Hay países en los que el acceso libre a Internet no es un derecho. Es, más bien, un instrumento temido por los regímenes, que hacen lo posible por bloquearlo, restringirlo o coartarlo en un vano intento de que los internautas no puedan ver más allá de las limitaciones. Ocurría en el Irak de Sadam Husein, en el Túnez de Ben Ali y en el Egipto de Hosni Mubarak, ocurre en Irán, en Libia, en Bahrein, en Arabia Saudí, en Emiratos, en prácticamente todo el mundo árabe -con las excepciones libanesa y palestina- y, por supuesto, ocurre en la Siria de Bashar Asad.
El pasado fin de semana, el acceso sirio a la red sufrió un apagón de seis horas. No es la primera vez desde que comenzó la primavera árabe pero sí es muy significativo. En el contexto de las revoluciones, mezcla de desesperanza, educación, arrebato de dignidad y destreza en las comunicaciones, todo apagón parece acusar la desesperación del régimen que se ve contra las cuerdas. Así que no es muy buen signo para Damasco que los internautas sirios, acostumbrados a lidiar con todo tipo de dificultades, se encontraran desconectados el domingo.
Inútil, por otro lado: por redes sociales como Twitter o Facebook circulan todo tipo de manuales abiertos y de software confeccionado para sortear los impedimentos del régimen, para lograr que las direcciones IP no sean detectadas e incluso para lograr permanecer online incluso cuando Internet ha sido desconectado por el dedo de la censura. Todo es inútil. En Siria, donde muchas páginas web -medios de comunicación considerados hostiles, páginas vistas como revolucionarias- están bloqueadas por el régimen pero proliferan cafés internet cuyos dueños, duchos en informática, pueden salvar las trabas en un par de clicks, sorprendió al principio que los primeros llamamientos a la manifestación convocados por Facebook no funcionaran.
En las convocatorias aparecían decenas de agentes de la muhabarat dispuestos a reventar marchas a las que no acudía gente. Se explicó que esas primeras llamadas venían de fuera de Siria en un intento externo de movilizar a la disidencia. El régimen se confió e incluso desbloqueó el acceso a Facebook por primera vez en su Historia -hasta entonces los usuarios sorteaban con ingenio y túneles el bloqueo sobre la red social, impuesto desde que ésta se popularizase-, y ahí comenzó todo, explica a Periodismo Humano Ahed al Hendi, disidente sirio y responsable de la sección del mundo árabe en Cyberdissidents.org, una plataforma dedicada a dar voz online a los disidentes de todo el mundo.
“Sin Internet, no habríamos podido ver los vídeos e imágenes de los crímenes del régimen Asad. Internet accionó el primer movimiento cuando miembros de los grupos anti-Asad marcharon por Damasco el 15 de marzo. Cuando los medios conectaron con los vídeos de las protestas colgados en Internet más sirios lo vieron, y eso ayudó a romper el muro del miedo” , recuerda Hendi mediante un intercambio de correos electrónicos.
Adel se marchó de Siria hace cuatro años, tras ser liberado de prisión: relata que durante 40 días fue encarcelado por su implicación en actividades prodemocráticas, siendo un universitario. Hoy es un activo opositor al régimen y aprovecha cualquier foro para llamar a la insurrección, como hizo recientemente en un artículo del Wall Street Journal en el que analizaba el papel de Internet en las protestas. “Los primeros llamamientos a la protesta comenzaron en Facebook”, escribía. “Los organizadores han preferido ser anónimos, pero una cosa está clara: no son islamistas. En el grupo Revolución Siria contra Bashar Asad, con 60.000 miembros hasta ahora, Fadi Edlbi ha escrito ‘unidad nacional, todos por la libertad, musulmanes y cristianos’. Otro miembro, Shadi Deeb, “no somos suníes, no somos alauíes, todos cantamos por libertad”. Y mientras lo dice, coloca un papel con los signos de la criz y de la media luna como símbolo de unidad”. La página en cuestión tiene hoy 104.000 seguidores.
