a los intereses universitarios, “por su transparencia en la articulación de los ámbitos público y privado, y por su modestia en asumir que el protagonismo corresponde a los objetivos colectivos perseguidos”.
Está claro que la defensa entonces de una Universidad Pública para que sea viable debe reconocer la transformación inevitable de lo público desde las premisas keynesianas; esto es, de una defensa del bien público pos Estado Benefactor que traducimos con los teóricos del Estado Relacional como una replanteamiento urgente en las maneras en que históricamente se ha construído esa sociedad de bienestar.
Si partimos del reconocimiento de que el capitalismo contemporáneo es el del conocimiento (eso que denominamos capitalismo cognitivo) el reto está en aprovechar al máximo esa abundancia que se reproduce como parte de una sociedad del conocimiento. Pero esto tiene que darse a partir de propuestas de pensamiento constante que incidan en poner resistencia a la vocación irrefrenable del capital de expropiación para la acumulación de esa riqueza.
En este tránsito las subjetividades, los egos, las ideologías que cohabitan el entorno de la Universidad Pública como lugar privilegiado de producción de conocimientos juegan un papel vital, para que esta se mueva en una dirección de avanzada o se hunda en su miseria.
Lo que proponemos enfatizar es que la tensión que se produce hoy en el ámbito de la producción del conocimiento no es entre el modelo de Universidad pública y el de Universidad Privada, sino alrededor de la categoría de Lo común, y de la concepción de conocimiento que manejamos. Esta categoría caracteriza mejor el modelo de Universidad que queremos.
En este sentido y para resumir hacemos referencia a dos tipos de privatización:
privatización en el sentido de expropiación del conocimiento
privatización más inmediata remitida a la tensión entre Estado=público y
Capital =privado.
III. El asunto de la privatización
Madeline Román: El sentido de privatización que estamos privilegiando es el de la expropiación del conocimiento como bien común. Este tipo de expropiación corre transversalmente por las universidades bien sean privadas o públicas porque de lo que se trata para nosotros es del tipo de relación con el conocimiento que se privilegia. La otra forma de privatización, remitida al binomio capital/Estado, ya se encuentra presente en el sistema de la Universidad de Puerto Rico. Digamos que, como dice Wendy Brown, “la bestia”, (que no es tal bestia para mí) ya está dentro por lo que, de lo que se trata es de cómo vamos a transitar por ella, o quizás domarla, pero “domarla” teniendo como horizonte político el potenciar la sociedad del conocimiento y el conocimiento como bien común.
Marlene Duprey: Para Wendy Brown algunos de los efectos negativos de la privatización entendida en un sentido inmediato como aquella que remite a la tensión de lo público= Estado y lo privado como aquello exclusivo del capital se resumen en lo siguiente:
Primero se pone en juego el compromiso con el mérito, cuando los intereses del sector privado se ponen por encima de los de la academia
Se incrementa la desigualdad en salarios entre facultades
Se debilita el apoyo a todos los aspectos curriculares sobre todo en las ciencias humanas y las artes, y más aún declina el apoyo para la investigación exploratoria, o no-rentable
La investigación está más controloda por los sponsors privados
Se restringe más la libertad de cátedra, y se silencian facultades
Hay un incremento en la explotación de los trabajadores por la forma del trabajo a tiempo parcial.
Crece la influencia de adelantar intereses no académico, bajo la forma de una mentalidad administrativa. Una burocratización progresiva del sistema.
La educación se convierte en la búsqueda de un Sistema de instrucción eficiente (Efficient Delivery Instructional System) para generar capital humano
Si bien coincidimos con la lectura de hace Wendy Brown de estos posibles efectos de la privatización que bien pueden constituir una guía para repensar nuestro quehacer universitario a la luz de estas transformaciones; entendemos también que cada uno de éstos posibles efectos habría que ponderarlos a la luz de una búsqueda de la defensa del conocimiento como bien común, explorando las posibles alternativas de cooperación de corte transdisciplinaria,(por ejemplo enfatizar en los objetos de estudios más que en las disciplinas per sé), proteger el principio de mérito tanto en el tipo de profesores como de estudiantes que se recluta en la Universidad, propiciar la defensa y búsqueda de fondos para todos los todos los campos de saber (los fondos externos e internos no deben ser exclusivos de una facultad o campo de saber), la búsqueda de formas no explotadoras del trabajo a tiempo parcial reconociendo la urgencia de enmendar las formas de salario a ese tipo de trabajo, y finalmente, aunque no exclusivamente, atender a la necesidad de la reducción de la burocratización creciente del sitema universitario. Cada uno de estos aspectos habría que explorarlos saliéndonos de la dicotomía público-privado, en el reconocimiento de su ineludible imbricación.