Aparece poca información biográfica sobre el deportista Juan Ramón Loubriel, nombre que engalana el estadio de pelota en Bayamón. En una búsqueda sencilla en Google, o cualquier otro buscador cibernético, sí surgen páginas sobre el estadio, noticias relacionadas con los partidos de fútbol celebrados allí o la última remodelación que se le realizó a esta instalación deportiva.
Pero, ¿quién era Juan Ramón Loubriel? Para efectos de nuestra serie dar con los datos biográficos no fue fácil. Información encontrada en la Biblioteca Agustín Stahl del municipio de Bayamón, nos llevó 1999. Como nota curiosa debo destacar que la primera vez que mencioné el apellido Loubriel el silencio fue elocuente.
Finalmente, la información fluyó. Según el texto de cinco páginas redactadas a mano por Miguel A. Rivera Cestero, Loubriel nació el 18 de octubre de 1932 en “la ciudad del chicharrón”. Se graduó de la Escuela Superior Agustín Stahl (1950), luego de haber estudiado en la John Marshall y la José Celso Barbosa, ambas escuelas públicas de su municipio, donde surgió su interés por los deportes como el baloncesto, voleibol y el fútbol. El corto ensayo también resalta que su pasión por el balompié era tal, que fue uno de los primeros aficionados en crear equipos de este deporte. Por ello se le otorga su nombre al estadio.
Vista del Estadio Juan Ramón Loubriel en Bayamón.
Loubriel cursó estudios post secundarios en la Universidad de Puerto Rico (UPR), en la Facultad de Educación. Se concentró específicamente en Educación Física, disciplina en la que posteriormente se desempeñó como profesor. En ese tiempo, se destacó como jugador de baloncesto, fútbol y pista y campo. Al convertirse en maestro, dejó a un lado la faceta de competidor.
“Es en la Doctor Agustín Stahl donde empieza la verdadera obra productiva de Juan Ramón Loubriel. Es realmente asombrosa la actividad desplegada por él en esta etapa de su vida. Por sus manos pasaron infinidad de jóvenes que recibieron de él, no solamente los conocimientos básicos del deporte, más aún, el ejemplo de una vida sana, sin vicios y de entera dedicación a la juventud”, afirma Rivera Cestero en su escrito.
A la vez que enseñaba en la academia, Loubriel dirigía equipos de “balonvolea” (voleibol) masculinos, femeninos y de todas las edades. Uno de ellos, el de Naranjito, alcanzó el campeonato insular por dos años, además de establecer un récord de victorias consecutivas. “La victoria más grande y de mayor impacto para el “balonvolea” puertorriqueño la obtuvo el equipo de Naranjito, dirigido por Loubriel, al terminar quinto entre 87 de los mejores equipos de “balonvolea” de los Estados Unidos”, lee la ficha biográfica.
Mientras instruía y dirigía, Loubriel continuó sus estudios post graduados en Educación Física y recibió un puesto de catedrático en la Universidad Católica de Ponce, no sin antes llamar la atención del Colegio La Salle y la Universidad Interamericana.
Loubriel fue Supervisor de Educación Física del distrito de San Juan hasta su deceso, en 1970. También fue cofundador de la Liga Sigfredo Private y presidente de la Asociación de Maestros de Educación Física (AEFPR), la que también ayudó a fundar.
Muerte sorpresiva
Así como ha ocurrido con otros grandes del deporte puertorriqueño, Juan Ramón Loubriel falleció en un accidente aéreo. Fue el domingo 15 de febrero, cuando el avión DC-9 de Dominicana de Aviación cayó al mar, en ruta Santo Domingo-San Juan, a causa de desperfectos mecánicos. El entrenador regresaba a la Isla junto a una delegación de voleibolistas puertorriqueñas que se preparaba en el hermano país cara a las competencias de los Juegos Centroamericanos del 70. Así consta en los archivos de la Federación Puertorriqueña de Voleibol.
“Las integrantes del equipo eran: Lolita Villegas, Carmen Zoraida Figueroa, Belinda Correa, María de Lourdes Sánchez, Rosa Rivera, las hermanas Maritza y Rosa Bernal, Hortensia Otero, Iris Rodríguez, su entrenador Juan Ramón Loubriel y su asistente Fernando Jiménez. Además, fallecieron varios familiares que acompañaban al equipo y el campeón mundial de boxeo de las 135 libras Teo Cruz”, indica la Federación en un archivo escrito.
