La historia se está escribiendo en vivo. Los manifestantes egipcios, que llevaban 18 días protestando y exigiendo la renuncia del presidente Hosni Mubarak, han logrado su cometido: el dictador renunció a la presidencia, se marchó de El Cairo y entregó el poder al Consejo General de las Fuerzas Armadas y el vicepresidente Omar Suleiman, según informa la cadena de Qatar Al Jazeera.
El ahora ex presidente egipcio llevaba 30 años en el poder y hace 48 horas había ofrecido declaraciones, a través del canal televisivo oficialista, en las que se reiteraba en que permanecería en el poder hasta septiembre, fecha para la cual están pautadas las elecciones generales en Egipto.
Sin embargo, hace apenas 30 minutos, el vicepresidente Omar Suleiman dio un mensaje de 20 segundos a través de los medios del Estado, en el que anunciaba la salida de la presidencia de su otrora jefe. El anuncio desató el júbilo entre los egipcios, quienes estallaron en celebraciones. Algunos lloran en las calles, se inclinan a rezar, gritan "¡Alá es grande!" y no paran de cantar y bailar.
Las manifestaciones cobraron fuerza luego que la policía asesinara a golpes a Kullum Khaled Said, un joven que estaba tranquilamente en un cibercafé y se negaba a darle sus documentos de identificación a la policía, un derecho cobijado por las leyes egipcias.
"El ejército ha adoptado una postura digna. Es el ejército del pueblo, es el ejército héroe, han protegido los derechos de los manifestantes. Quienes golpearon a los manifestantes pro democracia fueron los acólitos del régimen. Tenemos que cuidar la revolución", dijo un activista pro democracia a la cadena Al Jazeera, mientras las imágenes transmitidas en vivo desde la Plaza Tahir (de la Liberación) daban cuenta del ambiente de festejo generalizado.
Las próximas horas serán claves para el devenir de la revolución egipcia, ya que las Fuerzas Armadas tomaron el poder junto al vicepresidente Omar Suleiman, quien carga con denuncias de tortura y lesa humanidad, y a quien se le relaciona con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés) como el interlocutor que autorizaba el traslado de supuestos terroristas señalados por EE.UU. a terceros países para obtener confesiones mediante torturas y palizas.