Alrededor de 2000 ciudadanos kosovares, albaneses y de otras minorías étnicas siguen en paradero desconocido.
Hashim Thaçi podría ser el "pez gordo" de una red mafiosa de tráfico de drogas y órganos humanos que operó durante la guerra que puso fin al conflicto en los Balcanes, según acusan el Consejo de Europa y la OTAN.
“Fuimos a diario a preguntar si había alguna noticia de nuestros hijos. Pensábamos que la policía serbia nos diría algo, ya que yo conocía a todos los serbios que vivían en Dakovica – municipio situado al oeste de Kosovo – de ese momento, y nunca pensamos que los serbios locales pudieran cometer semejantes crímenes contra nosotros. Más tarde volví a reunirme con M.M. (siglas de un miembro anónimo de la policía) y le pregunté si había noticias. Ella me respondió: no, lo siento. Seguirá acudiendo a preguntar por el paradero de su hijo durante un año o dos, porque así funcionan las cosas en tiempos de guerra”.
Nesrete Kumnova, de origen albano-kosovar, es una de las tantas personas que perdieron a sus seres queridos durante la guerra que enfrentó a albano-kosovares y serbios entre 1998 y 1999. Su hijo, Albion Kumnova, de 21 años, desapareció en marzo de 1999 junto a un grupo de jóvenes. A día de hoy, mientras los cuerpos de los jóvenes que le acompañaban fueron devueltos a sus familias, el de Albion sigue en paradero desconocido.
Esta declaración de Nesrete corresponde a un informe redactado por Amnistía Internacional en 2009, cuando dedicó un año de investigación acerca del paradero de miles de personas que desaparecieron durante el conflicto que puso fin a las guerras yugoslavas. Por un lado, 3000 albaneses fueron detenidos por la policía serbia y después desaparecieron. Por otro, 800 personas de la comunidad serbia, romaní y otras minorías étnicas fueron borradas a manos del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). Esta organización, considerada por algunos como terrorista, luchó por la emanciparse de Yugoslavia, en un primer momento, y de Serbia, a finales de los 90. El que fuera su máximo representante, Hashim Thaçi, es hoy en día cabeza del Partido Democrático de Kosovo y Primer Ministro, por segunda vez, de esta república ubicada al sur de los Balcanes.
Por ahora no se han registrado progresos desde 2009 y la mayoría de los casos tampoco fueron investigados por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, cuyo periodo de investigación se limitó a junio de 1999, fecha en la finalizó el bombardeo de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en la zona.
Fundadora de “Mother´s Crie”, una pequeña ONG ubicada en Albania y compuesta por diez personas, cuyo objetivo consiste en presionar para que los desaparecidos no caigan en el olvido, Nesrete lideró en 2009 una huelga de hambre en señal de protesta por el fracaso de las autoridades en la búsqueda de sus familiares.
Este es uno de los muchos capítulos oscuros del libro de la guerra en los Balcanes que sigue constituyendo una asignatura pendiente en materia de persecución judicial internacional. De hecho parecía haber caído en el olvido hasta que, el pasado 25 de enero, el Consejo de Europa hiciera volver oficialmente el fantasma del último conflicto que tuvo lugar en suelo europeo.
Este organismo intergubernamental de defensa de los derechos humanos y la democracia, solicitó legalmente la investigación de un informe en el que se acusa a Hashim Thaçi y a miembros del gobierno actual de haber participado en una red de crimen organizado en el que se incluye el tráfico de drogas y de órganos humanos. Según este documento, a finales de la guerra de Kosovo, e incluso con posterioridad, los acusados en calidad de miembros del ELK secuestraron a ciudadanos serbios, albaneses o, simplemente, sospechosos de colaborar con los serbios, los encarcelaron en centros repartidos en distintos puntos de Albania, donde los torturaron, asesinaron y extrajeron los órganos, para después venderlos en el mercado negro.
“Sigue habiendo gente desaparecida […] No quiero que nos centremos exclusivamente en el tráfico de órganos. No olvidemos que se ha matado a gente”, declaró Dick Marty, autor del informe y miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa desde 1998 vía la Alianza de Demócratas y Liberales de Europa, durante una rueda de prensa que tuvo lugar el pasado 25 de enero. Y es que, a día de hoy, alrededor de 2000 personas de diferentes etnias, de diferentes bandos, siguen desaparecidas. Y aunque el texto no las enumere, sí que la menciona. En este sentido, la oficina de Amnistía Internacional ante la UE quiere aprovechar para pedir justicia para las víctimas civiles de ambos bandos.
