Viajar al estado de Washington nunca estuvo en mi lista de lugares que quería visitar porque simplemente no me interesaba. Es más, toda la parte noroeste de los Estados Unidos de América (EE.UU.) me parecía totalmente ajena y desconocida.
Las cosas cambiaron cuando mi hermana y mis sobrinas, con quienes compartía mucho tiempo, se mudaron a ese estado tan lejano que pocas veces pasaba por mi mente o era utilizado en mi vocabulario. De modo que, desde ese momento, hace poco más de un año, supe que pronto visitaría Washington porque no podría estar demasiado tiempo sin compartir con esos seres que tanto amo, aunque el destino, en términos de vacaciones o visita cultural, no me llamaba la atención.
Para mi sorpresa, Washington resultó ser una gran bofetada en la cara. Tras diez horas de vuelo, finalmente arribé al aeropuerto internacional de Seattle/Tacoma a las 3:45 p.m., hora local.
Washington se deja sentir desde el momento preciso en que abren las puertas del aeropuerto y te enfrentas a su cielo. Se respira aire limpio. Se respira más fácil. Me recibió un enorme sol que brillaba con toda potencia, pero no me hacía sudar. La temperatura rondaba los 75°F. Para esos días antes de viajar, el índice de calor en Puerto Rico alcanzaba los 102°F. Los americanos cuando llegan a la Isla en invierno suelen decir que sienten que han llegado al paraíso. Yo sentí exactamente lo mismo, pero a la inversa.
A eso le podemos añadir que, recientemente, el pago mínimo por hora a los proletariados aumentó a $11.00. Además, aprobaron el uso de marihuana medicinal y para disfrute personal, las parejas del mismo sexo son reconocidas legalmente y por cada árbol que se corte hay que, por ley, sembrar otro. Realmente, había llegado a un lugar bueno donde olía a navidad todo el tiempo.
Fotos por: David Cordero Mercado
¡Hay pinos por todas partes! De distintas clases y desde pequeños recién nacidos hasta los más adultos, que pueden alcanzar decenas de pies de altura y cuyos troncos no puedes abrazar solo. Washington posee bosques con tipos de árboles que pueden medir cientos de pies con dirección al cielo. Transitar por las calles es un paisaje constante. El verde lo ocupa todo. La definición de los colores de las flores es perfecto. Un girasol amarillo es amarillo. Una flor de lavanda realmente contagia frescura y es placentero observarlas mientras las roza el viento.
Pero si de paisajes se trata, el Mount Rainier National Park ofrece la experiencia visual más exquisita de todo el estado. Para mí, es probablemente el paisaje más bello que haya visto en mi vida. Un enorme lago de aguas azul-verdosas, una fría cascada con una caída de 69 pies (Christine Falls), rodeada de enormes piedras con musgo y gruesos troncos que cuentan historias de antaño, y acantilados sin fin, son el preámbulo perfecto a la gigantesca montaña copada de roca y nieve. Camino a ella, exóticas flores rojas, azules, violetas, ascienden contigo entre el intenso verdor que provoca deseos de rodar sobre él y pasar todo el día allí contemplando. La caminata es larga, pero el encanto no te permite hacer cuenta del cansancio. Algunos paños de escarcha de nieve comienzan a dejarse ver.
Repleta de nieve, al fondo y hacia arriba, ubica la gran montaña. Aunque parece estar cerca, es solo una impresión. Su altura ronda 16,000 pies de altura. Algunas nubes se confunden con el blanco sulfúrico. Contemplar el paisaje desde ahí, detenerse, es casi una obligación. En medio de las demás montañas, me di cuenta que eran enormes. Que somos diminutos. Me faltó equipo técnico y tiempo para continuar el paso hacia arriba, pero aquello fue suficiente para entender una vez más lo preciado de la naturaleza, lo maravilloso del estado natural.
Así como Puerto Rico se hace llamar “la isla del encanto”, Washington State es conocido nacional e internacionalmente como “The Evergreen State”. La diferencia es que es evidente que ese Estado cuida su apodo, no solo legalmente, también en términos culturales. Allí todo gira en torno al verde. Negocios, restaurantes, calles, letreros, “evergreen” aquí y allá, pero lo importante es que lo ves realmente sembrado, no solo en la tierra, también en el subconsciente. Es curioso porque, a pesar del desarrollo urbano, poseer uno de los puertos más importantes de EE.UU. y ser un gran exportador de madera, incluso desde el tope del Space Needle, una de las principales atracciones de la ciudad a una altura de 600 pies con vista de 360 grados hacia la urbe, es posible apreciar los árboles entre los edificios que conforman el centro de Seattle y las comunidades aledañas.
Al fondo, hacia la derecha, está el CenturyLink Field, campo de juego de los famosos Seattle Seahawks de la National Football League (NFL). El piso del restaurante continúa rodando lentamente. Se asoma el Océano Pacífico. Allí arriba, además, presencié el atardecer más largo de mi vida y uno de los más intensos. Fue memorable porque lo sentí. Una mezcla de reflejos anaranjados y amarillos se dibujaba en el cielo. Abajo, decenas de veleros se mecían despacio en el agua. Yo los miraba desde arriba, acompañado.
Algunos temas locales fueron protagonistas en conversaciones nocturnas durante el viaje, bajo un cielo despejado y cuyas estrellas se podían apreciar. A veces resultan imposibles las comparaciones. Mientras en Puerto Rico el Proyecto del Senado 517 y el Proyecto de la Cámara 1362 para la enmienda a la Ley de Sustancias Controladas y la aprobación del uso medicinal de la marihuana continúan estancadas, el estado de Washington vende $127,000 dólares diarios en marihuana, que se tradujeron en $3.8 millones en el primer mes y un millón de dólares en impuestos. Esta cantidad se generó solo en 18 tiendas aprobadas para la venta de la droga.
Tras la aprobación del Proyecto 502, que especifica restricciones y prohíbe el narcotráfico, el estado de Washington espera generar alrededor de $122 millones de dólares en impuestos por la venta de marihuana en los próximos dos años. El estado también permite el uso de marihuana como medicamento recetado. Por otro lado, desde el 6 de diciembre de 2012 es legal en Washington el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Ello se tradujo en alrededor de $3.8 millones de dólares para el estado cada año, pero sobre todo en calidad de vida para muchos de sus residentes.
La última noche que estuve en Tacoma la temperatura descendió hasta 50F. Tenía frío.
-Si tienes frío en verano, no podrás venir en invierno, que la temperatura baja a 18 grados.
Mi hermana me asustó un poco, pero me gusta el frío. De todos modos, no creo que resulte un problema mayor, más aún cuando se trata de un estado rico en naturaleza y libre mentalmente.