Exposiciones de arte, festivales, presentaciones de libros, adiestramientos y talleres comunitarios… La producción y circulación de conocimientos, bienes simbólicos o productos culturales, se organizan y estructuran desde variados ámbitos y con diversas visiones e intenciones; ya sea desde una base populista del Estado, que usa el patrimonio cultural como medio de integración al discurso oficial, desde la comunidad que se organiza para hacer frente a las políticas gubernamentales, o desde los círculos artísticos que se constituyen y mantienen al margen de instituciones y de las exigencias comerciales de los medios de comunicación tradicional.
Y entre productores y consumidores siempre han existido mediadores, esas personas o colectivos que se encargan de coordinar, organizar y hacer todo el trabajo “incómodo” que muchos prefieren no hacer. Pero lo que es nuevo, o bastante reciente en todo esto, es la profesionalización de esos mediadores a través de la institucionalización académica de dicha función, a la que la academia ha dado el nombre de “gestión cultural”.
En Puerto Rico, la institucionalización de la gestión cultural se patentizó hace dos años, con la creación de la maestría en Gestión y Administración Cultural del recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
“Ahora se diversifica, se oficializa, se institucionaliza y se hace académico”, explica Zaira Rivera Casalles, directora interina de la maestría en Gestión y Administración Cultural, refiriéndose a ese tipo de persona que antes hubiese sido nombrado como “activista comunitario” o “promotor cultural”.
“El programa brinda la oportunidad a gestores, artistas y creadores, de poder encontrar un espacio de profesionalización en cuanto a lo que sería promover, divulgar y hacer conocer el trabajo artístico que llevan a cabo”, abunda Rivera Casalles.
Y, añade que, a esto se suma el hecho de que cada vez “es más débil la posibilidad de que los creadores encuentren maneras de hacer circular (su producción), no en términos económicos sino en hacerla conocer. Los espacios se han reducido muchísimo así que yo creo entonces que queda como alternativa la iniciativa propia”.
Precisamente, esa es una de las metas que busca el programa, ya que da la oportunidad a los estudiantes de ver qué acciones y cuáles son las áreas programáticas que se deben atender “para que el arte y la cultura, como una manifestación amplia de toda la experiencia colectiva, se puede entonces llevar y compartir en el ambiente social de país”, sostiene la experta.
Una de las personas que, fuera del mundo académico, tomó la iniciativa para hacer circular y dar a conocer productos artísticos, fue Andrés Lugo, creador del Giratoriodekspresión (GdEK), un esfuerzo que consolida la creación de espacios de exposición para los artistas locales inmersos en la música experimental.
Lugo recuerda que entre los años 1998 y el 2000 existían pocos espacios para lo que él llama música de vanguardia. Además, todo se concentraba en el Viejo San Juan. Por eso decidió llevar a cabo un evento de música experimental en un teatro de Arecibo, actividad que llamó “Giratorio de Arte y Música Experimental”. A la primera edición, asistieron unas 30 personas.
“No tuve experiencia en organización de evento”, explica Lugo, “yo empecé de cero, fue una iniciativa mía pero siempre pensando en la colaboración, hacer cosas colaborativas y en solidaridad al movimiento de música experimental que se estaba dando para esa época, y ganas de apoyar, de crear un espacio”.
Lugo comenta que al comenzar en este ámbito no fue hasta el año 2008, cuando le ofrecieron hacer el Giratorio en la Universidad del Sagrado Corazón, que se dio cuenta de que estaba haciendo “gestión cultural”.
“Por eso decido formalizar la organización como tal y hacerlo más serio. Y comienzo a leer a Néstor García Canclini, leo otros autores sobre cosas que pasaron en Brasil y Argentina y movimientos de autogestión y me comienzo a familiarizar con ese vocabulario con el que yo no estaba familiarizado, como economía solidaria, inteligencia colectiva, y todos esos términos, y de alguna manera u otra comienzo a integrarlos. Y más recientemente lo que he hecho es como una fusión entre mi profesión de maestro, la experiencia como productor de evento, mi maestría en historia, que fue enfocada en la conservación del patrimonio, y mi interés por la música”, detalla Lugo.
Por su parte, Abdiel Segarra, artista plástico y estudiante de la Maestría en Gestión y Administración Cultural, comenta que “los gestores no necesariamente se reconocen como gestores”.
“Por ejemplo, el músico de la banda punk que hace su flyer y que hace su disco no se reconoce como un gestor; él es un artista que está haciendo posible su proyecto. Cuando tú te reconoces como gestor, reconoces también las especificidades de esos otros roles que estás corriendo cuando estás haciendo posible tu proyecto, se supone que vas adquiriendo las herramientas de esos otros roles que estas cubriendo”, explica Segarra.
Administrando la cultura
Pensando en la gestión cultural como un campo específico de conocimiento, cualquiera pudiera preguntarse cuál es la diferencia entre un promotor u organizador de eventos y un gestor cultural. Y la diferencia, según la directora interina de la Maestría, Rivera Casalles, es que los y las gestoras culturales no necesariamente tienen que pensar en la remuneración económica como el factor que contabiliza o hace efectivo el éxito de la actividad.
“El éxito o lo que se entiende por gestión, no está vinculado a la ganancia. Pero no es que quede excluida, porque de alguna manera yo creo que ese es el otro componente, ver cómo se hacen más sólidas las gestiones culturales. Pero no creo que esa sea la meta principal (la remuneración económica) sino ver cómo se puede gestionar desde lo individual algo que es factible y que se puede sostener”, destaca.
En cuanto a administración, Segarra opina que “más allá de conseguir dinero para poder pagar el disco, por ejemplo, se trata de construir un presupuesto y que dentro de la construcción de ese presupuesto, consideres todas las implicaciones de estar dentro de esa preparación, no solamente para cobrar, sino para entender también el valor de todo ese proceso, y sobre todo entender que ahí también hay cuestiones políticas”.
El artista plástico añade que “han habido artistas, administradores y personas que han asumido el rol de administradores de las artes y de la cultural que no necesariamente tenían el perfil del gestor en todo el sentido de la palabra”.
“La gente que administra un museo, muchas veces son administradores pero no son gente necesariamente preparada en el área de la cosa que están administrando; son administradores y ya. Entonces, la idea de la maestría es construir este perfil de administrador, pero empapado con todas las cuestiones que tienen que ver con la teoría y con el campo con el que se está involucrando la persona, que si tú vas a ser un administrador de un museo, no solamente seas un administrador. Tú conoces de qué se trata el arte en general con el que estás trabajando”, concluye.