–Mi infancia estuvo rodeada de historias. Nada de cuentos chinos, como la gente suele pensar. Historias de exilios, guerras, comunismo y hambre.
Eso dijo José, José Lee-Borges, profesor, hijo de padre chino y madre cubana. Tez clara, ojos rasgados, humor sagaz. Lo dijo sin afectación, al paso, casi. Quizá ese rastro de sus primeros años horadó sus intenciones futuras. La pasada semana el profesor universitario presentó su libro Los chinos en Puerto Rico (Ediciones Callejón, 2015) en la Universidad del Turabo en Caguas. La sala Edgardo Rodríguez Juliá fue el lugar del encuentro. Y dentro se iluminaron los contornos de una historia plagada de historias minúsculas que al momento nadie había contado. Nadie como él, habría que aclarar.
La profesora Sylvia Casillas Oliveri tuvo a su cargo la presentación de este libro que es una ventana inédita en la historiografía local. Su alocución, sobria, resumió en buena medida el trabajo minucioso de Lee-Borges, el cual le tomó más de diez años bajo la dirección del historiador Fernando Picó. El libro parte de la tesis doctoral del profesor y rastrea las primeras migraciones a nuestro país de chinos provenientes principalmente de la vecina Cuba, primero durante la primera mitad del siglo XIX, luego a partir de 1950 y posteriormente en la década de los 90 del pasado siglo.
Habría que añadir un par de datos que destacó Casillas Oliveri y que le hicieron abrir los ojos grandísimos a la hora de leer el trabajo de Lee-Borges: en nuestro archipiélago conviven aproximadamente 17,000 chinos, cifra que los posiciona como una de las comunidades asiáticas más grandes en nuestro país, y que contrasta con el número magro que aparece en el Censo. De otro lado, se calcula en 600 la cifra de restoranes chinos.
Sin embargo, los estereotipos, la burla antiquísima, según se desprende de la investigación y la propia experiencia de Lee-Borges, han hecho que el hermetismo de los chinos en el país se recrudezca. “La presencia y aportaciones de los chinos han sido ignoradas por la historiografía puertorriqueña con contadas excepciones”, citó Casillas Oliveri del texto. Ser insistentemente el otro parece ser el estigma.
Pero hay más.
Para su investigación, Lee-Borges rastreó las hojas histórico penales –así como miles de documentos en distintos lugares– de los chinos que llegaron a nuestro país procedentes principalmente de Cuba. Allí, estos laboraban bajo un sistema cuasi esclavista. Como braceros escriturados, es decir, inmigrantes obligados a trabajar por varios años en pago por la deuda contraída por su traslado al Caribe o a América, sufrieron las vejaciones que Lee-Borges relata con crudeza. Les cortaban el cabello, los privaban de su dieta, los obligaban a realizar trabajos forzosos, incluso les cambiaban el nombre. En otras palabras, intentaban anularlos. Todo con la promesa de tierras y beneficios que las más de las veces nunca se concretaba. Ante esto, los chinos en Cuba tomaron la venganza en sus manos. Los unos se suicidaron solos o en grupo, mientras que otros se rebelaron e incluso mataron a varios de los mayorales, trasladándose posteriormente a Puerto Rico con un portentoso antecedente penal en las costillas. Estos últimos permanecieron confinados en el vecino país e incluso en el nuestro.
En Puerto Rico, descubre Lee-Borges, jugaron un papel importantísimo en la construcción de la Carretera Central, el Faro Culebritas, entre otras obras. Casillas Oliveri destacó el rigor, la minuciosidad del trabajo del profesor, quien más tarde admitió que de su padre aprendió la disciplina y el trabajo constante y cotidiano, características que descansan claramente en el documento que ya es posible adquirir en las librerías del país.
Así, pues, el doctor nos ofrece un texto de 436 páginas plagado de referencias que son válvulas para continuar el estudio de esta población y reivindicar por fin su lugar en nuestra historia. En el fondo se trata de comprender su aportación, los sinsabores por los que han atravesado, aquello que los integra, para intentar desmontar la caricatura de la que constantemente son objeto al ser representados.
“Este libro no solamente es sobre los chinos, también es sobre los inmigrantes, es una manera de rescatar la aportación de un grupo de inmigrantes que nunca había sido estudiada en nuestra historiografía”, dijo en su turno Lee-Borges. Y prosiguió su alocución, a ratos estremecedora, al destacar que su trabajo versa, además, sobre la identidad. “Ya basta con la trilogía de indios, africanos y españoles. Esa construcción debemos dejarla atrás. Nuestra identidad cultural, al igual que muchos caribeños, es mucho más compleja de lo que pensamos”.