En el Estuario de la Bahía de San Juan se encuentra el Caño Martín Peña, un cuerpo de agua que conecta a la Bahía con la Laguna San José y cuya trayectoria recorre ocho comunidades: Buena Vista Santurce, Buena Vista Hato Rey, Barrio Obrero, Barrio Obrero Marina, Israel y Bitumul, las Monjas y Parada 27. Pero las aguas que pasan por el Caño se encuentran contaminadas y, cuando ocurren lluvias torrenciales, la comunidad de Buena Vista Santurce es una de las más afectadas.
Entre las estrechas calles de esta comunidad, los vecinos se reúnen en el centro comunal los terceros jueves de cada mes, para acudir a clases universitarias. Se trata de un proyecto comunitario de G-8, organización sin fines de lucro que representa a las ocho comunidades aledañas al Caño Martín Peña, llamado la Universidad del Barrio.
También conocida como la UBA, ésta ofrece talleres que discuten temas de economía, política y geografía a vecinos de 15 años en adelante. Como uno de los problemas que más afecta a las comunidades del G-8 es la contaminación de las aguas, la UBA le da atención a temas ligados al ambiente y la salud.
La UBA es impulsada por el Proyecto ENLACE, cuyo propósito principal es implementar el desarrollo integral y el dragado del Caño Martín Peña.
María Laura Huertas, organizadora comunitaria del G-8 y encargada de coordinar los proyectos de la UBA, destacó que “en estos talleres se busca analizar temas a nivel macro, para establecer como esas incidencias se ven reflejadas en la situación de las comunidades”. Los recursos encargados de los talleres son estudiantes de maestría de Trabajo Social de la Universidad de Puerto Rico (UPR), junto con líderes comunitarios.
Josué Díaz Coss es uno de los estudiantes practicantes, destacado en la junta comunitaria de Buena Vista Santurce y quien se encarga de incorporar los procesos comunitarios en las escuelas. El joven explicó el trasfondo histórico que dio paso a la actual situación en las aguas del Caño Martín Peña.
“En el proceso de industrialización de los 30 y los 50 los trabajadores pobres se establecen cerca de las áreas del mangle”, indicó Díaz Coss. “Las casas están básicamente edificadas sobre un pantano”, añadió.
Cambio histórico con consecuencias ambientales
Resulta que a mediados de siglo 20, con autorización del Gobierno, se rellenó la orilla del Caño Martín Peña con basura para dar paso a la construcción de las viviendas que hoy componen las comunidades del G-8. Esto tuvo consecuencias devastadoras para el ambiente, puesto que el tamaño del cuerpo de agua se ha reducido mientras que el nivel de contaminantes en sus corrientes ha aumentado. Debido a las dimensiones reducidas, el Caño no puede contener grandes eventos de lluvia, ocasionando inundaciones en las comunidades.
Mientras tanto, en un estudio ambiental realizado por la UPR en Ponce para el año 2011, se encontró que en el agua existían 60 millones de bacterias por mililitro. Algunas de las viviendas de estos sectores no cuentan con sistema de alcantarillados, así que todos los desperdicios humanos y todo tipo de contaminación va directamente al Caño.
“Es una cuestión de salubridad. Cuando llueve, esas aguas no tienen donde desembocar y entran a nuestras comunidades”, indicó Díaz Coss. “Hay sectores que se inundan cuando hay lluvias torrenciales y hay otros que se inundan con un aguacero”, recalcó.
El problema de la contaminación, según Díaz Coss, puede ser atendido con el dragado del Caño. Este proceso requiere una inversión millonaria, pero el Gobierno no ha realizado ningún comunicado en cuanto a la solución monetaria requerida.
Por tal razón, un grupo de jóvenes conocido como Líderes Jóvenes en Acción (LIJAC) le han exigido al Gobierno el dragado del Caño Martín Peña. Estos jóvenes asisten a los talleres del programa de la UBA, ya que también sirve para la formación de liderato comunitario, que ayuda a los jóvenes a identificar los problemas y hallar soluciones, de acuerdo con Díaz Coss.
“En cada taller se dan unos niveles de reflexión que muchas veces superan las expectativas de cualquiera de los talleristas que estén dirigiendo la actividad, y eso es una ganancia”, afirmó el joven.
“Nosotros no somos el problema. Somos parte de un sistema opresor donde el sistema económico capitalista nos influye a estar en unas situaciones precarias como las específicas de las comunidades del Caño Martín Peña, que son comunidades negras, comunidades pobres, de inmigrantes e indocumentados. La UBA discute cuál es la situación económica y ambiental que traen estas consecuencias”, aseguró Díaz Coss.
Iniciativas comunitarias para beneficio del Caño
Otro de los voluntarios del proyecto UBA es Javier Córdova, también estudiante de Trabajo Social, quien habló sobre la oportunidad que ofrecen los talleres. “En Puerto Rico no se acostumbra a darle la mayor participación a la gente. Normalmente estamos acostumbrados a que la participación sea representativa, donde escogemos a unos delegados que nos representen en una Legislatura, pero ellos tienen su plataforma de gobierno, que ellos construyen”, explicó Córdova.
“No hay un diagnóstico desde las comunidades, sino que las soluciones nos las presentan desde una gente que no conocen necesariamente lo que se está viviendo”, añadió.
Por otro lado, Córdova describió a ENLACE como un proyecto que buscaba unificar a la población de G-8 para que no se desintegren, como ocurrió con las comunidades de las Gladiolas, el Fanguito y Tokio en Hato Rey.
“Se quiso desalojar a las comunidades con la promesa de que iban a mejorar las viviendas, pero realmente se hicieron una construcciones más costosas, y las personas que vivían antes ya no tenían el acceso económico para vivir en esa area”, dijo el joven refiriéndose a las comunidades del Fanguito y Tokio. “El proyecto ENLACE busca hacer un realojo, no un desalojo, para mantener a las personas que quieran vivir aquí, si así lo desean”, añadió el joven.
Por su parte, el líder comunitario José Caraballo, quien trabajó junto a Díaz Coss en los talleres de la UBA, mencionó que los esfuerzos de este programa, que comenzó hace tres años, han beneficiado a las ocho comunidades con su variedad de temas, como el de la economía del consumo.
“Esos temas no se hablan comúnmente, pero están ahí y afectan a todo el mundo. Aquí no se habla de agricultura porque todo lo que consumimos viene de afuera, pero gracias a estos talleres la gente ha aprendido a hacer sus propios huertos caseros”, afirmó el líder comunitario, refiriéndose a Huertos del Caño, que se trabaja en las comunidades y rescata los espacios en desuso para que exista un huerto que pueda ser utilizado por los vecinos.
Además de la UBA y los Huertos del Caño, el G-8 tiene otros proyectos como Regalo de Amor, que da ayuda a personas solas, envejecientes o con algún impedimento físico, Caminantes del Caño, iniciativa guiada a la integración de todas las comunidades y Martín Peña Recicla, microempresa que se dedica a recolectar y rehusar material desechado.
Con diversos enfoques, las iniciativas del G-8 trabajan por un fin en común: lograr el dragado del Caño Martín Peña para que sea un lugar habitable y saludable para sus vecinos.