El poema que da título a este escrito aparece en el disco Bobby Valentín va a la cárcel, grabado en vivo en el Oso Blanco, 1974. Tiene una dedicatoria: Para todos los compañeros del dolor. La séptima estrofa lee: “Adentro mismo del hombre nace una revolución/ metido en esa prisión de tanto no mirar nada/ le nace y le queda grabada la idea de la perfección”.
Durante cuatro días en el 1968, Johnny Cash tocó en Folsom Prison en California. El resultado discográfico de estas presentaciones —Johnny Cash at Folsom Prison— vendió más que el White Album de los Beatles, que según mis amigos musicólogos, es un disco perfecto. Yo lo escucho cada vez que intereso castigarme. Sino, pongo reggaetón.
Un titular de la edición digital del Primera Hora de hoy lee “Confinados mueven su cucu”. El artículo comienza así: “Hasta abajo en un perreo intenso”. Trata de un par de confinados de la cárcel Guayama 945 que bailan mientras cumplen su condena. De la lectura se puede colegir que las personas, aun cuando privadas de libertad, no dejan de ser personas ni pierden las ganas de hacer las cosas que un gran número de gente gusta hacer en la libre comunidad (por ejemplo, bailar).
Se me ocurre, sin embargo, que la periodista (Bárbara J. Figueroa Rosa) no escribió el artículo con la intención de que yo (como lector) me sintiera como un compañero del goce de estos dos hombres, sino que yo (como persona en la libre comunidad) me indignara por la dizque burda manera en que estos confinados “burlan” la vigilancia en las cárceles. Mala tuya, Bárbara.
Yo leo este tipo de artículo para castigarme. La periodista, en cambio, lo escribió para provocar en mí las ganas de que exista un castigo perfecto para ellos. Es decir, aquel que haga de quien lo sufre una cosa que no baila, que no goza, cuyo dolor es la única compañía que tendrá en la vida. Sirva esta nota de recordatorio para la prensa, que hemos lectores y lectoras que glosamos sus artículos y notas con un deseo genuino de acompañar en su dolor a quienes resultan ser presa fácil de la línea editorial de sus respectivos rotativos. Cuando se trata de personas privadas de libertad en Puerto Rico, la línea editorial es cosificarlas —presentarlas como si estuvieran solas en el mundo, abandonadas a su suerte y merecedoras de la peor suerte. Pues no. Acá afuera se baila también y en ocasiones sentimos que de tanto mirarnos, nos nace y nos queda grabada una idea de la perfección: menos cárceles/ más música/ más gente libre para bailar y gozar.
Guillermo Rebollo Gil es ensayista, poeta, sociólogo, abogado y profesor universitario. También es parte del grupo de colaboradores permanentes de Diálogo Digital.