Los desastres naturales —como huracanes, inundaciones, terremotos y erupciones volcánicas— pueden contribuir a la transmisión de algunas enfermedades siempre que el agente causal ya se encuentre en el ambiente.
Cuando ocurre un desastre —como el paso del huracán Irma la semana pasada por la zona del Caribe— los factores de riesgo de transmisión de enfermedades aumentan, las actividades de lucha antivectorial se interrumpen, y se tienen que ejecutar los planes de emergencia previstos.
Según expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi todos estos planes son demasiado rígidos, por lo que es preciso adaptarlos a las condiciones locales. Siempre hay que tener en cuenta que los recursos disponibles se deben utilizar de manera óptima.
Inmediatamente después de un huracán, el riesgo de contraer malaria, dengue o encefalitis puede disminuir como consecuencia de la destrucción de los criaderos de los vectores locales.
Sin embargo, es probable que la situación epidemiológica cambie unas pocas semanas después. Asimismo, potencialmente la densidad de los mosquitos que no se consideran vectores de enfermedades se eleve después del azote de un huracán. Aunque estos mosquitos carezcan de importancia desde el punto de vista médico, son una molestia para la población afectada, que exige que se atienda el problema y debe ser atendida.
En casos de desastre natural, las principales enfermedades transmitidas por vectores en las Américas (incluyendo Puerto Rico) son: dengue, malaria y dengue hemorrágico.
El vector de la fiebre amarilla urbana es el del dengue, pero la transmisión de la fiebre amarilla en las zonas urbanas es poco común, excepto durante una epidemia. Además, la fiebre amarilla se puede prevenir por medio de una vacuna inocua y eficaz.
Lo que se debe hacer al nivel personal
- Participar en grupos de acción comunitaria para controlar los hábitats larvarios de A. aegypti en las zonas en riesgo de dengue o dengue hemorrágico.
- Aplicar las técnicas de reducción de fuentes de mosquitos en el hogar siguiendo las instrucciones del personal del programa de lucha contra A. aegypti.
- Recurrir a la unidad de salud más cercana o al puesto de trabajadores de salud voluntarios en la comunidad para el diagnóstico y tratamiento de síntomas de fiebre.
- Facilitar la aplicación de insecticidas residuales cuando estén indicados para luchar contra las epidemias de malaria.
- Usar repelentes contra los mosquitos al salir de la casa durante las horas vespertinas y un mosquitero al dormir.
Lo que no se debe hacer
- Acampar al aire libre en una zona conocida de malaria a menos que se tenga la protección de un mosquitero adecuado.
- Saltarse tomas de los medicamentos profilácticos de la malaria si se visitan las zonas rurales conocidas de malaria, en particular si la persona viene de una zona o país libre de malaria.
- Olvidarse de tomar la vacuna antiamarílica al menos seis días antes de viajar a una zona donde se ha notificado la fiebre amarilla de la selva, y de la necesidad de vacunas de “refuerzo” cada diez años.
- Mantener neumáticos viejos, botellas vacías, automóviles reducidos a chatarra, barcos sin protección, cáscaras de coco o conchas de mar, u otros envases de agua que pudieran convertirse en criaderos de mosquitos A. aegypti en el propio patio de la casa.
- Olvidarse de mantener los recipientes domésticos de agua potable cubiertos con una tapa y añadirles productos químicos antilarvarios, como el temefós (Abate) o el metopreno (Altosid), si lo aconseja un trabajador de salud local.