Un rostro maquillado puede esconder más que ojeras oscuras, labios pálidos y una serie de “imperfecciones” naturales del ser humano. La decisión de maquillarme, probablemente, es una de las situciones más incómodas en mi diario vivir.
Esto es una rutina en la que no basta lo simple.
Me levanto y evito el espejo hasta que me acuerdo que tengo que salir de mi casa, el único lugar seguro sin maquillaje. Ahí me entra el pánico y para colmo se suma al maldito dilema: el cabello. Me pregunto: ¿me tengo que arreglar?
Aquí lo que cuenta es una cantidad de cosas que no están a mi disposición, al menos que vaya a una tienda a comprar todos esos artículos que se suman dentro de una bolsita de maquillaje encima de la coqueta, donde también están sus aliados, el blower y la plancha.
La situación empeora cuando es viernes en la noche y tu pareja te viene a buscar a las 9:00 p.m.. Son las 8:30 p.m. y piensas si por lo menos te vas a poner lo básico para un “natural look”: concealer, polvo y mascara. A esto se le suma luego el blush, el liner y en lo que forjas tu look natural ya son las nueve y tienes una careta puesta. Me cuestiono, ¿y si llueve, qué pasara con esta pintura sobre mi cara?
Esto es todo un proceso artístico. Hay que trabajar bajo presión, tener mucho pulso y práctica para que las líneas encima del párpado salgan perfectas. También hay que tener una considerable paciencia con el proceso de confección y con la gente que te ve sin maquillaje:
“¿Tú vas salir así?” “Te ves demacrada”. “Tápate esas ojeras”. “Píntate esos labios”. “Ponte un poco de polvo”. “¿No te vas a pintar las uñas?” “Parece que estas muerta”.
Hoy día, esto podría parecer el clásico discurso con carga feminista, pero es mucho más de lo que parece. Yo quiero darle un giro a la visión con la que en general se otea este tema. Aunque hable desde mi perspectiva como mujer, no hay que limitarse con decir que el maquillaje es parte de la opresión hacia a las mujeres. Maquillarse – como proceso- es doloroso y estresante. Atenta a la percepción propia de una misma y la que los demás tienen de ti.
En esta isla hace mucho calor y lo mejor sería no tapar mis poros; estamos en crisis y el maquillaje es caro; no quiero llegar a casa a las tres de la mañana a estrujarme la cara y manchar una toalla; que no quiero sacar el tiempo para eso.
Lo auténtico siempre se daña. Esto del maquillaje es falsa autoestima, inseguridad en pote; una ansiedad más de ser persona.