Resulta irónico que fuera Bashar Asad quien introdujese Internet en los hogares sirios cuando accedió al poder, hace 11 años. Prometió que generalizaría su uso, pero las cifras cantan: de una población de 23 millones, sólo había 3.935.000 usuarios en junio de 2010, el 17.7% de la población. Y hasta el pasado febrero, estaba oficialmente prohibido acceder a Facebook. Eso no ha impedido que, desde dentro y desde fuera del país, los sirios usen las redes sociales como instrumento de movilización. O más bien, que los hechos difundidos en las redes sociales, sorteando la censura estatal, estén movilizando conciencias.
¿Qué habría ocurrido si Internet hubiera existido en 1982, cuando Hafez Asad, padre del actual presidente sirio -en realidad, Bashar heredó el poder- ordenó masacrar a entre 10.000 y 20.000 civiles en Hama para ahogar una rebelión islamista? “Lo cierto es que sin las redes sociales, nunca se habría sabido lo ocurrido en Daraa hace dos semanas: habría sido exactamente lo mismo que la masacre de Hama”, explica por su parte #daraanow, un activo twittero. La persona que se esconde tras este usuario se hace llamar Fash (algo así como fastidio en jerga), nació y se crió en la ciudad de Daraa, la misma que dio origen a las protestas tras la detención de 15 escolares a manos de agentes sirios: les acusaron de escribir una pintada revolucionaria en el muro. “Ahora, gracias a Twitter, Facebook y los vídeos compartidos me llevó menos de cinco minutos conocer la historia de esos niños. No quiero ni imaginar qué habría pasado si lo hubiéramos tenido hace 30 años. Mucha gente aún no tiene idea sobre qué pasó en Hama”.
Fash vive desde hace 10 años fuera de Siria: su última visita fue hace un lustro, cuando acudió a Daraa a ver a su familia, que sigue viviendo en su ciudad natal. Mantiene contactos con sus familiares, amigos y vecinos por teléfono y también por Internet. “La conexión está caída desde hace semanas en Daraa, pero gracias a su situación geográfica, cerca de la frontera jordana, podemos comunicarnos mediante las redes de otros países”, explicaba mediante una conversación mantenida por chat.
Tan comprensible ha sido el afán de comunicar lo que estaba ocurriendo como el afán de saber. “Tuve más de 200 seguidores [en Twitter] en la primera hora, imagino que porque la gente tenía mucha curiosidad por lo que ocurre en Siria, un país en el que nadie ha podido meter la nariz en los últimos 30 años”. Y cuantos seguidores más tiene (ahora más de 1.200), más deseos de proseguir lo que Fash ha bautizado como e-jihad, una guerra cibernética y laica con el único objetivo de derribar la dictadura y obtener libertad. “Hay mucha más gente que está promoviendo iniciativas como la mía desde dentro del país a mayor escala”.
Porque las dificultades que impone el régimen son relativas. “Existen muchas formas de evitar la censura, como servidores proxy que funcionan desde fuera de Siria”, continúa Ahed. “La gente de Siria comienza a entender el papel crucial de Internet y los medios sociales. Pese a que el Gobierno hace lo que está en su mano para impedir la conexión al mundo, el ejemplo de Túnez y Egipto demuestra que se ha infravalorado este instrumento. El régimen sirio sigue teniendo la idea de las masacres de Hama: Mata y nadie lo sabrá. Eso se ha acabado, lo sirios lo saben”. Para quienes no tienen conocimientos informáticos o carecen de ordenador con el que comunicar al exterior lo que está ocurriendo, están los móviles. Casi la mitad de la población dispone de teléfono celular y las grabaciones y las fotografías captadas con estos móviles vuelan, como demuestran grupos de Facebook como Centro de Información para el Levantamiento Sirio, hermano de su sitio en árabe, que se alimenta de las contribuciones ciudadanas para ilustrar lo que ocurre en Siria.
“Básicamente twitter es más usado para difundir información al mundo que para movilizar”, incide Hendi. “Es Facebook lo que está movilizando. Y me temo que si esto no hubiera empezado en Túnez lo habría hecho en cualquier otro sitio. Las tiranías no pueden durar para siempre”, concluye el ciberactivista.