Por Carmelo Delgado Cintrón
La abogacía, además de sus fines inherentes, es una de las fuentes y canteras de luchadores por la libertad, la soberanía y la independencia de Puerto Rico. Citemos algunos de estos combatientes, como son los licenciados Segundo Ruiz Belvis, Eugenio María de Hostos, pasando por José de Diego, Rosendo Matienzo Cintrón y Pedro Albizu Campos y siguiendo con Nilita Vientós Gastón, Vicente Géigel Polanco, Gilberto Concepción de Gracia y Juan Mari Bras. Un jurista de esa estirpe —abogados partidarios de nuestra liberación y defensores y contribuyentes de la cultura nacional puertorriqueña— acaba de abandonarnos, me refiero al licenciado Gilberto M. Concepción Suárez. Conjugan estos abogados el ansia libertaria, y el esfuerzo personal dirigido al mejoramiento y progreso del Derecho, la Justicia, la Equidad, el progreso y ampliación de los Derechos civiles y humanos y el cultivo y defensa de la lengua natural de los puertorriqueños, el idioma español-castellano.
Conocí a Gilbertito en la Facultad de Humanidades, en la década de los 1960’s, cuando entonces enseñaban allí catedráticos e investigadores científicos que pasado el tiempo se convertirían en leyendas, me refiero a maestros, como doña Isabel Gutiérrez del Arroyo, doña Margot Arce, don Luis Manuel Díaz Soler, don Vicente Murga Sanz, doña Concha Meléndez, don Francisco Manrique Cabrera, don Lidio Cruz Monclova entre otros. La vocación humanística de Gilberto era clara y manifiesta y su formación y dedicación a las Artes y las Letras le acompañará toda su vida. Su madre la doctora Ada Suárez Díaz, destacada catedrática universitaria y biógrafa del doctor Ramón Emeterio Betances infundió en Gilbertito ese primer y auténtico amor y entusiasmo por las humanidades que nunca le abandonó y al cual realizó interesantes contribuciones. Así aportará sus luces en las diversas facetas de la cultura, como la historiografía, la literatura, la crítica literaria, la crítica cinematográfica, el arte dramático, la sociología de la cultura, el canto coral y demás.
Sin embargo, en su casa predominaba también el entusiasmo y la dedicación al cultivo de la ciencia jurídica y la práctica de la abogacía. Esta, conceptualizada como un quehacer dirigido a la defensa de las libertades patrias, la exaltación y protección de los Derechos humanos y civiles y la búsqueda de la Justicia. En el caso de Gilberto el modelo o paradigma del Abogado o más bien, del Jurista era su padre, el doctor Gilberto Concepción de Gracia, quien estudió Derecho en el Colegio de Derecho de la Universidad de Puerto Rico en la década de los treinta. Concepción de Gracia era un hombre de incuestionable patriotismo, profunda y clara inteligencia y dedicación plena al quehacer jurídico como disciplina al servicio de su nación puertorriqueña y de las grandes causas. A tenor con ello, fue abogado del doctor Pedro Albizu Campos en los juicios llevados a cabo en la U.S. District Court o Tribunal Federal en Puerto Rico.
En 1963 Concepción Suárez fue admitido a la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, que recién inauguraba su novel edificio planificado por el Decano Manuel Rodríguez Ramos. En esa facultad jurídica fuimos condiscípulos asistiendo junto a nuestros compañeros a las clases en anfiteatros amplios y alumbrados donde usando el método socrático aprendimos Derecho. Además de demostrar Gilberto su dominio de la ciencia de las leyes para las cuales estaba especialmente dotado, participó en organizaciones estudiantiles culturales y políticas, claro está de corte e intención separatista-independentista. Entonces circulaban varias publicaciones estudiantiles y Gilberto aportó sus ideas y críticas en varios artículos, además de participar en debates y conversatorios, donde imponía con serenidad sus razonamientos. Sus amigos en la Escuela de Derecho sabíamos que a Gilberto le hacía mucha ilusión la carrera de abogado y exhibía un orgullo bien fundado sobre el hecho de que su padre fundó junto a Manuel (Manolín) Rodríguez Ramos, Manuel García Cabrera y Eulogio Riera, por los años treinta del siglo XX la respetada Revista Jurídica de la Universidad de Puerto Rico. La más antigua de la Universidad y portaestandarte del avance crítico del Derecho.
