Por: Rafael René Díaz
El arte y el deporte siempre han sobresalido por ser valiosos instrumentos de representación en tiempos de resistencia y durante épocas en las cuales se aspira al desarrollo de nuevos modelos de participación política. Como fenómeno masivo que integra las artes dramáticas y la coreografía deportiva, la lucha libre sobresale por su apego a las narrativas sociopolíticas de determinados momentos históricos y al constante diálogo con su numerosa base de fanáticos y fanáticas que acuden a las carteleras con el fin de integrarse a complejas tramas sobre la naturaleza humana y el conflicto.
Aunque en numerosas ocasiones la lucha libre ha sido utilizada para legitimar discursos excluyentes que reproducen discrímenes por razón de género, orientación sexual, nacionalidad y hasta lealtad geopolítica, la pluralidad de voces que participa de este entretenimiento deportivo nos adentra en un mundo diverso en el cual el acoso y la represión al sujeto subestimado encuentra respuesta en los sentimientos de indignación y deseos de justicia que luchadores del bando “técnico” forjan en complicidad con su apasionada fanaticada.
En su laureado ensayo ‘The World of Wrestling’, el filósofo francés Roland Barthes comenta que el desenlace de una lucha sobre el cuadrilátero no necesariamente es la prioridad en este entretenimiento deportivo. Según el académico europeo, el fanático sintoniza estos eventos con la expectativa de presenciar una representación excesiva en el despliegue de símbolos empleados durante luchas y tramas tras bastidores. En ese sentido, y a diferencia de aquellos deportes tradicionales en donde se promueven los resultados como una “ciencia del futuro”, en la lucha libre se le atribuye mayor prioridad al nivel de intensidad de los medios empleados por aquellos competidores que luchan en aras de alcanzar la anhelada “justicia”.
“Si el (luchador) villano – quien es visto como un cobarde – se refugia detrás del ensogado y reclama con gestos que es su derecho a hacerlo, éste será implacablemente perseguido y atrapado, y la afición estará jubilosa al ver que las reglas fueron violadas con el fin de propiciar un merecido castigo”, comenta Barthes en su trabajo.
“Naturalmente, es el patrón de Justicia el que verdaderamente importa aquí, más allá de su contenido: la lucha libre es por encima de todo una secuencia cuantitativa de compensaciones”, expone el filósofo francés.
El sentido de “Justicia” en la lucha libre puertorriqueña
En Puerto Rico, las connotaciones políticas y las construcciones discursivas alrededor del concepto de justicia han sido parte fundamental de la puesta en escena del espectáculo de la lucha libre. Ya han transcurrido más de tres décadas desde que el fenómeno de Carlos Colónfue presentado ante la afición y medios de comunicación puertorriqueños. Fueron muchos años en los cuales se proyectó la imagen de este luchador de Santa Isabel como el personaje mítico que representaba al humilde jíbaro puertorriqueño que trabajaba arduamente y defendía su terruño ante la amenaza de otros sujetos de cuestionable reputación e ínfulas imperialistas.
A pesar de que algunos elementos y vicisitudes contra los cuales tuvo que luchar Colón durante el período que comprendió la década de los 1980’s y la primera mitad de los 1990’s, el Puerto Rico de la segunda mitad del siglo XXI enfrenta otros retos y luchas ligadas al impacto de políticas económicas neo-liberales y la consecuente explotación a la clase trabajadora del País. En ese contexto actual de precariedad económica e incertidumbre surge la figura del luchador puertorriqueño Dennis Rivera.
Este joven luchador, quien en el pasado militó en varias empresas locales de lucha libre, incluyendo la popular International Wrestling Association (IWA), ha ganado fama por sus constantes declaraciones en contra de la explotación laboral hacia sus colegas luchadores. De acuerdo a Rivera, los dueños de empresas de lucha libre en Puerto Rico pagan una miseria, no ofrecen ningún tipo de garantías laborales y con frecuencia incumplen con los pagos a aquellas personas que trabajan en las compañías que proveen este entretenimiento deportivo.
Incluso, las denuncias solidarias articuladas por Rivera han trascendido el mundo de la lucha libre, tal y como sucedió en el 2011, cuando el entonces Campeón Mundial Peso Completo de la IWA publicó un video en el que criticaba la represión policial hacia los estudiantes en huelgade la Universidad de Puerto Rico.
Ahora, Rivera se prepara para debutar en la nueva promoción puertorriqueña de lucha libre, World Wrestling League (WWL). Los libretistas de esta novel empresa han integrado las posturas personales de este vocal luchador con las historias que se han desarrollado de cara a la cartelera “Insurrection”, a celebrarse este sábado en la Cancha Pepín Cestero de Bayamón.
“Por mucho tiempo, el luchador puertorriqueño ha sido pisoteado, mal pagado, mal administrado, mal usado. Yo creo que ya es tiempo de que esto cambie y nosotros también tengamos el liderazgo para hacer cambiar las cosas y no dejarlo en manos de los dueños”, asegura Rivera en una entrevista reciente que le hiciera el foro cibernético Lucha Libre Online.
La mezcla de posturas políticas reales con la aparente ficción de las tramas de la lucha libre se acentúa aún más con el hecho de que el “movimiento” de reivindicación social liderado por Rivera utiliza la figura revolucionaria de Ramón Emeterio Betances como insignia de resistencia ante “los grandes poderes corporativos” en la WWL.
“Ya es tiempo de que los grandes poderes caigan”, afirma Rivera, mientras utiliza una camisa de Betances.
“¿Qué les pasa a los puertorriqueños que no se rebelan?”, lee la parte trasera de la mencionada camisa que resalta una de las citas más insignes del prócer puertorriqueño.
La velada de lucha libre de este sábado será en la Pepín Cestero, que precisamente ubica en la Avenida Betances de Bayamón. Tal vez sea una gran oportunidad para utilizar el arte dramático y la coreografía atlética para insertarnos en conversaciones sobre lo justo a la luz de los postulados de este insigne médico y revolucionario independentista puertorriqueño.
Nos vemos en la Avenida Betances de Bayamón.
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El autor es profesor del Departamento de Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico en Humacao.