A pesar de que la Academia insiste en que la República Dominicana es un país de poetas, hay que destacar que las letras dominicanas han aportado una cantidad considerable de cuentistas como para revolucionar el género. Nombres como Juan Bosch, Virgilio Díaz Grullón, Hilma Contreras y Armando Almánzar, conforman un sólido inventario a la hora de situar nuestra producción a nivel internacional. Sin distancias que salvar, la colección Carne cruda (Parábola Editores, 2010) de Josecarlos Nazario se compone de nueve cuentos que abordan desde el intimismo y lo fantástico, atravesando la vena lírica hasta llegar al suspenso, la crítica social y la voluptuosidad del trópico.
La estructura narrativa que sostiene esta colección declara de una manera muy sutil las múltiples lecturas del escritor, así como su destreza en el manejo de las técnicas de la cuentística, tanto en lo tradicional como en las connotaciones más innovadoras. El texto inaugural, “Mamá gallina”, se relata desde una especie de confesión que permite el acceso a la intimidad de una familia de la desaparecida clase media alta; la tristeza y los trastornos emocionales se adueñan de la estabilidad que antes ofrecía el concepto de la familia nuclear, perturbado en la actualidad debido a circunstancias económicas y sociales. Podría decirse que este primer cuento junto con el segundo de la serie, “Licey Campeón”, se concentran en la crudeza de lo cotidiano; “Licey…” contradice la idea de que el béisbol —deporte nacional— es nuestra metáfora de la alegría, mediante el retrato de la enfermedad, el abuso y lo precario. El elemento fantástico se instala con el tercer cuento, “En el pantano”. Con un pulso suspensivo, la voz de un hijo narra el viaje con su padre hacia el campo dominicano. Las descripciones paisajistas son hermosas, procurando alejarse de la nostalgia manida, tan peligrosa en textos de este tipo. El terror que anuncia la parte fantástica —un monstruo que aguarda en el pantano—, es planteado, como toda buena narración, en los párrafos preliminares; esto se va desarrollando hasta, de una manera fría, revelar el contundente final.
El cuento que da título a la colección remonta al ocaso de la dictadura trujillista, dejando establecidas la violencia y la crudeza de la narración. El tema de cómo narrar el trujillato en las nuevas generaciones literarias ha sido debatido por críticos tanto locales como extranjeros; en todo caso, es Rita de Maessner quien propone, mediante una relectura de la novela Papi de Rita Indiana Hernández, que puede ficcionalizarse esta violencia político-militar desde la figura paterno-masculina, cuestionando todo tipo de autoridad, desde la sexual hasta la participación en los procesos sociales y las frustraciones que representa la masculinidad en el ámbito dominicano. Nazario hace esto en su cuento aludiendo al analfabetismo, la rudeza y la impotencia que degenera en actos de violencia física. La muerte, ya propuesta en esta historia como facto, involucrando el cuerpo, se cimenta en el cuento siguiente. “Animus necandi” es la historia de, mal citando a García Márquez, “(…) la muerte más allá del amor”. Si algo llama la atención de Nazario es la elegancia a la hora de contar. Es quizás en este cuento donde el autor revela la capacidad de hablar del cuerpo deseante y sus cualidades sin aludir a la vulgaridad —que en la mayoría de las ocasiones no pasa de ser una moda de mal gusto, un exceso—; los cuerpos en estas historias, ya sea vivos o arrancados del aliento, son partículas hermosas y aluden a la belleza; a la voluptuosidad en vez de lo prosaico; en fin, a la poesía, que se declara en el cuento que a mi entender es el mejor logrado de la colección, tanto por su nivel de riesgo como por la calidad poética que le rebosa.
“Al otro lado” es una historia de amistad y guerrilla en donde la voz narrativa se permite un tono poético que bordea el exceso, cito, “La luz empieza a hacerle llagas al cielo […] Morir es escuchar la música del viento”. El tono castrense estructura las dos narraciones siguientes. El suspenso, manejado por Nazario con maestría que, de nuevo, delata sus correctas lecturas de clásicos cuentistas, es la vena principal de “Volver”, en donde un preso político regresa a su casa y sufre de la paranoia aprehendida en sus dos años de prisión y tortura, lo cual hace el viaje de vuelta largo, espeluznante y tedioso. “Dejar hacer, dejar pasar” es una crítica sin sentimentalismos hacia la corrupción dentro de las filas de lo militar. Esta crítica rebosa el texto hasta llegar al último cuento de la serie. “Punta Cana” quiere ser un retrato de la decadencia representada en el noveau rich dominicano en donde las dinastías han quedado ausentes ya que el dinero, si es mucho, es bien visto sin discriminar su procedencia; si viene salpicado de drogas o manchado de sangre. Josecarlos Nazario es un escritor elegante, con un destacable sentido de la consecución, algo determinante para un buen narrador. Su escritura mantiene un ritmo impecable y su decir abarca una suerte de antropología social a la que no escapa la belleza, la crítica y el tono histórico. Tanto como una extraordinaria colección, Carne cruda sostiene la buena salud de la cuentística dominicana.
El autor es escritor.
Calce foto: El escritor dominicano Josecarlos Nazario ha realizado estudios de Derecho, Literatura y Comunicaciones. Ha recibido galardones sociales y literarios. Carne cruda es su primera publicación editorial.