Este escrito es una muestra del trabajo realizado por los y las estudiantes del curso Acercamientos Irreverentes a la Literatura Puertorriqueña Reciente (ESIN 4992/ESPA 4992) en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. En el mismo echamos una mirada crítica a gran parte de la literatura publicada en Puerto Rico durante los últimos cinco años, cruzando los géneros de poesía, cuento, novela, ensayo y novela gráfica. El curso cumplió el propósito de armar, en conjunto, un marco teórico para mejor entender y comentar la literatura local más reciente, y también hizo las veces de taller de creación literaria. Puedo decir, sin riesgo alguno de rayar en hipérboles cursilonas, que como profesor y compañero, tuve la oportunidad de conversar y conspirar con un puñado de los más novísimos y prometedores escritores y escritoras del patio. Ahí vamos. – Guillermo Rebollo Gil
con Óscar
la inutilidad del pie está relacionada con su incapacidad de sostenerse sobre cualquier superficie; el mar, con sus caminos, burla la pisada. entonces, el ave.
de pequeño, perseguía palomas con insistencia. una vez atrapadas, escribía garabatos en alguna de sus alas y, luego, las dejaba ir. intuía algún rumbo en las palabras.
hace poco menos de un año, durante las Fallas de Valencia, en medio de la Plaza de la Virgen, vi una paloma sobre la cabeza de una estatua de Neptuno con la bandera catalana pintada sobre un ala. esos mismos intentos de elevar algún pensamiento, alguna idea, en palabras o colores. quizás alguien me contestaba. el cielo siempre por encima del mar.
no puedo decir que amo la playa. me conmueven los atardeceres, el ojo lloroso del sol; sólo eso. cuando estudié por primera vez la cosmovisión medieval, me fascinó la idea de un mundo plano en donde, más allá del horizonte, caían las aguas fuera del planeta porque advertía la posibilidad de que, en algún momento durante mi vida, los océanos se drenarían por completo y la isla se extendería. seguiría siendo isla, pero ya no separada. entonces, los aviones.
yo nunca tuve un cristal para poner las manos. tuve un mar y un teléfono y una distancia irremediable. llega el momento en que las voces se despegan de sus rostros, empiezan a parecer extrañas y solas y uno ya no quiere hablar con ellas. la primera vez que volé en un avión, se me aguaron los ojos. las próximas veces también.
me incomodan los horizontes, con sus posibilidades que nunca se alcanzan. en San Juan, la pared de condominios y hoteles lo oculta. en cierto modo, son los barrotes de la isla. y más allá, como por una ventana, agua. hasta ahí. si con un parpadeo de tijera pudiese rasgar esa línea, cuántas mariposas escaparían. la posibilidad de mariposas. alguien de seguro debe estar anhelando el mar, y ese mismo horizonte.
Café
no es el lugar. es el café; las tazas cómplices. bien podríamos estar sentados en Bistro de Paris, frente a la estación La Chapelle, bien en La Beckett, en la Ponce de León. bien podríamos andar de prisa y tomarlo en la facultad, o bien llegar un poco tarde y detenernos en aquel cafecito de Real de Cartuja.
lo mismo con el cigarrillo. ayer, Claudia me preguntó que si no encontraba algo de belleza, quizás, en medir el tiempo con un cigarrillo. que si no era un logro cotidiano encenderlo con tanta brisa. ¿cuánto cabe entre dos puntos de fuego? ¿cuánto humo? ¿cuánta gente que pasa? ¿cuántas aves se alargan? o, mejor, ¿cuánto entre seis onzas y tres onzas de café? cuánta distancia para ir acomodando cosas y diciendo.
cada café es distinto. el primero, de la mañana, en el apartamento, con la taza negra de Chicago, o la de Nueva York, o la de Cuba, aunque no haya visitado ninguno de esos lugares y sólo una de las tazas sea mía. el segundo, al medio día, el que le compro a la argentinita. los subsiguientes, a discreción. cada café es distinto por ser otro paréntesis donde depositar tres otras palabras y dos otras cucharitas de azúcar.
pero hay algo en cada pocillo que se mantiene constante. un síntoma. cuando me pierdo en los días, busco los cafés. cuando viví en Granada, tomé muchos. algunos los preparé yo. no he olvidado nada.
la geografía del café. a veces tiene como una nubecita encima en la que se pueden adivinar figuras. a veces es negro, y uno presiente que algo se esconde al final de la taza y piensa en el mar y piensa en la noche. a veces, es un café. y ya eso es mucho decir.
lo cotidiano del café no es el café. lo cotidiano son estos ojos.