Este abogado suizo de 66 años, que está haciendo tambalear los cimientos de esta región, se hizo famoso en 2007 tras hacer pública la existencia de centros secretos de detención operados por la CIA en países de Europa, como Alemania, Suecia y Rumanía, entre otros.
Por ahora, no hay ninguna prueba clara sobre la mesa que implique al líder del Gobierno kosovar en la desaparición o el asesinato ciudadanos serbios o albano-kosovares. Por lo menos, mientras no se garantice la seguridad de las personas que fueron entrevistadas a lo largo de la investigación, tal como sentencia Marty: “He asumido una gran responsabilidad de cara a determinadas personas y no dejaré que estas personas sufran o mueran”.
La UE tendría algo que decir
Después del bombardeo de la OTAN, que pretendía poner fin a las atrocidades de limpieza étnica que se estaban cometiendo y que acto seguido se instaló en el territorio, vinieron las Naciones Unidas y, después de éstas, la Europa a través de la Misión Civil de la Unión Europea en Kosovo (conocida como EULEX) en 2008, al poco de que este pequeño territorio de apenas 11 000 kilómetros cuadrados autoproclamara una independencia que el próximo 17 de febrero celebrará su tercer aniversario.
¿Cómo se habría podido pasar por alto toda esta información teniendo en cuenta que Kosovo ha estado bajo la tutela internacional desde finales de los 90?
“Todo el mundo sabía que (Omar) Ben Ali y su familia eran unos delincuentes, que explotaban su país (Túnez), que robaban sus recursos, que violaban los derechos fundamentales, y no se ha dicho nada hasta que Ben Ali tuvo que salir del país”. Con este paralelismo Marty aclara su opinión respecto al papel que ha jugado la comunidad internacional y, más concretamente, aquellos países que han reconocido y tratado con las autoridades kosovares.
No es la primera vez que se acusa a Thaçi y su entorno de participar en redes criminales. La primera persona que hizo públicas estas acusaciones fue Carla Del Ponte, antigua fiscal del Tribunal de Derecho penal internacional de las Naciones Unidas que participó tanto en el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia como en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda.
En 2008, a través de su libro “La Caza”, Del Ponte trató de demostrar la desaparición de ciudadanos serbios y el tráfico de órganos en los que se involucraba al primer ministro. Aunque la carencia de pruebas suficientes no la dejaron ir más lejos en esta escalofriante polémica, que resulta tan delicada como la propia estabilidad de la joven república: primero, por la gravedad de las propias acusaciones y, segundo, por el papel que la OTAN ha atribuido a la UE a través de unos documentos filtrados al periódico The Guardian, hechos público un día antes de que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa aprobara el informe de Marty por 169 votos a favor frente a 14 en contra y 8 abstenciones. Según el informó el diario británico en un artículo, esta organización política y militar, con sede central en Bélgica, le habría filtrado unos documentos secretos en los que se reconocía a Hashim Thaçi como “pez gordo” del crimen organizado y en los que se afirmaba que varios países occidentales que apoyan la independencia de Pristina, incluido Estados Unidos, estaban al tanto de lo sucedido durante el final de la guerra, cuando el caos reinaba en la zona y la única entidad que controlaba fronteras, prácticamente inexistentes, era el ELK. Con este texto, la OTAN vendría al rescate de Marty, a quien la élite kosovar acusa de colaborar en la campaña de desprestigio dirigida por Rusia y Serbia, países que no reconocen la autodeterminación de Kosovo.
Alain Délétroz, especialista en reformas democráticas y Vicepresidente en Europa de International Crisis Group, ONG que trabaja en la prevención y resolución de conflictos y que cuenta con un programa de seguimiento en los Balcanes, alerta de que aún “no podemos hacer balance hasta que no haya un juicio. Por ahora deberá ser estudiado. Pero de ser cierto, Thaçi tendrá que comparecer ante los tribunales y la Unión Europea podría ser cuestionada”.