Juan Ramón Loubriel, a la izquiera, junto al equipo de voleibolistas que falleció en el accidente aéreo.
Solo una jugadora salvó su vida, Carmen Rosa Sabater. Ella había viajado la noche antes para recibir el premio de la mejor voleibolista del 1969. Consta en las coberturas deportivas de los Centroamericanos 70, que durante se rindió homenaje a estos atletas con un minuto de silencio. Cuatro años después de este hecho, en homenaje póstumo, se otorgó al estadio de Bayamón el nombre de Juan Ramón Loubriel.
“Cuando le pusieron el nombre al estadio no hubo oposición porque era una persona bien querida. Su familia estuvo siempre ligada al deporte bayamonés”, expresó a Diálogo el historiador deportivo, Carlos Uriarte.
“Él estaba en un proceso que le quedaba mucho. (…) Yo no lo conocí pero por lo que me dicen, era una persona bien querida y murió en el pleno desarrollo de sus facultades. Todos decían que era una persona bien seria, estricta y que ese equipo era bien talentoso”, comentó.
La muerte de Loubriel, según Rivera Cestero, representó la pérdida de un gran facilitador de proyectos para la juventud puertorriqueña. Se dice que en los meses previos a su deceso que, entre los proyectos previos a su deceso se encontraba la creación de becas de Educación Física.
“El dolor de la patria es tan inmenso, su muerte sorpresiva tan desgarradoramente angustiosa que la palabra se resiste y solo nos consuela la seguridad (que) una vida así solo puede terminar en el regazo amoroso del Señor”, finaliza el texto de Rivera Cestero.
Un estadio en continua evolución
- El Estadio Juan Ramón Loubriel fue construido en el 1973 y albergó al equipo de béisbol profesional de los Vaqueros de Bayamón hasta el 2003. Thomas Marvel fue el arquitecto encargado del diseño de la estructura.
- El Loubriel pasó a ser la casa de los desaparecidos Puerto Rico Islanders, también conocidos como La Tropa Naranja, así como centro principal de juegos de ligas menores y otras actividades comunitarias. El fútbol tenía vida en el estadio y, por ende, el estadio tenía vida con los eventos allí celebrados. Era común ver desde la carretera una o dos veces en semana las luces del estadio encendidas porque esa noche jugaban los Islanders en uno de sus partidos de la Liga Norteamericana de Soccer (NASL por sus siglas en inglés).
- A principios del 2012 el alcalde de Bayamón, Ramón Luis Rivera, hijo, tomó la decisión de asignar aproximadamente $7millones de dólares para la remodelación del estadio. La remodelación se debió principalmente a la celebración en agosto de ese año, del Partido Amistoso (aunque polémico) de fútbol entre la Selección Nacional de España y la Selección de Puerto Rico.
- Rivera invirtió en el reemplazo de butacas, cambio de terreno de juego y mejoras al sistema de iluminación e irrigación, entre otras cosas. En una entrevista con Primera Hora, del 22 de agosto de 2013, el alcalde expresó que había sido necesario restaurar la estructura que ya estaba en deterioro. Además, indicó que pensaban transformarlo en un área comercial de no encontrarle otro uso. Diálogo contactó a la oficial de comunicaciones del alcalde de Bayamón, quien aclaró que el área comercial no se refería propiamente a un centro comercial. Además sostuvo que en estos momentos se encuentran promoviendo distintos eventos deportivos, principalmente fútbol.
- “El béisbol lo habíamos descartado. De hecho, la alternativa que teníamos era tumbarlo y hacer un área comercial, pero en eso aparece la opción del fútbol y entendimos que le podíamos dar una última alternativa deportiva y no me arrepiento”, declaró Rivera al periódico.
- Recientemente, el estadio Juan Ramón Loubriel fue anfitrión de partidos profesionales de fútbol con el encuentro amistoso del nuevo Puerto Rico FC ante el FC Red Star de Zurich.
Este escrito es el segundo de cuatro artículos donde conoceremos a importantes figuras deportivas como parte de la serie Más allá del estadio.
Otros textos de esta serie:
Rebekah Colberg: una mujer con cría
Nuestro Gallito, Sixto Escobar
Más allá del estadio: la huella de Angelita Lind