Metulj
era primavera. pedimos un par de piva, y, durante horas, conversamos en aquel bar de tapas. Taša me contaba que su país tenía poco más de dos millones de habitantes. él mío también. su ciudad capital se llamaba Ljubljana. allí estudiaba ella. yo, en Río Piedras. su país tenía apenas unos kilómetros de costa. el mío era más mar que tierra. su país era independiente desde 1991. el mío, todavía.
algún capricho de conocer mundos me impulsó a apuntarme en aquel curso de esloveno. en el salón, apenas éramos ocho. todos, excepto yo, tenían alguna idea de las lenguas eslavas. durante los seis meses supe sólo de dos eslovenas: Taša, estudiante de filología hispánica, y la profesora que dictaba la clase. ellas no se conocían entre sí. yo tampoco hubiese conocido a Taša si no hubiese sido por Sas, que llevaba más tiempo que yo en la ciudad y tenía un talento extraño para conocer gente. Sas, con frecuencia, se burlaba de mi interés en el esloveno; con sólo dos millones de hablantes en el mundo, ¿con quién iba a hablar? pero, aunque Sas hablaba varias lenguas, estudiaba relaciones internacionales y era de la generación Erasmus de estudiantes europeos, creo que había olvidado que las lenguas no sólo son para hablar, sino también para pensar.
nunca hablé en esloveno. nunca hablé en danés o en holandés o en alemán o en italiano o en andaluz. pero fui anotando palabritas en una libreta roja, verbos sin conjugar, pronombres, verbos conjugados, algunos adjetivos, frases de uso común, cómo decir cerveza, cómo decir mariposa: metulj, sommerfugl, vlinder, Schmetterling, farfalla, mariposa.
pienso que pensé. cuando me encontré a Taša en la calle Elvira sonreí y dije: Taša?Živjo! Kako si? y ella, supongo que emocionada, dobro y comenzó a hablar en su lengua con una naturalidad que combinaba con sus ojos claros. de aquel par de oraciones retuve ciertas palabras conocidas y dos conjugaciones en dual. quizás decía algo de nosotros. pero ne razumem y la detuve y le expliqué que mi conocimiento del esloveno era limitado. el resto de la tarde hablamos en español, con pocas intervenciones en esloveno, palabritas sólo, que a veces anotaba en una servilleta.
conversamos mucho. se hizo de noche. afuera, la estrecha calle había alcanzado el punto más caótico de su tránsito nocturno. era hora de despedirnos. recorrimos el camino hasta la puerta de Elvira. se vidimo, me dijo. nasvidenje, repetí yo de mi arsenal. los dos besos de rigor. la duda. la transacción de lenguaje que habíamos hecho. (…en la serie animada Teen Titans, Starfire es una extraterrestre que posee la habilidad de aprender cualquier idioma con sólo besar en la boca a un hablante nativo. así logró comunicarse con Robin cuando recién había llegado al planeta. así pudo pedir direcciones en Japón…) me di cuenta. nunca aprendería esloveno. demasiado esloveno o suficiente esloveno. la llamé antes que se perdiera en una esquina y para siempre. me acerqué a ella. kaj? esa era su pregunta, mientras la míaera si robarle un beso, es decir, dárselo sin que me lo pidiera, es decir, no pagar por él, aunque junto al sabor me quedara la imagen de su rostro sorprendido o confundido, quizás una bofetada de película, y la súbita adquisición de poder decir que soy una de las pocas (aunque quizás ni tan pocas) personas en mi isla que ha besado una eslovena. pero mejor: ¿cómo se dice mariposa en esloveno? risa. sonrisa. metulj. recuerda declinar la palabra. tan pronto llegué al apartamento, la anoté en la libreta.