De ahí que las miradas lleven clavadas en la Comisión Europea desde que saliera el primer informe, en diciembre, y que el nombre EULEX haya alcanzado su record personal por el número de veces que ha estado en boca de periodistas y responsables políticos.
Con esta misión Europa ha asumido la tarea de construir y mantener el Estado de Derecho mediante el despliegue de un contingente de policías y civiles europeos en Pristina. Proyecto que más adelante podría servirle para avanzar en su programa de ampliación en los Balcanes, donde ya cuenta con socios comunitarios como Grecia y Rumanía, y estudia la candidatura de Croacia. Pero también asume la responsabilidad en este escándalo: la posibilidad de que los propios países que gestionan EULEX tuvieran noticias de lo que estaba aconteciendo contribuiría a debilitar la imagen de la UE. Un riesgo que no debería correr, teniendo en cuenta el desprestigio alcanzado durante las revueltas que han estado teniendo lugar en el mundo árabe y que han puesto en evidencia las extrañas relaciones entre países del viejo continente y sus socios del sur.
“Por ahora sólo hemos estamos en las investigaciones preliminares”, afirma Nicholas Hawton, subdirector de la Oficina de Prensa de EULEX, y añade: “Estamos a la espera de que Dick Marty nos envíe datos que sostenga su informe”.
No todos apuestan por la misión de la UE en la zona, como es el caso de Nicolas Beger, director de Amnistía Internacional en Bruselas, dada la ausente cooperación de este organismo en las investigaciones acerca de las desapariciones de serbios y albano-kosovares: “La policía EULEX para los crímenes de guerra y la fiscalía decidieron no investigar los secuestros con el pretexto de que no se trataba de crímenes de guerra, a pesar del de que el Comité Internacional de la Cruz Roja incluya estos secuestros en su lista de los desaparecidos de la guerra de Kosovo, puesto que la mayoría tuvieron lugar en el período inmediatamente posterior a la guerra y fueron considerados como actos de venganza del ELK y otros que regresan los albaneses de Kosovo. Consideramos que estos crímenes deberían estar bajo su jurisdicción en calidad de delitos graves entre los grupos étnicos”.
Inestabilidad permanente en los Balcanes
Desde que se independizara, Kosovo no ha dejado de ser noticia: las lagunas en materia de derechos humanos, la criminalidad y la inestabilidad política han estado presentes. Pristina atraviesa una crisis política interna sumándose al carro de los países que carecen de un verdadero gobierno (desde que el pasado 12 de diciembre Hashim Thaçi saliera elegido por segunda vez como Jefe de Gobierno), como Irak o Costa de Marfil, y además sigue manteniendo altos niveles de corrupción, como pueden revelar estudios de organizaciones como International Crisis Group.
Estos altos niveles de corrupción en la región han constituido un elemento de protesta por parte de numerosas ONG, que los apuntan como un peligro para determinadas minorías étnicas que fueron desplazadas hacia Europa durante el conflicto y que ahora, cuando el país alcanza una relativa estabilidad, están obligadas a volver, según establecieron los acuerdos en los que participaron las Naciones Unidas. “Tal y como la UE apunta en sus estudios anuales, una de las principales preocupaciones en materia de derechos humanos la constituye el tráfico de personas. No contamos con datos relacionados con minorías, como la Romaní (que se encuentran de vuelta). No obstante, creemos que la ausencia de apoyo social y la discriminación a la que está sometida esta población en Kosovo, los hace especialmente frágiles ante los traficantes, que a menudo se dirigen a las poblaciones más vulnerables a la explotación”, denuncia en una entre vista telefónica Amanda McRae, investigadora en la división Europa y Asia Central de Human Right Watch.
Respecto a las acusaciones vertidas sobre Hashim Thaçi y su entorno, habrá que esperar. Después de escasas intervenciones ante los medios de información al inicio del escándalo, Dick Marty no ha vuelto a comparecer públicamente y apenas se tienen noticias sobre la evolución de las relaciones entre EULEX y el Consejo de Europa. Sin embargo, este silencio podría empezar a aclararse el próximo 10 de marzo, fecha en la que este relator de Derechos Humanos tiene prevista una reunión con la comisión parlamentaria de Asuntos Exteriores de la Eurocámara.