Era 1966, la redacción del periódico El Mundo parecía -según las descripciones de la veterana periodista Helga Serrano Gutiérrez- un panal lleno de abejas trabajando. El jefe de la mesa de redacción, Darío Carlo, le había asignado su primera tarea como reportera; entrevistar a un hombre de mayor edad, quien había llegado al rotativo denunciando una controversia relacionada con una herencia. Confesó que tenía miedo, pero lo entrevistó, volvió a su escritorio y se quedó allí, mirando a lo lejos, esperando a que la despidieran.
“No entendía lo que aquel señor me había dicho. Era joven, acababa de empezar en El Mundo, pensé que me iban a botar[…] Pensé que hasta ahí había llegado mi sueño de ser periodista”, relató Serrano, que figura entre los personalidades más respetadas del periodismo puertorriqueño.
Carlo se acercó a ella, le cuestionó sobre la nota periodística que debía haber redactado y a Serrano no le tocó de otra que aceptar su desconocimiento. Lo que ocurrió a continuación, asegura, nunca lo olvidará. Su jefe se echó la culpa. “Usted no estaba preparada”, le dijo. En los años venideros se convertiría en su mentor más importante.
De esa joven tímida queda muy poco. Aquel comienzo atropellado hizo florecer a una comunicadora que cuenta en su currículo haber sido jefa de redacción, subdirectora y directora de El Mundo (el periódico más importante del país durante gran parte del siglo 20), subdirectora de mesa de contenido de El Nuevo Día, directora de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico y profesora y conferenciante en varios países.
Es oriunda de San Lorenzo, pero creció en una pequeña casita en Puerto Nuevo, San Juan. Su padre era policía y su madre oficinista. De él heredó las ganas de devorar a diario el periódico. “Compraba todos los días El Imparcial y nos sentábamos juntos a leer”, contó a Diálogo. Esa costumbre le hizo decidirse por la carrera periodística.
“Siempre me preguntaba: ¿Cómo sabrán qué poner?”, recordó.
Pero en Puerto Rico no había una universidad que ofreciera un grado académico en periodismo y su familia era muy pobre como para enviarla a estudiar a otro país. Así que siendo una joven por graduarse de escuela superior, se atrevió -entre nervios- a llamar a la redacción de El Mundo. Habló con el subdirector, Miguel Ángel Santín y le preguntó: “¿Qué carrera debo seguir para ser periodista?”.
“Hice una llamada que me costó mucho, soy así -como la mayoría de los seres humanos- que debo dar muchas patadas antes de alcanzar mis cosas. […] Él me dijo que estudiara Humanidades o Ciencias Sociales porque el periodista tiene que saber un poco de todo”, comentó.
Tras la recomendación, se matriculó en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras y estudió Historia. Años después, cumplió su sueño de estudiar periodismo, completando una maestría en la Universidad de Columbia en Nueva York y también tomó cursos graduados de filosofía en la Universidad Autónoma de México.
Al terminar la universidad, volvió a llamar a Santín, pero esta vez pidiéndole empleo. Fue contratada por 45 dólares a la semana y aquel 1966 comenzó a laborar en el periódico de mayor circulación en el país. Según relató, su ingreso al rotativo coincidió con la contratación de un renombrado grupo de mujeres periodistas (Carmín García, Awilda Rodríguez, Norma Valle, Gloria Borrás, Ruth Merino, Isabel Cintrón, Maggie Bobb, Margarita Babb entre otras), que transformarían dicha profesión en Puerto Rico en pro de la equidad de género.
Abran paso, llegaron las periodistas con pantalones
La redacción era un recinto sagrado, según Serrano trabajar en aquel lugar era como ir a “misa”. Los hombres vestían de gabán y corbata, las mujeres traje y tacones. Pero un día la reportera Margarita Babb llegó a El Mundo vestida con camisa y pantalón. “Todos comentaban la vestimenta de Margaret, ella se sentó y comenzó a trabajar”, mencionó Serrano. En respuesta a la acción de la reportera, don Pablo Vargas Badillo, director del periódico, envió un memo en el que prohibía a las mujeres visitar la oficina en pantalones.
“Hablamos al salir del periódico. Decidimos ir todas al otro día en pantalones, ¡qué nos botaran!”, sostuvo Serrano, orgullosa de la gesta que realizó junto a sus compañeras de trabajo.
Al otro día, entraron todas las periodistas en pantalones, comenzaron a trabajar y el silencio inundó la sala de redacción. Nunca más volvieron a recriminar a ninguna reportera por su forma de vestir.
Ciertamente, la mujer ha tenido que luchar por hacerse un lugar en los medios de comunicación. Así nos lo dejó claro esta veterana periodista, quien recuerda que durante sus comienzos en El Mundo las féminas solo cubrían temas relacionado a bodas, actividades culturales, sociales y soft news. La Legislatura, La Fortaleza, los temas económicos o judiciales, eran siempre asignados a los hombres.
“En aquel tiempo se tenía la idea de que la cobertura podía ser algo peligroso. Entonces los hombres podían tener las libertades que nosotras no. Por ejemplo, ir a beber un trago con alguna fuente. Permeaba un sentido retrógrada y limitante”, acotó.
Serrano siempre se expresó en contra de todo prejuicio y segregación. En 1968, dos años después de haber sido contratada, siendo joven y soltera en aquella sociedad machista, se plantó frente a Tom C. Harris, director del periódico en aquel momento y le solicitó cubrir La Fortaleza. Este espacio había estado ocupado por el reportero Antonio Quiñones Calderón, quien había renunciado al mismo.
Harris -de acuerdo con lo descrito por Serrano- había sido un hombre de avanzada desde que llegó a dirigir El Mundo. Asignó a mujeres en varias ocasiones a cubrir la Legislatura y temas de alto perfil, por esto Serrano se animó a pedir el puesto. Sin embargo, “me dijo que no, que él no creía que era adecuado y nombraron a un hombre”, agregó.
Lo que mister Harris no sabía -cómo aún lo llama Serrano por respeto- es que aquella mujer a quien le había negado cubrir la política puertorriqueña, años más tarde sería la directora del periódico.
Serrano sabe que sus luchas han rendido frutos, pues reconoce que hoy en día el rol de la mujer en el periodismo es tan importante como el del hombre. No hay líneas divisorias en las tareas dentro de las redacción, “ahora eso no se ve”, destacó.