En aquellos amplios y modernos anfiteatros se distinguió el estudiante Concepción Suárez, quien tenía, una curiosidad intelectual que se notaba por su interesante conversación y análisis jurídico y saber estar. Por aquel entonces, uno de los requisitos para la graduación de bachilleres en Derecho (LLB) era la preparación de una Tesis que se confeccionaba iniciándose el tercer año. El escogió una novela de Fiódor Mijáilovich Dostoyevski.
En 1966 Concepción Suárez se graduó de Bachiller en Derecho (LLB) que era entonces el título que otorgaba la Escuela, equivalente al Juris Doctor de hoy. Se dedicó a diversas tareas jurídicas, políticas y culturales. Abrió Bufete en Río Piedras y practicó la abogacía, con entusiasmo y dedicación, siempre honrando la toga y cumpliendo con las normas éticas. Invariablemente fue un miembro distinguido y muy activo del Colegio de Abogados de Puerto Rico. Desde su temprana juventud militó en el Partido Independentista Puertorriqueño, que su padre fundó el 20 de octubre de 1946 con numerosos puertorriqueños. Esa militancia política e ideológica tuvo la impronta de su fuerte y atractiva personalidad y siempre fue constante en su fe en el destino soberano de su patria. De acuerdo con sus ideas políticas Gilberto se convirtió en un invariable luchador y combatiente por la independencia, la liberación y la libertad de su patria, Puerto Rico y su constitución en una República, libre, soberana e independiente, insertada en su orbe histórico latinoamericano y en paz con todas las naciones. Siempre puso su talento y actuaciones al servicio del PIP y del ideal que daba sentido y norte a su vida.
A esos efectos el ex presidente del Colegio de Abogados, licenciado Carlos Mondríguez declaró que: “Gilberto representa al independentista insobornable, al independentista que no transige por otra cosa” El profesor Rubén Berríos Martínez, presidente del Partido Independentista Puertorriqueño afirmó, ante el paso de Gilberto Concepción Suárez, que: “Independentista por los cuatro costados, fue fiel heredero de su padre, el prócer don Gilberto Concepción de Gracia, y de su madre, doña Ada Suárez, cuyo hermano y tío de Gilberto fue el primer mártir nacionalista en la década de 1930. Personalmente, es tan grande y tan íntima mi deuda con Gilberto Manuel que sería imposible comunicarla. Su recuerdo será parte imborrable de la historia del partido que su padre fundó y que él siempre supo honrar. Para su viuda y su familia, el más grande de los abrazos”.
Entre las muchas aportaciones culturales de Gilberto se encuentran sus nutridas contribuciones a Diálogo como crítico cinematográfico. Fue, así mismo un animador y promotor de las Artes Escénicas. El diario Primera Hora de 7 de enero de 2015 informa que: “El abogado independentista Enrique Ayoroa Santaliz describió a Concepción Suárez como un talento polifacético, sobresaliente en todas sus fases. ‘Fue padrino de los ballets de San Juan, en el Coro de la Universidad de Puerto Rico, defensor de actividades culturales y del Colegio de Abogados. Fue colaborador en varias películas de Jacobo Morales. Tenía el don de ver 7 y 8 películas en una semana. Era muy talentoso, hijo de dos genios y ese talento, no se limitó al Derecho, sino que lo expandió a otras cosas’, sostuvo Ayoroa Santaliz”
Echaremos mucho de menos su presencia, sus aportaciones jurídicas, culturales y su calida amistad. El País pierde, sin duda, uno de sus más dedicados hijos.
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El autor es abogado y profesor en la Escuela de Derecho de la UPR