Hace poco leí un artículo publicado en el diario Clarin titulado “Mi celular y yo” que compartí con mis estudiantes de español porque considero que es necesaria una discusión seria sobre este asunto comunicativo. En dicho artículo se destacaba que los argentinos miran su teléfono ocho veces por hora como si fuera un ritual, es como si estuviera tentándolos solo con su presencia, no hay nada que esperar, solo se mira y ya, sin razón alguna.
Además, señalaba la dependencia que ejerce sobre los jóvenes, en este caso argentinos, al punto de que el 54% de los encuestados indicó que lo rescataría antes que a sus mascotas en caso de un incendio y que un 60% hasta duerme con él.
Los efectos sobre el proceso comunicativo son evidentes en cualquier lugar en donde nos encontremos. Es común en una sala de espera de cualquier médico ver que todos los pacientes se encuentran “metidos” en su mundo cibernético y el intercambio cara a cara es inexistente. Y no hablemos de la comunicación escrita y esta nueva ciberortografía.
En la sala de clases, percibo que en ocasiones, algunos estudiantes “están sin estar” en el salón. Me explico, sus contestaciones se vuelven automáticas, como que quieren participar de lo que estamos haciendo, pero a la misma vez sus mentes no pueden “despegarse” del último mensaje leído o de las infinitas posibilidades de entretenimiento que presenta la red.
Movida por el artículo y a petición de los mismos estudiantes, realizamos un sondeo sobre algunos de los aspectos que se mencionan en este, aplicado en esta ocasión a los jóvenes puertorriqueños. He aquí los resultados:
- Un 76% duerme con el celular
- Un 64 % se lo lleva al baño
- Solo 2% expresó que lo rescataría antes que a familiares o mascotas en caso de incendio
Por lo que se puede observar a simple vista y sin mediar ningún instrumento certero y científico al respecto (solo la curiosidad de la profesora), entiendo que le ganamos a los argentinos. Sería interesante que alguna de las empresas de servicios telefónicos inalámbricos pudiera corroborar estos resultados de forma más confiable y darnos una idea de este asunto como lo hizo la empresa Motorola y Nubleer para Argentina.
Por lo que respecta al motivo que me llevó a poner el título de este artículo, les indicaré que las respuestas de mis estudiantes a la pregunta: ¿Cuántas veces miras el celular al día?, fueron desde “innumerables”, “un millón de veces” hasta “infinitas” e “incontables”. Entiendo que son más de ocho veces por hora. Al indagar si había siempre una razón para mirarlo, la mayoría indicó que no, que era por costumbre; y los dejo con una contestación que me dejó pensando y fue: “profesora, es que si no lo miro, me pongo ansiosa”.