La Universidad de Puerto Rico (UPR) es una de las instituciones que más ha aportado al desarrollo de nuestro país. A través del siglo 20, la Universidad fue clave en apoyar la modernización económica e institucional de Puerto Rico preparando los cuadros profesionales para dirigir dicho proceso. Jugó, también, un papel importante en el desarrollo de la gestión cultural y promoción de la equidad y mejoramiento social del pueblo. Como la primera institución de educación superior del país se ha distinguido por sus aportaciones a la enseñanza, al estudio en las disciplinas, a la investigación y la labor creativa.
El siglo 21 le impone a la Universidad de Puerto Rico nuevos retos. Uno de estos es promover la redefinición de los problemas que nos aquejan en estos momentos. Por ejemplo, entiendo que gran parte de la dificultad en resolver nuestros problemas está en la forma como se definen. Corrientemente se limitan los problemas a una causa inmediata. Así, por ejemplo, los problemas de delincuencia se plantean como problemas de control de actos delictivos, los problemas educativos, como problemas pedagógicos. Se separa el análisis de los problemas en las áreas tradicionales en que se han tratado y que hasta ahora no han logrado buenos resultados.
La complejidad de nuestros problemas, la naturaleza cada vez más interdisciplinaria de las oportunidades y las soluciones, requiere de soluciones innovadoras que muchas veces surgen de grupos de trabajo interdisciplinarios. De hecho, al leer sobre investigaciones en universidades prestigiosas observamos cómo están promoviendo el trabajo en equipos multidisciplinarios. Por ejemplo, durante una visita a mi hijo mayor, entonces profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Johns Hopkins, llegó a mis manos una publicación muy llamativa que presenta los logros y retos de dicha Escuela. Encontré interesante que la presentación no se organizó alrededor de los departamentos que constituyen la Escuela, sino de temas amplios en los cuales se integra el trabajo de los diversos departamentos, por ejemplo, los Genes, la Mente, el Comportamiento Humano, los Números. Hace unos días me llegó una publicación de la Universidad de California en Berkeley en la cual se describía un lugar que estos han creado para facilitar el intercambio y el trabajo en equipo en la investigación y creación entre estudiantes y profesores de diversas especialidades.
Para que la UPR pueda aportar con nuevas miradas a nuestros problemas, la propia UPR debe desarrollar una cultura en la que se privilegie el intercambio entre las disciplinas y el pensamiento innovador. El desarrollo de esta cultura requiere cambios en diversos aspectos de nuestro quehacer. Uno de estos es la estructura organizativa de la UPR, en sus diversas manifestaciones, desde los procesos administrativos hasta la forma como organizamos la tarea académica.
Las reglas y procesos administrativos de la UPR propician el estado actual y desalientan la implantación de proyectos nuevos. Tratar de cambiar la práctica, o desarrollar algún proyecto innovador se convierte en una tarea llena de escollos. Ahora bien, quizás el cambio principal que se requiere es repensar la organización de la tarea académica, tanto del estudiante como del profesor. Uno de los retos más importantes de la educación universitaria es la de propiciar el desarrollo en el estudiante de la capacidad para la integración de los conocimientos que se obtienen en diversos contextos y a través del tiempo. Integrar por ejemplo, lo que aprende en diversos campos de estudio; la teoría con la práctica; lo curricular con las actividades cocurriculares.
Sin embargo, la propia estructura de la tarea académica no propicia esta integración. El aprendizaje fragmentado se acentúa con la separación de la educación general y la concentración; y la que existe entre cursos de práctica y de teoría, entre la investigación y los vínculos con la comunidad. La exigencia de flexibilidad y conexión requiere la capacidad de establecer formas organizativas diversas para llevar a cabo la variedad de tareas que requiere la universidad. Entre estas debemos pensar en estructuras organizativas que apoyen la creación de redes temáticas que permiten integrar grupos de trabajo interdisciplinarios en un tema o asunto de interés.
De hecho, existen ejemplos de estos grupos, como el del estudio de la mujer. Otro ejemplo, más reciente, en esta dirección es la iniciativa del Decanato de Estudios Graduados del Recinto de Río Piedras al abrir una nueva categoría en los fondos FIPI, que “persigue la formación de equipos de investigadores e investigadoras de varias disciplinas que formulen propuestas concretas, con un enfoque amplio, que sean de beneficio directo a la sociedad puertorriqueña. Se busca que estos proyectos sienten las bases para la toma de decisiones y que tengan el potencial de impactar la política pública del país mediante el análisis y la formulación de formas creativas de enfrentar los problemas que afectan la sociedad puertorriqueña en las áreas designadas”. Necesitamos ampliar el trabajo en esta dirección, unir miradas diferentes a nuestros problemas que permita crear alternativas innovadoras a nuestros problemas.