Una tarde, luego de su clase intensiva de verano en The School of American Ballet, en Nueva York, Dianetzy Rojas recibió una noticia que le hizo soltar su bulto, comenzar a llorar y hacer una llamada a Puerto Rico.
Cada año, al final de la temporada de verano, esta prestigiosa compañía le extiende una invitación a un reducido número de bailarinas para formar parte de su cohorte de nivel avanzado. Las estudiantes lo saben. Durante semanas asisten a sus cursos con anhelo, tensión e incertidumbre. Este año, fue una puertorriqueña una de las tres aprendices escogidas para vivir y estudiar ballet en suelo neoyorquino durante los próximos dos años. La joven recibirá una beca que cubrirá el costo de su entrenamiento, vivienda y dieta. Poco más de un mes ha transcurrido desde que llamó a su maestra y a su hermano para contárselo.
Cuando Dianetzy habla sobre ballet, sus ojos se vuelven esferas de cristal. Su voz se torna en templanza y su boca en una media luna que suelta tímida risa. “Es un arte, pero a la misma vez es como un deporte, porque nosotros hacemos muchos esfuerzos para hacer todos esos pasos, tener coordinación, estar enfocada”, dice.
Cuando baila, surca su pie en el aire. Dobla y desdobla sus extremidades. Flexiona sus rodillas y forma triángulos y cuando su cuerpo se mueve, prefiere velocidades rápidas. Agradece y atesora su formación en ballet clásico, pero se inclina por el neoclásico, estilo que conoció durante su paso por los cursos intensivos de la compañía que ahora podría convertirse en su segundo hogar.
Lo de esta joven y la disciplina siempre ha sido una relación de entrega. Levantarse en la mañana y bailar. Estudiar español y bailar, matemática y bailar, ciencia y bailar. Día, tarde y noche, bailar. Por eso, cuando supo que recibiría una subvención por parte de la compañía que apareció hace años en su computador al buscar “mejores escuelas de ballet del mundo”, hubo alegría.
Al pensar en maestros que han sido importantes para su formación como bailarina, agradece el tutelaje de Cathy Vigo, Judith Marzán, Jacqueline Torregrosa, Orlando Carrero, Víctor Gilí, Carlota Carrera, Lourdes Gómez, Denisse Elise y Vanessa Vachier.
Para lograr la meta para la cual se ha esforzado desde sus tres años, Dianetzy necesita comprar un par de zapatillas aproximadamente cada dos semanas. Las puntas, que solo tienen de diez a 15 días de duración útil, cuestan $90.00 cada una. En total, la joven de 16 años necesita recaudar cerca de $5,000 para costear 54 puntas de baile, pero no cuenta con el suficiente apoyo económico para comprarlas.
Cuando lo recuerda, llega preocupación a su voz. Sin este calzado, no podrá participar de los cursos que según Vachier, su maestra y mentora, la catapultarían en la industria profesional.
“La compañía es muy estricta en ese aspecto. Tienes que tenerlas”, asegura Vachier, quien desde que vio a su aprendiz, hace seis años, identificó en su cuerpo la composición corporal idónea de una bailarina.
Fue a través de Diálogo y otras publicaciones que la boricua logró recolectar el dinero necesario para participar en el taller intensivo de verano de The American School of Ballet durante los últimos meses, experiencia sin la cual no habría recibido la beca que ahora la acerca en maneras ilusorias a la concretización de su sueño.
Dianetzy partirá el próximo 5 de septiembre rumbo a suelo neoyorquino. Una bailarina puertorriqueña se ha esforzado, lleva a Puerto Rico en cada movimiento, representa al país y su capacidad para trazar el aire, desplazarse y sintonizar con melodías. Da cátedra sobre eso de perseverar y necesita ayuda para continuar su gesta. Con un donativo a la cuenta 054-65-4440 del Banco Popular podría apoyarla.