Durante estos días de actos de desobediencia civil por parte de los manifestantes en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP), he podido observar una actitud particular, sobre la cual sentí la necesidad de hacer una observación.
La dinámica diaria de las últimas semanas ha sido bastante repetitiva. Un grupo de manifestantes se sienta frente a la línea de policías que resguarda cada portón del recinto universitario. Otro grupo se mantiene de pie detrás de éstos, apoyándolos y cantando consignas. Pasan un tiempo bajo el sol que, dependiendo del portón y del día, puede durar desde unos minutos hasta un par de horas. Después llega la Unidad de Operaciones Técnicas (UOT o Fuerza de Choque) a levantar los sentados, los arrestan y se los llevan. Aquellos manifestantes que acompañaban a los que estaban sentados realizan un piquete de protesta hasta que la policía los repliega al portón principal y ahí termina la jornada.
La actitud de la que voy a hablar sucede en ese tiempo en el que se espera a que llegue la UOT a arrestar a los manifestantes haciendo “sit-in” en acto de desobediencia civil. Durante este período, en el cual manifestantes y agentes de la uniformada se encuentran cara a cara por varios minutos, resuenan diversas consignas de protesta. Pero también se pueden escuchar y ver a algunos manifestantes hablándoles y haciéndoles gestos y señas a los oficiales. La mayoría de estos manifestantes tilda a los oficiales de “brutos”, “ignorantes”, “vendidos”, “marionetas”, “animales” y un sin fin de sobrenombres, adjetivos y burlas creativas que pueden llegar a ser bastante ofensivas y personales.
Mi observación es que los manifestantes que se dedican a esta práctica deberían pensar antes de actuar y poner en perspectiva sus acciones para ver si no están haciendo más daño que bien.
En primer lugar, esta actitud infantil e insolente reduce el movimiento estudiantil ante la prensa, demás manifestantes, policías y la Administración a una pataleta adolescente que simplemente busca desafiar la autoridad.
En segundo lugar, ante el hecho inminente de los arrestos, es preferible que los policías estén tranquilos a que estén molestos y con deseos de caerle a palos a aquellos quienes los han insultado por más de hora y media bajo el sol.
La fuerza que usará el cuerpo de la Policía será más intensa si han tenido que aguantar rabia mientras los manifestantes los insultaban. Para colmo de males, la mayoría de los manifestantes que realizan esta práctica de insultos son del grupo de a pie que acompañan a los que van a ser arrestados, por lo que el daño se lo están haciendo a sus mismos compañeros.
Pensemos antes de hacerle caso a las pasiones del momento. Recordemos que los manifestantes deben demostrar que son el sector intelectual, maduro y a favor del diálogo. No unos niños peleones de patio de escuela que creen que porque sus insultos son sumamente ingeniosos, conseguirán ganar una pelea contra aquel que tiene la fuerza.
Luis Grande es reportero de Diálogo. Lea el texto original fue publicado en su blog kulashaked.